Guerra civil entre el soldado rebelde y el rebelde soldado

Para bien y para mal, Capitán América: Civil War (Captain America: Civil War, 2016) sorprende en más de un sentido; el balance presenta aristas positivas, pero también algunos asuntos cuestionables. La apuesta se sustenta en una inversión: el soldado –Capitán América o su sangrón apócope, “Cap”– se convierte en rebelde, y el rebelde –Iron Man– en soldado. De la credibilidad que uno le conceda a esto depende en buena medida la verosimilitud de la cinta.

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Capitán América: Civil War es la más reciente entrega de Anthony y Joe Russo (responsables de Capitán América: El soldado de invierno) y retoma el pretexto de partida del cómic homónimo. Nos lleva a un momento en el que las actividades de los súper héroes acumulan resultados negativos, particularmente muertes de inocentes. De ahí que la ONU proponga controlarlos y sujetar sus incursiones a un consejo. Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.) está de acuerdo, pero el Capitán América se rehúsa a aceptar esta decisión. Esto provoca una escisión y la guerra civil mentada en el título. El enfrentamiento se da cuando el segundo protege a Bucky/Soldado de invierno (Sebastian Stan), su fugitivo amigo (¿o algo más?), y el primero es encargado de detenerlo.

 

Con una vistosa puesta en cámara y un ritmo ágil, los hermanos Russo consiguen dar buen curso a su entrega. Con emplazamientos de cámara sugerentes, la acción se despliega con claridad y fluidez. Los pasajes de esta naturaleza son además dosificados con fortuna (a diferencia de las largas y a veces tediosas batallas que hoy prodiga este género). La estrategia se implementa en las diferentes ciudades en las que transcurre la historia, al estilo del 007. Y hasta aquí el tándem entrega buenas cuentas.

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Los Russo parten de un visitadísimo lugar común, la regulación de los súper héroes, que podemos ver lo mismo en la novela gráfica El regreso del caballero nocturno de Frank Miller que en la animación Los increíbles de Pixar. Como anticipaba líneas arriba, en Capitán América: Civil War “perpetran” un giro en los antecedentes que tenemos de la conducta de sus personajes principales: el soldado obediente y patriotero aquí se declara en rebeldía; el arrogante y rebelde inventor está de acuerdo en ser controlado. Ellos y los otros Avengers encaran culpas del pasado y eso condiciona sus lealtades. Todos creen que están haciendo lo correcto y, conforme avanza, la historia se inscribe en el terreno de la moral. Las decisiones de todos tienen un matiz ético, y aquí se abría un campo en verdad atendible. Pero como sucede a menudo con el cine norteamericano, no se exploran los dilemas que se presentan entre lo correcto y lo legal ni se lleva el asunto a las últimas consecuencias; tan sólo se alimenta el enfrentamiento entre Iron Man y el Capitán. Sólo un personaje tiene un gesto encomiable que va más allá de la venganza (ese gran surtidor del cine norteamericano), y no es ninguno de los principales. Más allá de la antipatía que me genera el Capitán América, una especie de emblema propagandístico del tío Sam, los giros que presentan los personajes no termino de creérmelos. El comportamiento del militar del escudo me parece, además, que lleva un mensaje político al mundo: llegado el caso, Estados Unidos no se somete al mandato de una autoridad internacional, como sucedió con el protocolo de Kioto sobre el cambio climático que empujó la ONU y el presidente norteamericano no firmó.

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El alcance de los temas propuestos se debilita, además, por lo que hoy parece una obligación para el cine de súper héroes: imprimir abundantes dosis de humor y llevar las cintas a un terreno que podría llamarse épica cómica (más que una batalla a menudo asistimos a una serie de chistes). Este afán, que habita numerosos pasajes de Capitán América: Civil War (el peor es el enfrentamiento directo entre las dos facciones de los Avengers, con un Spider-Man bufonesco), si bien suma en amenidad, resta en seriedad. Y no es que uno espere en una película como ésta las grandes revelaciones o la iluminación rigurosa de los grandes temas de la humanidad. Pero si se plantea un asunto que reviste cierta gravedad, al menos habría que ser congruente en el tono (¿o quién se toma en serio el enfrentamiento recién citado?). A estas alturas, cuando los súper héroes han probado que son habitados por cierta complejidad y pueden encarnar dramas profundos, sabe a poco quedarse en la superficie anecdótica o el chiste.

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