Óscar y la monedita de oro: hagan sus apuestas

¿Qué ve Óscar cuando se mira al espejo (lo que, seguramente, hace muy a menudo: es un vanidoso incorregible)? ¿Ve un rostro de mil caras? ¿Reconocerá a sus 95 años al mozalbete que fue? Me imagino que se ve a sí mismo como una monedita de oro, que quiere caer bien a todos –a todos los que le importan en un determinado momento, pues sus prioridades se han ido ajustando a los tiempos–, que pretende ser aceptado por todos. Pero invariablemente queda mal con alguien. Es inevitable, pues la inclusión no alcanza para todos: no hay estatuillas para todos y todas, no puede haberlas. Cualquier competición, por más inclusiva y equitativa que se quiera, discrimina; diría que por necesidad y por definición. (El problema surge a partir de lo que privilegiemos como definición de discriminar; es un asunto de acepción: la que primero consigna la RAE reza: discriminar es “seleccionar excluyendo”; la segunda apunta a dar un trato desigual a las personas de acuerdo con la colectividad a la que pertenecen o “por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental”.) Llevar a la práctica la primera acepción es inevitable en una competición; la segunda es tal vez más frecuente de lo que incluso los defensores de la igualdad están dispuestos a reconocer (o, dime, ¿a cuántas personas mayores de 50 años ha contratado en los últimos años la igualitaria institución o la inclusiva empresa para la que trabajas?).

Óscar discrimina desde las nominaciones. Lo deseable sería que los criterios para discriminar fueran primordialmente cinematográficos, que fueran claros y atendieran más a lo que está en las películas que al entorno en el que han sido creadas y se presentan. Pero Óscar, como todo político, busca eliminar toda sospecha de discriminación y proyectar una imagen incluyente, y que su actuación (y vaya que Óscar sabe de esto) sea percibida como justa. Puntualizo: no busca ser justo, busca ser percibido como justo.

La falta de claridad de Óscar ha hecho posible una cantidad de polémicas. La más reciente, por ejemplo, es cortesía de la actriz Danielle Deadwyler, protagonista de la cinta Till: justicia para mi hijo (Till, 2022) de Chinonye Chukwu. La primera se sumó a una declaración que, de acuerdo con el diario Milenio, la directora publicó en Instagram después de ver que en las nominaciones no aparecía el nombre de la actriz: “Vivimos en un mundo y trabajamos en industrias que están tan agresivamente comprometidas con defender la blancura y perpetuar una misoginia descarada hacia las mujeres negras”. En resumidas cuentas, actriz y directora (se) explican la exclusión de Deadwyler (el diario habla de “desaire”) por “prejuicios raciales en la industria cinematográfica”. La actriz, refiriéndose a los que votan, afirma que “tal vez optaron por no ver la película”, y remata: “estamos hablando de misogynoir, como si se presentara de muchas maneras, ya sea directa o indirectamente”. (En la publicación mencionada se ofrece una definición de Misogynoir: “un término acuñado por la autora y activista feminista negra Moya Bailey, se refiere a la misoginia y los prejuicios dirigidos a las mujeres negras.”)

Ignoro las razones que llevaron a los miembros de la norteamericana Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas a votar por unas actrices y no por otras. Lo que sí sé es que Óscar se evitaría más de una polémica si no fuera tan político, si asumiera que no le va a caer bien a todos, que siempre, siempre va a quedar mal. Pero el asunto rebasa a Óscar y remite a la percepción errónea que se tiene de él. Óscar es el premio más reputado en la industria del cine, pero no es el parámetro cinematográfico más importante del mundo. Porque a su convocatoria escapan abundantes producciones que discrimina por principio o porque simplemente no están en su universo. Las personas que votan por Óscar son gente de cine, y cada una tiene su conocimiento, su formación, su sensibilidad, su gusto y, claro, sus prejuicios. Yo creo que, al final, se imponen la sensibilidad y el gusto: Óscar, así, es más un parámetro de gusto y de sensibilidad (en lo cual las coyunturas son determinantes) que de calidad cinematográfica. Como prueba de ello, podríamos pasarnos días enteros revisando las entregas de los años anteriores, y muy probablemente coincidiríamos en que las ganadoras no son necesariamente las mejores (pero, tal vez, las más oportunas). Al final no sé qué es peor: ser excluido por razones poco claras o ser incluido por razones políticas, por cuestiones de cuotas de inclusión (¿cómo se vive en el fuero interno saber que la nominación obedece a una cuota, al color de la piel y no al desempeño profesional?). Dicho lo anterior, hagamos las apuestas sobre el oscareano discriminar de este año.

