Rocketman: el cohete no alcanza grandes alturas

Como vimos recientemente con Rapsodia bohemia (Bohemian Rhapsody, 2018), es rentable llevar a la pantalla vidas (parciales) y músicas célebres de otros tiempos. La apuesta con Rocketman (2019) es similar en ambiciones. La evaluación sobre el resultado del público en general –y de algunos especialistas en cine– está contaminada con la emoción que deja lo que se oyó y vio en pantalla. De ahí que gocen de excepcional fama cuando no son cintas excepcionales. A la cinta protagonizada por Queen le alcanzó para más de una nominación al Óscar; el gusto de la gente la encumbra, si bien la crítica la pone en su justa medianía (en imdb.com el público le da una calificación de 8.0 en promedio; Metacritic arroja un 49/100). Mejores cuentas ofrece la cinta protagonizada por Elton John, ciertamente. Pero tampoco es una obra maestra.

Rocketman es el cuarto largometraje de Dexter Fletcher, quien participó de forma determinante en la dirección de Rapsodia bohemia, sin recibir crédito por ello. Ahora acompaña la infancia y juventud de Reginald Dwight, quien es despreciado por su padre y menospreciado por su madre. Desde muy chico muestra habilidades excepcionales en el piano. Con el paso de los años se convierte en Elton John (Taron Egerton), y en mancuerna con Bernie Taupin (Jamie Bell) –autor de las letras de las canciones que le dieron fama– alcanza grandes alturas en la música pop. No sucede lo mismo con la cinta.

De entrada, Fletcher inscribe su propuesta en el musical, y desde muy temprano nos receta los bailables y cantables que caracterizan este género. El recurso es pertinente para exponer asuntos vitales, pero también para la digresión, el espectáculo demostrativo, el vano lucimiento: se aprovecha de buena manera el potencial discursivo del género para dar cuenta del gran egoísmo de los progenitores de Dwight; es un tanto gratuito el bailable dedicado a la canción “Saturday Night’s Alright For Fighting”; a medio camino estaría el de “Crocodile Rock”, que supone el parteaguas en la carrera del músico. El realizador muestra en general un rigor para la puesta en escena y saca buen provecho de escenografías, vestuarios, maquillajes y luces, las cuales aportan dramatismo y en algunos momentos contrastes valiosos. Con la cámara es discreto, si bien es cierto que en algunos pasajes la movilidad contribuye a dar ritmo a la propuesta.

A pesar de los deslices del musical, Fletcher consigue un buen inicio. No obstante, conforme Elton crece, la cinta se estanca. Si bien es cierto que va más lejos que Rapsodia bohemia en el afán de explorar a su personaje principal (en Elton habita un Dwight medianamente huérfano), la propuesta se aleja de los parámetros del cine biográfico; y si se abordan asuntos que tienen un pie en la superación personal (es imperiosa la conciliación con niño interior para aspirar a cierta paz), hay pocos atisbos sobre la ruta del ser humano. En términos generales Elton y Freddie se explican por manejadores que se ganaron su lugar con el sexo y luego resultaron abusivos; y por ellos se explica la caída en las adicciones. Rocketman nos deja claro que estamos ante un artista excepcional (aunque tampoco explora a profundidad la trayectoria), pero no queda claro quién es el ser humano que está detrás: es evidente que hay un control sobre la cinta de Elton John, quien no habla en la prensa de una película sobre él, sino de su película. Al final Elton no resulta tan simpático que digamos (a juzgar por algunas entrevistas que he visto después de ver la película, es más bien antipático). Fletcher deja lagunas temáticas y narrativas, es inconsistente en el manejo de género (no entrega un musical cabal; tampoco un sólido biopic) y cierra con un videoclip que se queda corto como cereza de pastel, sobre todo si lo comparamos con el maravilloso final en Wembley de Rapsodia bohemia.

Calificación 70%

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