Donde hubo fuego Bellas de noche quedan

En la edición del año anterior del Festival internacional de cine de Morelia, el más importante de México, recibió comentarios elogiosos y obtuvo el premio a mejor documental mexicano. Sus protagonistas despertaron en mi memoria recuerdos cinéfilos culposos. La suma generó expectativas y por eso ahora que Bellas de noche (2016) está disponible en Netflix, me dispuse a verla. El resultado no es tan esplendoroso como suponía: me he quedado con un sabor a decepción.

Bellas de noche es el primer largometraje documental de María José Cuevas, hija del otrora famoso pintor mexicano José Luis Cuevas. La cinta acompaña en tiempos recientes a cinco exvedetes (Rossy Mendoza, Lyn May, Wanda Seux, Princesa Yamal y Olga Breeskin) que en los años setenta y ochenta fueron figuras de la vida nocturna mexicana y alcanzaron cierto poder mediático. (Son tiempos, recordemos, en que una vedete –Irma Serrano, “La Tigresa”– fue amante de más de un presidente, y otra –Sasha Montenegro– fue esposa de un presidente y hoy, viuda, cobra la mitad de su pensión. Son épocas en las que las variedades en centros nocturnos eran habituales y gozaban de cierto prestigio y en las que películas y revistas eran los únicos medios accesibles al consumo sexual.) Cuevas registra algunos pasajes de la vida cotidiana de estas mujeres, quienes nos relatan cómo ha sido su vida durante y después de su pasaje por el vedetismo.

Cuevas ingresa, a veces con reservas, a veces con ánimo morboso, a la intimidad de las exvedetes. Descubrimos así que una de ellas sigue dando shows pero ahora con propósitos religiosos (participa en una de esas iglesias al estilo brasileño); otra lidia con el cáncer y tiene dificultades para caminar por su humilde vivienda en medio de la jauría con la que vive; otra se entretiene viéndose en las películas en las que apareció y trabajando, según nos dice, sobre un libro de metafísica; una más cuenta cómo durmió con el cadáver de su difunto marido y hoy acompaña al que llama “amor de su vida”, quien camina con dificultades apoyándose en ella y en un bastón; la última aplica tratamientos faciales. En la ruta se ventila el pasado, casi con pudor, las alturas del espectáculo que alcanzaron desnudándose; alguna recuerda las aventuras sexuales que tuvo, otra declara una y otra vez que no necesita de los hombres. Inevitablemente se aborda el asunto del paso del tiempo (tremenda impresión la que provoca el rostro de la May); en casi todos los casos se hace mutis sobre las intervenciones estéticas que se han practicado, si bien vemos cómo una de ellas, Wanda Seux –quien aparece más de una vez sin maquillaje– se somete a un procedimiento facial antiarrugas.

Cuevas entrega una cinta irregular, dispersa: pareciera que seleccionó los highlights de las grabaciones que realizó a lo largo de los diez años. Utiliza recursos manidos, como acompañar a lo largo de un día a sus personajes o hacer preguntas de falsa malicia al estilo Playboy (como la que hace a Lyn May sobre los lugares inusuales donde tuvo relaciones sexuales) y queda claro que al poner una cámara frente a sus vedetes revive en ellas el afán por actuar. Así, algunos pasajes parecen más demostrativos que sinceros. Poco se regresa sobre los tiempos de esplendor de las vedetes, poco se examinan los pasajes desagradables (como la estancia de una de ellas a la cárcel o las adicciones de otra). La vida nocturna que encabezaron por lo general emulaba a Las Vegas; entonces tenía un aura kitsch… y no deja de tenerlo, extendiéndose además al presente. No pude reprimir hacer un puente con el mundo de la lucha libre.

Al final Bellas de noche realiza un tibio homenaje y consigue acercarnos a las contrariedades de un grupo de mujeres que alcanzaron celebridad gracias a una apariencia que ya no existe (lo del canto y baile en realidad no fueron tan meritorios ni en los tiempos de esplendor), a las dificultades para reinventarse, para superar la superficialidad de los medios en los que se movieron las vedetes y en los que consiguieron sus éxitos, la mitomanía. Sin hacer escarnio, casi con compasión.

 

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