Un buen año, para empezar

De la producción del 2022, Óscar ha hecho una selección en la que, me parece, hay tres categorías: las que son un producto virtuoso de la industria (Avatar: el camino del agua, Top Gun: Maverick, Elvis) pero no son grandes películas, las que tienen una calidad notable y se relacionan de alguna manera con cuestiones coyunturales (Ellas hablan, Todo en todas partes al mismo tiempo, Sin novedad en el frente) y las que son verdaderamente excepcionales (Tár, Los Fabelman, El triángulo de la tristeza, Los espíritus de la isla). Considerando que las películas de las dos últimas categorías, siete de diez, son buenas o muy buenas películas. Justo es subrayar que ha sido un buen año y que volveremos a ver una verdadera competencia. Con la inclusión de algunas películas (una vez más ha sido convocada la ganadora de la palma de oro: El triángulo de la tristeza) Óscar gana prestigio, aunque no las premiaría ni por accidente. Veamos pues cómo se perfila la elección.

Entrega 95 de Óscar

Película

Creo que las mejores películas son las de la última categoría, pero no va a ganar ninguna de ellas (Tár, Los Fabelman, El triángulo de la tristeza, Los espíritus de la isla). Tomando como criterio el que en los últimos años ha ganado por lo general la película que obtuvo el premio al mejor reparto en la entrega del sindicato de actores (Screen Actors Guild), el premio sería para Todo en todas partes al mismo tiempo.

Animación

La mejor película en esta categoría, de éste y de muchos años, es Pinocho de Guillermo del Toro. No creo ni imagino que otra pudiera ganar. Esperemos, eso sí, que este año no veamos a un puñado de ridículos oportunistas toreando carros en la glorieta Minerva a modo de celebración.

Actriz

Los premios por actuación, como he sostenido tantas veces, me parece que se deben en buena medida al personaje que se interpreta. Por eso y porque su desempeño en Tár es verdaderamente excepcional, el premio debería ir a manos de Cate Blanchett. Pero como por lo general Óscar replica lo que ha premiado el sindicato de actores (SAG), el premio será para Michelle Yeoh, protagonista de Todo en todas partes al mismo tiempo).

Actor

A Óscar le gustan los monstruos, por lo que siguiendo además los mandatos del SAG, el premio será para Brendan Fraser por La ballena.

Actriz de reparto

Kerry Condon se lleva las palmas por su desempeño en Los espíritus de la isla. Pero, de acuerdo con el criterio mencionado, la ganadora va a ser Jamie Lee Curtis, quien participó en Todo en todas partes al mismo tiempo.

Actor de reparto

Paul Dano, en Los Fabelman, tiene un desempeño contenido (es excepcional que esté nominado, a Óscar le encanta la grandilocuencia) y merecería el reconocimiento. Lo va a obtener, sin embargo, Ke Huy Quan, quien formó parte del elenco de Todo en todas partes al mismo tiempo.

Director

En este rubro hay bastante competencia. Entre Steven Spielberg (Los Fabelman), Ruben Östlund (El triángulo de la tristeza), Todd Field (Tár) y Martin McDonagh (Los espíritus de la isla) honestamente no sabría a quién dárselo. Apostaría, porque ganaron en el sindicato respectivo (y porque creo que así será), por Daniel Kwan y Daniel Scheinert (Todo en todas partes al mismo tiempo).

Guión

Aquí también hay bastante competencia. En la categoría de guión original los directores también figuran como guionistas. Estamos ante un caso excepcional de películas de autor. Apostaría por Todd Field (Tár).

En el rubro de guión adaptado me parece que hay desniveles ostensibles. Apostaría por el guión de Sarah Polley (Ellas hablan).

Cinefotógrafo

Aquí me parece que hay algunas ausencias notables. Creo que el ganador va a estar entre Roger Deakins (Imperio de luz) y Darius Khondji (Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades).

Película en lengua extranjera

Aquí es donde aparece la mayor variedad (la inclusión sí es inclusiva). La belga Close de Lukas Dhont y la polaco-italiana Eo de Jerzy Skolimowski son notables. No obstante, creo que ganará Sin novedad en el frente.


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