Sully : Las dudas del último gran clásico

En la superficie, Sully: hazaña en el Hudson (Sully, 2016), la más reciente entrega de Clint Eastwood (del cual sería imposible hacer una breve semblanza; baste mencionar que es el responsable de Golpes del destino, Gran Torino y Los imperdonables, por mencionar algunos títulos emblemáticos de las últimas décadas), parece una película para sentirse bien (o feel good movie, como se les conoce en inglés). Se inspira en un caso real y presenta una adversidad que es resuelta felizmente. Pero, para no variar, el veterano realizador alcanza profundidades atendibles: aquí, creo, hay indicios suficientes para pensar en una reflexión sobre su oficio y su trayectoria.

El argumento da cuenta del accidente que sufrió un avión de US Airways en enero de 2009: poco después de despegar del aeropuerto LaGuardia de Nueva York sus motores se detuvieron al chocar con aves. El piloto, Chesley Sullenberger (Tom Hanks), mejor conocido como Sully, decidió acuatizar en el río Hudson. Todos, tripulación y pasajeros, sobrevivieron. Pero el piloto no luce contento y duda: hay indicios para suponer que el avión tenía las condiciones suficientes para regresar al aeropuerto.

Eastwood entrega una película de corte clásico –con sus tres actos bien delimitados– y de una sobriedad notable. Al buen curso de la historia contribuye una serie de saltos temporales: el presente y algunos pasajes del pasado –particularmente del accidente– explican las reservas de Sully, pero aún más importante, también aportan emoción. Asimismo habría que subrayar la discreción de la cámara, que con sutileza describe y acompaña mientras da todo el espacio y el lucimiento a la puesta en escena. Incluso en las escenas que dan cuenta del accidente, que aparecen más de una vez, Eastwood dosifica el relato y es calmo en el registro de la acción: más que un thriller, el norteamericano construye pausadamente un drama que da el protagonismo al ser humano antes que al héroe. Sin duda habría que anotar además el buen desempeño del cinefotógrafo Tom Stern, quien ha colaborado de forma habitual con el realizador y propone una luz invernal que aporta elegancia y calidez aun en ambientes que se ven y se sienten gélidos. El comentario sobre el análisis no estaría completo sin la mención a las músicas (cortesía de Christian Jacob y The Tierney Sutton Band; el tema principal es de la autoría del mismo Eastwood), que se hacen presentes de forma no menos discreta y contribuyen a subrayar la emotividad de diferentes pasajes. Hacer el elogio de la notable actuación de Hanks es hacer una habitual obviedad.

Sully: hazaña en el Hudson puede verse tan sólo como una cinta de aventuras, como el relato de la hazaña que se menciona en el añadido del título en español. Sin embargo, anotaba al inicio, me parece que hay elementos para pensar que Eastwood abre un espacio para revisar su labor y su trayectoria (de ahí que la dichosa hazaña ocupe un lugar importante pero mesurado). No es una insensatez considerar que el veterano cineasta se plantea, por medio del también veterano piloto, dudas sobre su trabajo y la recepción del mismo. Pareciera que Eastwood, a sus 86 años, se pregunta si sus decisiones fueron correctas (tanto en el plano familiar –con una esposa amorosa pero distante– como en el profesional), si pudo hacer las cosas de mejor forma, sin poner en riesgo a los suyos. El juicio final pone todo en su justa medida, y el cineasta aprovecha para compartir el crédito con su equipo y sus actores.

Eastwood es considerado el último gran clásico, y Sully: hazaña en el Hudson no hace sino confirmarlo.

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