Un buen sistema para el mal

La gran apue$ta (The Big Short, 2015) es la más reciente entrega de Adam McKay, responsable de Al diablo con las noticias 2 y Hermanastros. Se inspira en un libro de Michael Lewis (también autor de las obras literarias que están en el origen de Moneyball: rompiendo las reglas y Un sueño posible) y regresa al 2005, a rastrear los antecedentes de la crisis financiera norteamericana y mundial que alcanzó niveles dramáticos en 2008. El asunto tiene aristas capaces de despertar el interés de un amplio público. No estoy seguro que el tratamiento contribuya a ello.

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La gran apue$ta sigue a una serie de personajes involucrados en asuntos financieros. Entre ellos, y en primer lugar, Michael Burry (Christian Bale), quien después de observar el comportamiento del fenómeno hipotecario pudo ver que tenía una dinámica insostenible. Por eso mientras todos apostaban por la seguridad que esa actividad ofrecía, él optó por ir en contra. A él se unieron otros “apostadores”, como Jared Vennett (Ryan Gosling) y Mark Baum (Steve Carrell), quienes manejaban, por cuenta propia o a nombre de otros, inversiones importantes. Una vez hechas las transacciones sólo quedaba esperar a que la burbuja explotara. Y explotó…

McKay apuesta por un estilo lúdico, rico en pequeños zooms, y hace de la cámara una especie de fisgón-confidente, de testigo privilegiado, que ingresa a la intimidad pero que también, en algunos momentos, toma distancia. Propone así un acompañamiento a corta distancia de los protagonistas del fenómeno y da agilidad a un relato que fluye a buen ritmo. Por esta ruta también aparece parte del humor que existe en la cinta, el cual se apoya además en la caracterización y conductas de algunos personajes y en no pocas situaciones propuestas. La estrategia es pertinente para desenmascarar un sistema económico y político pernicioso que ha hecho prosperar a un grupo de codiciosos que se enriquecieron gracias a los resquicios que permite el capitalismo y su virtualidad actual. Si en sus orígenes este sistema económico crecía gracias a las utilidades que generaba el comercio, la producción y el tránsito de mercancías reales –demandaba al Estado no intervenir (el famoso laissez faire, laissez passer o dejad hacer, dejad pasar)–, la crisis de marras fue ocasionada por una serie de fraudes basados en productos virtuales y contó con la connivencia de las autoridades. El capitalismo prueba aquí, una vez más, que es un buen sistema para el mal (como decía Martin Scorsese a propósito de El lobo de Wall Street: actualmente los gángsters visten de traje y trabajan de día en Wall Street). Porque si bien los personajes de La gran apue$ta resultan más o menos simpáticos ninguno es rescatable moralmente, pues aquí todos son malos y capitalizan la debacle de otros: ganan gracias a que otros muchos, muchísimos, pierden. Se trata, además, de un “juego” de hombres: salvo un par de excepciones no hay personajes femeninos.

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El proceso para enterarnos de todo esto es más bien tortuoso. Aunque McKay nos explica en qué consisten los términos que se utilizan y que forman parte de la jerga habitual de los personajes (a veces con humor y siempre de forma didáctica), al final uno pasa buena parte del tiempo tratando de comprender de qué va el fenómeno (algo similar –o acaso amplificado– a lo que sucede con las películas de Christopher Nolan). Y éste, es decir, el funcionamiento de los instrumentos financieros y la crisis, ocupa la mayor parte de lo abordado. Porque los personajes se desarrollan poco y son ante todo instrumentos dispuestos para revelar cómo trabaja la maquinaria especulativa y fraudulenta. La crítica es valiosa y oportuna (al final nos anuncian que ni hubo culpables ni se corrigió el problema de raíz), pero la apuesta no es del todo afortunada.

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