Napoleón no aparece en Napoleón

Conforme avanzaba Napoleón (Napoleon, 2023), la más reciente entrega del irregular Ridley Scott (que igual entrega una obra maestra como Blade Runner que una cinta fallida, como El consejero), me preguntaba a qué horas aparecería el héroe epónimo, cuyos restos residen en Los inválidos, el majestuoso mausoleo parisino. Llegó la película a su fin y Napoleón Bonaparte nomás no apareció. En la ruta vi a un actor norteamericano (Joaquin Phoenix) disfrazado con ropajes militares del siglo XVIII y XIX, que hablaba en inglés y se llamaba como el sujeto de marras; vi una película made in Hollywood (y recalco, nunca dejé de tener claro que estaba viendo una puesta en escena) que presentaba una sucesión de vilezas protagonizadas por el susodicho. Antes del inicio de la proyección me enteré de que el corte del director dura más de cuatro horas (la película que me aprestaba a ver dura dos horas y media), y es el que se podrá ver en streaming. ¿La cosa se explica, entonces, como sucedió con Dune (2021), la fallida película de Denis Villeneuve (y la más floja de su filmografìa), que se llama así porque habrá dos partes (Dune+Dune=Dunes, ¿verdad?)? Entonces, lo que vimos en la sala de cine, ¿es sólo una parte y su título debió ser Napo? ¿Será que en León surgirá el personaje que pasó a la posteridad como un genio de la milicia? (Por lo pronto los genios de la milicia son los ingleses, que emulan a los romanos de El gladiador en sus formaciones cuadrangulares.) Al final me resulta inevitable parafrasear a “nuestro” Napoleón: “hombre si te dices hombre”, ¿si no sabes de la abyección no sabrás de la gloria? Y “cuando llegue al fin tu despedida”, ¿seguro es que feliz sonreirás?

La sinopsis de Napoleón que presenta la Internet Movie Database reza así: “Una perspectiva íntima de los orígenes de Napoleón Bonaparte y su veloz e implacable ascenso al trono, a través del enfoque de su cautivadora e inestable relación con su esposa y único amor verdadero, Josefina.” Habrá que precisar que hay algunas falsedades en la habitualmente precisa base de datos. No hay una perspectiva íntima (estamos claramente ante una película objetiva), y de los orígenes de Bonaparte por la cinta no sabremos absolutamente nada; para la relación con Josefina que quí describe Scott no aplicaría el adjetivo “cautivadora”. Tampoco es totalmente exacta la frase que aparece en el afiche publicitario: “Salió de la nada. Lo consiguió todo.” Estaría de acuerdo con la primera parte (por la cinta no sabremos de dónde viene ni quién fue Napoleón antes de 1789), mas no del todo con la segunda: ¿a qué se refiere con un “todo” que la película no presenta ni valora?

El guión lo firma un tal David Scarpa, coautor del texto que sirvió de base a otra película de Scott: Todo el dinero del mundo (All the Money in the World, 2017). Vale la pena detenerse en el guión porque ahí reside en buena medida la mediocridad de la película. Para empezar: es un texto que no presenta claridades con relación al protagonista. Más allá de ignorar de dónde viene, no nos enteramos de quién es. Se le echa en cara su hambre de poder (¿o hambre de sed?), pero él nunca se manifiesta en este sentido ni declara mayores ambiciones. Es cierto que a menudo es conveniente dejar zonas de oscuridad en los personajes, para que el espectador se involucre y llene desde su campo los huecos, pero Napoleón, mustio, es un misterio de principio a fin, y su personalidad queda en la oscuridad. Nada sabremos de las razones que hicieron de él una celebridad.

El perfil de Napoleón que se esboza en la cinta corresponde a un sujeto más bien nulo: es un cornudo incapaz de trazar sus propias metas (cada paso que da es sugerido por alguien más), su desarrollo en batalla es negativo (sólo en una parece sagaz; en las otras luce tan lerdo como asustado); es torpe y cobarde, y si la relación con Josefina ocupa bastante tiempo, tampoco sobresale por su romanticismo o su sexualidad: vemos a un amante rústico, sin imaginación, carente de virtudes para la seducción.

Queda claro que no se buscaba hacer una apología ni una película épica (dudo, además que se quisiera dar forma a un antihéroe); mucho menos una exploración veraz en el campo histórico. Se agradece el afán de desmitificar al militar (en tiempos, como los que vivimos, en los que la mitificación es tan frecuente y expedita como la cancelación) pero el resultado apunta a la ridiculización, a la caricatura, al vituperio, aun al insulto. Es un guión hecho “en contra” de Napoleón, lo cual no es del todo censurable, a menos que, como es el caso, esta aversión reste toda densidad y profundidad al personaje y al tema (cualquiera que éste sea; francamente no me enteré de cuál podría ser: la película no me dice nada). El resultado se inscribiría en el cine biográfico porque da cuenta de algunos eventos y episodios que vivió Napoleón, pero no pretende ni consigue hacer una biografía que se sujete rigurosamente a los eventos que efectivamente tuvieron lugar. De ello dan cuenta algunos historiadores, que anotan numerosas inexactitudes o libertades presentes en la cinta. ¿Qué pretende entonces?

Tengo la impresión que estamos ante una de las películas más flojas de Scott. Al parecer el protagonista no le inspira mayor cosa y su inspiración en la realización luce por su ausencia. Scott, que habitualmente es bastante eficaz en el manejo de la cámara y en el registro de la acción, no consigue mayor emoción ni siquiera en las batallas. Y si en su filmografía previa ofrece claridad en el curso de las hostilidades, ahora por momentos es incluso confuso. Cae en esas facilidades que se han puesto de moda, las que creen que el caos es sinónimo de vértigo.

La mediocridad de la película no reside en la distancia con el personaje que supuestamente la inspira, sino en la nula progresión narrativa y en la escasa profundidad que alcanza, en la ausencia de una verdad (y todo autor que se respete plasma su verdad en las obras que concibe, como deja constancia la más reciente entrega de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna; Scott no es un autor, no está de más añadir), que no necesariamente tendría que coincidir con la que la historia ha enaltecido. Y si es deseable que una película de época haga un comentario sobre el tiempo en el que se realiza, no encuentro en Napoleón un discurso oportuno o pertinente para los bélicos días que corren. Al final aparecen las cifras de los muertos que provocaron algunas batallas en las que se involucró el malogrado corso. Napoleón es, así, una especie de ángel de la muerte, algo así como un asesino serial. Así las cosas, la pregunta sobre Napoleón es, citando a Napoleón: “¿Y para qué?”

Calificación 40%
,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *