No hay misterio en El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas

No es raro que la gente de mercadotecnia de una distribuidora cinematográfica haga “aportes” de su cosecha y añada palabras a la traducción del título de una película al español. Con el objetivo de hacerlo más llamativo, o de incentivar la curiosidad, Pulp Fiction, por ejemplo, circuló como Tiempos violentos. (A veces esta voluntad tiene involuntarios efectos afortunados, como el caso de Iron 3, que se convirtió en El espíritu de la pasión.) Menos frecuente es que, de origen, una propuesta audiovisual lleve en el título “misterio” y “Marilyn Monroe”, lo cual parecería más una promesa de una segura revelación y un seguro motivador del morbo. En todo caso, es inevitable generar algunas expectativas con El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas (The Mistery of Marilyn Monroe: The Unheard Tapes, 2022) de Emma Cooper.

Esta producción de no ficción (no podemos colgarle la etiqueta de documental a cualquier colección de elementos audiovisuales que en su mayoría provienen de la realidad, como es el caso; estamos más cerca del reportaje), cortesía de Netflix, se sustenta en unas entrevistas que llevó a cabo el británico Anthony Summers en 1982, cuando la ciudad de Los Ángeles reabrió el caso por la muerte de Marilyn Monroe. Resurgen a escena, así, personajes que en su momento fueron célebres y estuvieron relacionados directamente con la actriz. El “misterio” de la muerte quedó resuelto en 1982 y ahora lo constatamos, por lo que los audios que ahora se presentan son más estruendosos que reveladores.

Cooper pone en escena a algunos actores para dar imagen a las voces grabadas por Summers. Así, vemos a diferentes hombres y mujeres que se parecen a personas que conocieron a la actriz actuando al teléfono, coreografiando los parlamentos; entre otros, los histriones dan cara a celebridades de la realización como John Huston y Billy Wilder, pero también a los hijos y la esposa del psiquiatra que atendió a la Monroe. Asimismo, presenta en numerosas ocasiones panorámicas de Los Ángeles, para cumplir con lo que parece un requisito de Netflix para sus producciones de no ficción: ubicar una y otra vez el lugar donde sucedieron las cosas, aunque estas imágenes no aporten absolutamente nada al relato. Esta estrategia resulta pobre para crear un producto audiovisual sólido. Un podcast habría sido, tal vez, una idea más congruente.

Cooper da cuenta de las virtudes de Monroe: una mujer inteligente y ambiciosa, tenaz pero frágil e insegura, que escaló rápidamente en Hollywood. Recuerda sus relaciones sentimentales y matrimoniales con hombres que tenían poder o celebridad, todos mayores que ella: del beisbolista fenómeno Joe DiMaggio al dramaturgo demiurgo Arthur Miller, pasando por los hermanos Kennedy. El diagnóstico que surge es transparente, y Freud tendría bastante que corroborar al respecto. Para dar cuenta del “misterio”, Cooper hace un esbozo nada novedoso de lo que sucedía a inicios de los años sesenta en la escena política norteamericana. Trae a cuento, en particular, la enemistad de los Kennedy con Jimmy Hoffa, el mafioso líder sindical de los transportistas, quien estaría detrás de grabaciones “comprometedoras”. Su arsenal apunta al final a los Kennedy, quienes rompieron con la actriz poco antes de su muerte, y hoy serían blanco en automático del Me Too (de hecho, aunque no viene a cuento, en esta producción lo son).

El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas relata los sucesos previos a la muerte de la actriz y desmiente algunos puntos de la versión oficial, que al final resultan irrelevantes. En la ruta esboza –creo que sin darse cuenta– una paradoja sobre el FBI, que pasa de ser un ente beligerante y contundente en sus hallazgos, a una oficina obediente y dócil. En todo caso, el “misterio” sobre la muerte de Monroe queda como estaba: la versión del asesinato es insostenible; se debió a una sobredosis de barbitúricos y pudo ser un suicidio.

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