¿De qué hablamos cuando hablamos de cine? 2

Como es posible constatar en las publicaciones de todo tipo que surgen a propósito de una película, no hay un consenso en lo que es deseable o conveniente observar, comentar y apreciar. (Hay tradiciones analíticas que se sustentan en la contabilidad: cuántas veces aparece tal o cual personaje, cuántos minutos suma una clase conformada por miembros determinados. Las cifras resultantes son pertinentes para le feudo desde donde se realiza el análisis, pero me temo que fuera de ahí tiene escaso valor.) Sería deseable, como anoté antes, que en el texto se dejara claridad con respecto a desde dónde se dice lo que se dice, qué se valora y cómo se valora. Asimismo, es fundamental aportar argumentos para explicar y apoyar lo que se termina por valorar. Y si al final una película resulta meritoria no tanto porque cumple con una agenda (urgente, oportuna o de moda, lo mismo da) o apoya a tal o cual comunidad, ¿dónde residiría, pues, su valor? Aquí es donde entraría la crítica, dondequiera que esté. 

Definir los parámetros a observar, analizar y valorar parece una cuestión evidente en el cine. Pero no me canso de repetir que no hemos recibido ni siquiera la educación básica en materia audiovisual (hablo de México, para empezar). Si desde edades tempranas y durante años asistimos a cursos escolares de Español y al final somos muy malos lectores, ¿cómo andaremos en asuntos audiovisuales, sobre los que no tenemos mayor instrucción? (sigo con México). Por otra parte, como señalaba Annemarie Meier, la actividad crítica es una prolongación de la actividad académica (y ella sabe de lo que habla: es un baluarte en ambos campos). 

No creo que haya una verdad absoluta en esta materia. Es más, aventuro una paradoja y asumo que, si las hay, las verdades son parciales y temporales: existe la búsqueda, que ha de ser permanente si uno tiene la ambición crítica: como decía Luis Buñuel: “He estado siempre al lado de aquellos que buscan la verdad, pero los dejo cuando creen haberla encontrado.” No hay un “deber ser”, felizmente, si no podríamos caer en dogmas, como a veces sucede en la Academia. Ser crítico supone, para empezar, revisar y cuestionar aquello que se valida. Amén. 

Dicho lo anterior, preciso las coordenadas desde las cuáles me parece pertinente abordar una película. Porque el interés está, para empezar, en la película (me genera escozor referirme a ella como film), en el objeto. Así será medianamente posible aspirar a cierta objetividad. Para propósitos de análisis es pertinente hacer un desglose de los elementos que conforman el todo que se proyecta en la sala oscura o en la sala de la casa. En estos menesteres me parece que una de las propuestas más sólidas es la que presentan David Bordwell, Kristin Thompson y Jeff Smith en el libro Film Art: An Introduction (que por acá circula como El arte cinematográfico), que ya va por su decimotercera edición. Sin fanatismos de por medio, diría que es la biblia. ¡Aleluya! 

Desde una perspectiva formalista, estos autores desmenuzan la película a partir de las técnicas que la conforman. Proponen cuatro grandes bloques: puesta en cámara, puesta en escena, montaje y sonido. Cada uno, a su vez, se divide en una serie de elementos –que suman 15 en total–, y que se han de observar y describir para iniciar el análisis. A continuación, para cada uno esbozan las funciones que pueden tener. Y es fundamental distinguir funciones de intenciones. Éstas las sabe el autor, pero vaya uno a saber si lo que quiso hacer funciona en pantalla como aquél quería. A partir de estos elementos se materializa la narrativa, y los autores hacen otra distinción pertinente: argumento e historia. Mientras el primero reside en las imágenes en movimiento y sonidos presentes en la cinta, la segunda es realizada por el espectador a partir de lo que ve y escucha. Así, podemos constatar en cualquier película (verbigracia Barbie) que a partir del mismo material audiovisual diferentes públicos arman diferentes historias. En el libro de marras también se hace un esbozo sobre tipos de películas (géneros) e historia, por lo cual el acercamiento al arte cinematográfico es robusto. Me parece que el análisis quedaría completo al definir y revisar los temas que “porta” y desarrolla el argumento. En este terreno se inscriben algunos comentarios y opiniones, pero habría que subrayar que, si lo hacen, el abordaje a menudo es superficial; más raro es que se aluda a terrenos de referencia más amplios: la cultura (o lo que cada quien entienda por ella), la psicología o la sociología, y aún más a los de las ciencias de a deveras (Oppenheimer ofrecería un ejemplo a modo). 

Puesto el mapa, es conveniente precisar una de las grandes reducciones que hacen los opinadores, quienes a menudo hablan, para empezar y a veces para terminar, de los actores, a los que incluso atribuyen la autoría de la película: para continuar con los ejemplos, se dice que Barbie es la última película de Margot Robbie y no con Margot Robbie (la preposición es una revelación y hace toda una declaración). He leído textos que son una sucesión creciente de adjetivos para referirse al trabajo del elenco, una prueba además del vocabulario del o la que lo firma: el brillante R, la maravillosa M; X tiene una actuación increíble (vaya uno a saber qué es eso), Y está estupenda; Z, magnífico, etc. Imagino que los calificativos pueden tener un sustento (Woody Allen no suele hacer comentarios sobre su desempeño a los actores que trabajan con él, pues, dice, los contrató porque son buenos; desafortunadamente la mala fama de la mala prensa provocó que en sus memorias le dedicara un epíteto elogioso a cuanto histrión menciona, por más ingrato que éste o ésta haya sido con él), pero creo que primero habría que describir la actuación, luego precisar algunas funciones y al final la calificación. Pero incluso me parece aún más enriquecedor hablar del personaje, que es la suma del guión, la iluminación, el maquillaje, el vestuario, la cámara y el montaje. Los actores son una de las 15 categorías propuestas por Bordwell y compañía. Y para estos opinadores y opinadoras de cortas miras al final son la rama que les impide ver el bosque de las otras 14. 

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