El teléfono negro: llamadas atendibles con dosis de terror

El teléfono negro (The Black Phone, 2021) es la más reciente entrega de Scott Derrickson, quien entregó buenas cuentas en Doctor Strange (2016), pero no tan buenas en más de una película de terror: El exorcismo de Emily Rose (The Exorcism of Emily Rose, 2005), Sinestro (Sinister, 2012) y Líbranos del mal (Deliver Us from Evil, 2014) no van más allá de la mediocridad en la que el género vive desde hace un buen rato. Con su nueva cinta, que no cabe del todo en el género del terror, se reivindica.

El teléfono negro se inspira en el cuento homónimo de Joe Hill y ubica la acción en un suburbio de Colorado en los años setenta del siglo anterior. Acompaña las desventuras de Finney (Mason Thames), un chamaco que asiste a la secundaria y sufre violencia en su escuela y su casa. Recibe estoico las agresiones de sus compañeros y tolera la ira de su padre. Para acabarla, anda suelto un robachicos conocido como El raptor, y los desaparecidos se acumulan; Finney es el último de la lista. Éste cuenta, eso sí, con el apoyo de su hermana Gwen (Madeleine McGraw) y de su amigo Robin (Miguel Cazarez Mora).

Derrickson apuesta por una puesta en cámara convencional, con algunos pasajes registrados con cámara en mano que son provechosos para incrementar la tensión (en particular cuando la ira paterna se desata). Asimismo, recurre de forma dosificada a algunos de los manidos hábitos del terror, como los sobresaltos y las sorpresas, los cuales se producen por la irrupción de algún elemento inesperado y el incremento del nivel del sonido. La puesta en escena es lucidora, pues no sólo se recrea la época con solvencia (la luz, así como vestuarios, escenografías y maquillajes, contribuyen bastante a la pátina setentera), sino que instala cierta sordidez en el ambiente. Llama la atención el uso, en algunos momentos, de los efectos que hacen pensar en un registro en celuloide casero, en 8 mm. La cinta avanza a buen ritmo, a lo cual contribuyen algunos éxitos musicales de la época.

Este estilo es provechoso para concebir una cinta con algunos ingredientes de terror (no es una cinta que quepa del todo en este género, como anotábamos párrafos arriba) y algunos apuntes valiosos. Derrickson esboza un paisaje contrastante, en esos años setenta que cada vez son más revisados por el cine en tiempos recientes (recordemos Licorice Pizza de Paul Thomas Anderson). Los adolescentes experimentan con curiosidad y gozo los descubrimientos del crecimiento, pero el ambiente es poco propicio, pues los adultos viven en constante frustración, que en medida se explica por las malas vivencias en Vietnam. Éstas se traducen en intolerancia y agresión, en incapacidad para guiar a los chamacos, para ser padres (la cinta es un buen anti-regalo para el día del padre). Finney es tímido y cobarde, pero es analítico y creativo; Gwen es arrojada, parlanchina y lúcida, no calla lo que piensa y resulta bastante simpática (es un gran personaje… del siglo XXI). Son buenos niños, pero no escapan a la ira de su padre, un viudo alcohólico que aparentemente es ex militar, que no tolera que hagan ruido ni que le creen el mínimo contratiempo; no sabe cómo relacionarse con ellos, aún menos cómo hacerse cargo, cómo lidiar con sus singularidades. Su conducta alcanza matices brutales al propinarle una golpiza a su hija. Así, el gran asunto de la cinta es cómo reaccionan los adolescentes a la violencia que reciben de sus mayores, y los elementos sobrenaturales que se presentan en la cinta (las llamadas del más allá que hacen las víctimas, los sueños premonitorios de Gwen) son simbólicos, pues en conjunto dan cuenta de los recursos que tienen los jóvenes para encarar la adversidad. La conclusión es clara y triste: están solos (todos lo estamos, dirá con razón Perogrullo) y sólo cuentan con ellos mismos para solventar la adversidad.

Si bien la historia funciona y los apuntes son valiosos, justo es consignar que Derrickson echa mano de sus recursos de forma inconsistente (sí, adolescente), incluso gratuita (de pronto sustitos, de pronto flashbacks ilustrativos y esclarecedores), por lo que no resulta muy homogénea y coherente que digamos. Creo que la inserción de elementos como éstos aporta más a la longitud que a la densidad, creo que la cinta rebasa la medianía, pero la historia daba sobre todo para un muy buen cortometraje.

Calificación 70%

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