Violencia de género y géneros de violencia

A lo largo de la semana anterior se sumaron las reacciones por las declaraciones que hizo la actriz Rose McGowan censurando la imagen que utilizaba 20th Century Fox para promocionar X-Men: Apocalipsis (X-Men: Apocalypse, 2016). En ella se recoge un momento de la cinta, en el que el malévolo Apocalipsis toma por el cuello a la voluble Raven/Mystique. De acuerdo con la actriz, en esa imagen es tan evidente la violencia de género que fue percibida incluso por una niña de 9 años; reprueba que “un hombre y una mujer de 20th Century Fox” decidan “que la violencia hacia las mujeres es la mejor manera de promocionar una película”. Amplía su “argumentación” sugiriendo que “las protestas serían enormes” si en lugar de un hombre y una mujer fueran “un hombre negro estrangulado por un hombre blanco o un ‘gay’ siendo estrangulado por un hetero”. Además reprocha a los estudios que no han contratado a ninguna directora de cine para sus próximos proyectos. Luego de estas aseveraciones el estudio se disculpó, alegando que no se dio cuenta de las “terribles connotaciones de la imagen” de marras; piden perdón por “sus acciones”, pues “nunca aprobarían la violencia contra las mujeres” (¿contra alguien más sí?).

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No deja de llamarme la atención este episodio porque justamente en esa cinta hay una apuesta de género; pero en otro sentido, en el de la tendencia actual del cine épico de conceder cada vez mayor protagonismo a las mujeres. Así lo consigné en el texto que publiqué sobre la cinta y lo podemos constatar en las sagas Divergente y Los juegos del hambre. Los personajes principales de ambas son chicas ágiles, sexys e intensas que no tienen empacho en enfrentarse, a golpes si es preciso, con adversarios del sexo opuesto. Sobre ellas pesa la responsabilidad de salvar a sus respectivos mundos, rol que habitualmente tenían los hombres, y viven procesos de maduración similares a los que experimentan los protagonistas de Eragon (2006) o las trilogías de El señor de los anillos y El Hobbit. En X-Men: Apocalipsis Raven/Mystique es la fuerza de cohesión de los hombres X y la principal contrincante de Apocalipsis. En ésta, y en entregas anteriores, ese personaje es singularmente violento con sus enemigos, asunto que no parece generar mayor irritación. Asimismo, como me comentó con molestia (¿o ira?) Ernesto Urzúa –crítico certero al que no convencían algunas actuaciones de esta película– apenas terminó la proyección de la cinta, puede constatarse el aprovechamiento que pretende hacerse de la fama que hoy goza Jennifer Lawrence (miembro del cast que tuvo el salario más alto, por cierto), quien da vida a Raven/Mystique, personaje al que se da un peso mayor al que tiene en el cómic que sirvió de inspiración.

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El desencuentro entre McGowan y Fox presenta una serie de cuestiones. En primer lugar surgen dudas sobre el manejo de la violencia que en adelante tendrán las películas de este género, que, por cierto, está en franco descenso. ¿Cómo sería la recepción que podría tener una película de súper héroes que propusiera un tratamiento de la violencia con una crudeza similar a la que se presenta en la vida real? ¿Cómo la recibiría un público que se está habituando a la ligereza, a que el género se instale en la comedia? No me imagino, por lo demás, que algún estudio se plantee un proyecto de esta naturaleza (sí me imagino los comités formados para revisar cada fotograma, para que nadie se sienta ofendido). De esta forma el género se quedará hasta cierto punto instalado no en la fantasía sino en la mentira: la salida de la realidad que lo caracteriza es provechosa para atender los asuntos expuestos (en Hombres X se ofrece una vía para aceptar la diferencia; en Spider-Man se busca sensibilizar a los jóvenes sobre el poder que poseen) para luego volver a la realidad, lo que hasta cierto punto y por una ruta torcida e involuntaria se consiguió con la publicidad que generó el descontento. En adelante seguramente veremos un cuidado extremo en estos asuntos. ¿Veremos súper heroínas que no serán tocadas ni con el pétalo de un misil? ¿Este género cinematográfico, que hace de la violencia uno de sus socorridos ingredientes, manejará un género de violencia light, (y se cuidará de no proponer enfrentamientos que puedan molestar a las sensibilidades exacerbadas, reitero) que no disguste ni al niño más atento? ¿Veremos en general que la violencia es inconsecuente, como de hecho sucede en el enfrentamiento entre los súpers que recoge Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, 2016)? De ser así, se pierde la oportunidad de utilizar la fantasía como herramienta formativa, como una manera de acercar y sensibilizar a los jóvenes al mundo en el que viven, estrategia que utiliza con buenos resultados Tim Burton.

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Asimismo el escándalo que siguió a las declaraciones de McGowan permite constatar que los medios de comunicación y las redes sociales, que han hecho del chisme y del morbo un hábito, en la actualidad hacen las veces de confesionario y juzgado, y la voluble y manipulable opinión pública otorga, magnánima su bendición o su reprobación, la maldición o el perdón. (Y luego vemos que los que son juzgados como culpables salgan a pedir disculpas, como el entrenador de la selección alemana de futbol, que cometió la osadía de hacer algo que, como él dice, todos hacen.) Estoy de acuerdo en que el póster puede leerse de la forma en que ha sido leído, pero entonces habría que ser sensibles a las posibles connotaciones (raciales, sexuales o hasta donde la malicia alcance) de cada imagen que genera la industria estadounidense. ¿Cuál es la connotación de las heroínas de las sagas antes citadas al ponerlas de espaldas o con angelical ropa ajustada en los afiches publicitarios? ¿Cuál es la de exhibir al persa Jerjes como un amenazante ¿payaso? en uno de los afiches de 300 (2006) en un momento en que crecían las hostilidades entre Estados Unidos e Irán?

El evento deja ver la propensión a la exageración que habitualmente surge de una industria a la que no le disgusta el escándalo y sabe sacar renta de él. (Por otro lado, ojalá y se hablara tanto –y mejor, que se creara conciencia y se dieran pasos para alcanzar una solución– de las agresiones sexuales en América Latina; en Brasil, por ejemplo, se presenta una cada 11 minutos.) Asimismo manifiesta el afán de llamar la atención sobre la incorrección ajena, estrategia hasta cierto punto hipócrita de la que también se busca sacar renta, pues pareciera que el que señala al “malo” automáticamente se convierte en “bueno”. En los tiempos que corren sucede que si alguien no se suscribe a lo que la masa designa como correcto se convierte en objeto de escarnio, de insulto. En el nombre de la corrección hoy se cometen abundantes excesos y también se violenta la diferencia. Más preocupante sería que se contratara a los directores por cuota de género: la equidad no se consigue por decreto; llegar a ella depende un replanteamiento de la educación, de la que se imparte en casa, principalmente. Las “gestas” en la industria norteamericana, como el reclamo por la igualdad salarial de actores y actrices tiene tintes dudosos, porque hasta donde alcanzo a ver se busca más el beneficio personal que el gremial. Jennifer Lawrence ha sido una de las más activas en este reclamo, y tengo una gran curiosidad por saber qué dirá –y qué hará en adelante– con respecto a la desproporción entre sus ingresos en Passengers, cinta por la que recibirá 20 millones de dólares mientras que el realizador, Morten Tyldum, quien fuera responsable de El código enigma (The Imitation Game, 2014), se embolsará sólo 3. El crítico Leonardo García Tsao comentó después de la premiación del festival de Cannes de este año que ganaba la corrección y perdía el cine. ¿Acá tendremos otra “batalla” perdida?

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