Thor: Ragnarok: la épica cómica errática

¿La épica en el cine ha muerto? El afán de llevar a los héroes y los súper héroes al terreno de la comedia sugiere una respuesta afirmativa. Si hace no mucho tiempo cabía celebrar algunas dosis de humor en la saga de Batman o los Avengers –porque la ligereza mesurada no actuaba en menoscabo de la densidad–, Marvel parece empeñado en construir comedias protagonizadas por súper héroes. En Thor: Ragnarok (2017) puede confirmarse que de la tragedia griega (y de la mitología nórdica) no quedan ni sus rastros. Como comedia, por lo demás, es errática.


Thor: Rangarok sigue las contrariedades del dios del trueno (Chris Hemsworth) después de la muerte de Odín (Anthony Hopkins), su padre. Huérfano, Thor debe enfrentar a su hermana Hela (Cate Blanchet), diosa de la muerte que no perdona a su progenitor dejar la beligerancia por la procuración de la paz. Para acabarla, el hombre del martillo va a dar sin martillo a un planeta peligroso, y sólo cuenta con el incierto apoyo del voluble Loki (Tom Hiddleston). El Apocalipsis (o Ragnarok) amenaza entonces a Asgard.

El neozelandés Taika Waititi, responsable de la realización, apuesta por una puesta en cámara rutinaria y una puesta en escena que trae a la memoria la estética de sagas galácticas como La guerra de las galaxias y Guardianes de la galaxia. Presenta una fauna variopinta en la que hay espacio –forzado– para Dr. Strange y Hulk. La cinta progresa muy poco y se estructura por medio de chistes más o menos sosos. Thor es un comediante que aguanta muchos, muchos pastelazos, pero no por eso es gracioso. Y su comparsa es el atolondrado Hulk, ¡ay! Los 130 minutos de duración, así, resultan excesivos.


Al final Waititi parece recordar que tanta parafernalia tendría que estar al servicio de algún tema, por lo que se saca de la manga algunas precisiones: sobre el valor de una civilización (que en la cinta poco o nada tiene de protagonismo) y la consistencia del héroe. Muy tarde –y muy poco trabajado en el guión– como para aportar un poco de sustancia a una cinta que en realidad no va a ninguna parte.

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