En la edición del año anterior del Festival de Cannes Zona de interés (The Zone of Interest, 2023) obtuvo abundantes y casi unánimes comentarios positivos; de ese evento salió con el Gran Premio del Jurado y con el premio de la prensa cinematográfica (FIPRESCI). Es decir, convenció por igual al jurado (conformado por personalidades que hacen cine y con la presidencia de Ruben Östlund) y a las personas que escriben sobre cine (por lo general críticos). La película justifica con creces los elogios y los galardones obtenidos.
Zona de interés es el cuarto largometraje del inglés Jonathan Glazer, quien debutó en la realización cinematográfica en 2000 con Bestia salvaje (Sexy Beast) después de una respetable carrera videoclipera (entre otros, es el responsable del clip de Karma Police de Radiohead). Glazer se inspira en el célebre libro homónimo del también británico Martin Amis y ubica la acción en 1943, justo del otro lado del muro del campo de concentración de Auschwitz. Sigue en particular la rutina doméstica de los Höss: él, Rudolf (Christian Friedel), es el comandante del campo; su esposa, Hedwig (Sandra Hüller), se encarga en particular de la huerta y el jardín, que es casi el paraíso; sus hijos juegan y se dedican a ser niños. Incluso cuando él es transferido, ella se aferra al hogar familiar.
Glazer apuesta con fruición por un estilo contemplativo y descriptivo, por un ritmo lento que nos deja ver sin prisas la vida cotidiana de los Höss. La cámara acompaña y revela, con muy buena profundidad de campo; a veces en movimiento, pero por lo general estática. Establece además distancia con los personajes, y es notable la ausencia de close ups. Y si la imagen toma distancia con lo que está del otro lado del muro (sabemos de su actividad por el humo que permanentemente sale de una chimenea), la banda sonora se ocupa de hacerlo presente: Glazer da cuenta de lo que pasa en el campo gracias al excelente uso del fuera de campo (recurso que amplía la visión, pues escuchamos fuentes sonoras que no aparecen en el encuadre pero que, asumimos, están en el espacio circundante). Además, la música subraya honduras emocionales y, como hizo Lars von Trier en Bailando en la oscuridad (Dancer in the Dark, 2000), al inicio deja la pantalla en negro mientras oímos una música inquietante, con lo cual se nos hace una invitación a prestar atención a lo que va a venir en la banda sonora.
Esta apuesta es provechosa para que Glazer amplíe la exploración sobre lo que nos hace humanos, asunto también presente en su entrega anterior, Bajo la piel (Under the Skin, 2013), en la que explora la humana condición desde la perspectiva de una extraterrestre. Se ha señalado que en Zona de interés ilustra la banalidad del mal, pero me parece que la exploración va en otra dirección: somos testigos directos de la infinita capacidad humana para mirar en otra dirección por conveniencia (y acallar los gritos de la evidencia), de la capacidad para justificar incluso la abyección si ésta nos beneficia de algún modo. Asimismo, descubrimos las virtudes de la obediencia. En el primer asunto es notable cómo se explaya la férrea voluntad de Hedwig para mantener su paraíso y cómo es indiferente al “ruido ambiente”. Su madre, que hace una visita a los Höss, no soporta esta ceguera y sordera egoísta y prefiere huir. Por otra parte, Rudolf es un burócrata eficiente que busca maximizar los recursos a su alcance para ampliar la capacidad de muerte nazi. Y es recompensado. (La relación entre ambos me recuerda, dicho sea de paso, a la que tenían el maestro y su esposa en Pink Floyd: The Wall de Alan Parker.)
Llama la atención la manifestación de las verdaderas pasiones de Rudolf y Hedwig. Ella se ocupa con emoción de su jardín, pero es indiferente al llanto del más pequeño de sus hijos, que crece al cuidado de una sirvienta. Rudolf lee cuentos a una de sus niñas (pasajes que son ilustrados en blanco y negro con escenas nocturnas “fantasmales” y que son ricos en simbología), hace una declaración de amor a su yegua y es cariñosísimo con un perro de la misma raza del que tuvo en su niñez, pero cuando está en una fiesta del Reich en lo que piensa es en la dificultad para gasear a los presentes por la altura del techo. Sí, los verdugos también tienen su corazoncito y también aman a sus familias.
Glazer da cuenta de la normalidad con la que se puede vivir al lado de lo ominoso. Da cuenta de esa normalidad por medio de la rutina de una familia burguesa. El comentario va más allá de la época y los eventos concretos (no es una película sobre el nazismo ni sobre el Holocausto). Si bien es cierto que el cineasta no hace hincapié sobre los asuntos de clase, sí nos queda claro que los Höss han ascendido socialmente gracias a las posibilidades que les ofrece su época, en este caso, la maquinaria nazi (se menciona que la madre de Hedwig limpiaba la casa de una mujer judía). De pasada Glazer ilustra el origen inmoral de la riqueza (de ésta y de aquélla): la familia prospera con el saqueo y asesinato de las víctimas del campo.
Zona de interés es una brillante muestra de la capacidad sugestiva del cine: nos hace ver aun cuando no vemos, le da dramatismo a lo invisible. Asimismo, es un maravilloso ejemplo de cómo volver al pasado es una buena vía para hacer un comentario sobre el presente. En este caso, al revisar uno de los episodios más lamentables en la historia de la humanidad (los nazis son el mejor modelo de lo peor de los seres humanos, y eso que leían cuentos a sus hijos y amaban a sus mascotas) podemos constatar que la evolución moral en la especie humana es una falacia.