Nuevo orden: ¿nuevo orden? o ¡cuidado, ricos, sus sirvientes están enojados!

Michel Franco suele explorar en sus películas las consecuencias de eventos que rompen el curso pacífico de las cosas, los límites a los que pueden llegar los protagonistas de aquéllos. La resolución, como el asunto en sí, presentan dilemas atendibles y pueden ser controversiales. En Después de Lucía (2012) dio cuenta de las consecuencias de la incomunicación y del bullying, en Daniel & Ana (2009), del incesto, en El último paciente: Chronic (2015) de la eutanasia. Con Nuevo orden (2020), la más reciente entrega del cineasta, es posible percibir una voluntad similar. Parte de una especulación y presenta una de sus posibles consecuencias (no las últimas, por cierto): ¿qué pasaría en México si la servidumbre lleva a cabo una revuelta contra sus patrones y se da un atracón con el botín así obtenido?

Nuevo orden presenta un clima violento del que poco sabemos al inicio, pero que pronto se va aclarando. La historia da cuenta de las vicisitudes de Marianne (Naian González Norvind), una joven burguesa que está a punto de casarse. Pero mientras esperan a la jueza, para llevar a cabo la boda civil, ella sale con un propósito altruista. Es entonces que la casona donde habría de tener lugar la ceremonia es asaltada con violencia por una turba turbadora. Los sirvientes, lo mismo que los meseros, los choferes y los guaruras, se suman al asalto. Marianne, por su parte, no puede regresar a su casa, aun después de que el ejército acaba con el desorden al día siguiente.

Franco presenta una crónica que, a diferencia del ritmo apacible de sus entregas previas, avanza casi con celeridad. Con buena profundidad de campo la cámara concede protagonismo al paisaje y es una guía que nos lleva a diferentes frentes para hacernos testigos de los eventos. Así podemos ingresar a la intimidad de la burguesía, pero también al centro de control de la autoridad. La cinefotografía, cortesía del belga Yves Cape (colaborador de cabecera de Bruno Dumont y responsable de la luz de Las hijas de Abril), contribuye a establecer un tono realista. Lo mismo sucede en la banda sonora, en donde aparecen algunas dosis de sordidez y atmósferas que resultan incómodas.

Franco concibe una cinta que manifiesta nexos claros con Flores de papel (1977) de Gabriel Retes, que daba cuenta de la ocupación de una residencia por un grupo de vagabundos. Nuevo orden sugiere una agresión de dimensiones mayores –una revuelta– pero no es perceptible un ánimo reflexivo consecuente. La sordidez es mesurada, por lo que la cinta y la realidad expuesta no llegan a ser chocantes. Genera cierto malestar, pero creo que no es por las causas que la prensa expresó cuando la cinta circuló por las salas de cine. Como Guasón (Joker, 2019) de Todd Phillips, da cuenta del enojo de la clase trabajadora, pero es, de principio a fin, un llamado de alarma para la burguesía. Pareciera mandar un mensaje de alerta: ¡cuidado, ricos, sus sirvientes están enojados y los pueden robar y maltratar! Aquí se exhiben algunos hábitos de la gente adinerada (incluso se menciona al paso el origen corrupto de su riqueza), cierta insensibilidad en su trato con la servidumbre, pero no hay denuncia alguna sobre la desigualdad social ni crítica al clasismo.

Hay quien habla de una revolución, sin embargo, los enardecidos sirvientes son un grupo de delincuentes, de saqueadores y ladrones que no tienen propuesta alguna. No tienen conciencia de clase, como diría algún marxista anacrónico. Como en Parásitos (Parasite, 2019) –con la que Nuevo orden también tiende puentes, si bien queda lejos de la capacidad de sugerencia y reflexión de aquélla– desean lo que tiene el patrón, pero no ocupar su lugar; por otra parte, lo que en la cinta coreana es sutileza y agudeza acá es una mera rabieta, mera demostración. Alberga además algunas dosis de moralina, y muestra cómo los que quieren hacer el bien terminan mal. Al final la cinta es tan breve (dura menos de una hora y media) como lo que termina por decir o revelar, como su discurso. Nos recuerda, eso sí, algo que no es una novedad –mucho menos un nuevo orden– y que los sudamericanos, que han padecido dictaduras feroces, conocen muy bien: los militares sí saben para quién trabajan: en primer lugar, para ellos.

En el festival de cine de Venecia, Franco obtuvo el Gran premio del jurado.

Calificación 50%

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