Sin proyecto(s) I

El viernes anterior, en el programa radial Proyector que conduce Juan Pablo Balcells, hablamos sobre cine mexicano en general y sobre la distribución de los dineros de la Comisión de Filmaciones del Estado de Jalisco en particular. Del asunto conversamos Ernesto Barrera, programador del Cineforo de la Universidad de Guadalajara, Gerardo Salcedo, programador del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, Juan Pablo y yo. Conforme avanzaba la charla me fue pareciendo cada vez menos claro el objetivo que perseguía la mentada repartición de dineros; pensándolo un poco más fue quedándome claro la ausencia de proyecto no sólo en lo relativo a los apoyos al cine local, sino en el cine nacional.

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En el país se producen alrededor de 150 películas al año. Al FICG, comentó Ernesto –quien es uno de los seleccionadores de la sección nacional–, llegan alrededor de 70 largometrajes, de los cuales, según anotaba, es difícil encontrar cuatro o cinco que ameriten estar en concurso. Los que no inscriben sus películas en el FICG lo hacen en otros festivales (Morelia por lo general se lleva la mejor parte); otros, de corte “comercial” (es decir, superficial), van directamente a las salas ad hoc. Otros se van al limbo de lo invisible (así han de estar…). En todo caso, y como de hecho se comentó en Proyector, queda claro que pareciera que la ambición del cine nacional, que en buena parte es apoyado por fondos del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), es decir, por fondos públicos, es que las películas existan. Coincidimos en el hecho de que a muchos cineastas nacionales no les importa el público mexicano (de ahí que cuando sus películas llegan a la cartelera se vayan por la puerta de atrás); yo diría más: no les importa el cine, ni México: pareciera que por acá el cine es un acto de onanismo.

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Cuando uno mira hacia fuera se observan tendencias. No es raro que el cine brasileño tenga un ánimo experimental, que el argentino sea profundamente reflexivo de su statu quo o de su historia, y que el cine chileno tenga una tradición de corte social. Asumo que esto obedece a un proyecto, a una serie de políticas culturales que materializan una forma de concebir el cine y la función que éste ha de tener de cara a la sociedad que lo produce. Tal cosa no es perceptible en México. Como no se hacen públicos los criterios de selección parece que por acá se apoyan los proyectos de los cuates o de los quejosos (para que dejen de quejarse). Tengo la impresión que así como los recursos que van a la comunidad científica en México apaciguan a sus miembros, lo mismo sucede con los recursos que se destinan a la comunidad artística. Reconozco que de pronto aparecen productos que surgen de las investigaciones auspiciadas por el gobierno, pero también se descubren fraudes en las llamadas Ciencias Sociales, plagios realizados por personas que recibían apoyos estatales (y presumo que no hay más descubrimientos de esta índole porque dudo que se lea todo lo que se produce en este campo).

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Hace poco escuchaba a maestros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que tenían programada una reunión con gente de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para que les explicaran el modelo educativo que plantea el gobierno. Luego hablaron de la mentada Reforma Educativa (que en todo caso es una reforma laboral), a la que seguramente harán enmiendas. Acá tampoco veo proyecto: ¿cómo está eso de que una reforma se realiza sin considerar a los que están en las aulas, a los que conocen de primera mano las carencias de la infraestructura y están frente a grupos enormes, a los que conocen a los niños (que tanto parecen preocuparle al gobierno y los medios)?, ¿podemos confiar en el modelo propuesto por la burocracia de la SEP, en los criterios dictados desde vaya uno a saber qué organizaciones?, ¿hay un respaldo académico respetable? En este país las cosas se siguen decidiendo de forma vertical, confiando que el que está a la cabeza tenga una lucidez que rara vez vemos en los hechos. (Así se eligió de forma cochambrosa a un burócrata para salvar al PRI de sus cochambres; acá se cataloga de mesiánico a un candidato, pero en política, en futbol y en otros ámbitos, pareciera que los mexicanos no dejamos de esperar un Mesías.)

Similar vacío veo en lo relativo al audiovisual. Si en otros terrenos no hay proyectos, tampoco los hay en la cultura y en el arte. Por eso no es raro que México sea un país de analfabetas (audio)visuales. A ello han contribuido el cine nacional y la televisión local, de los que nos ocuparemos en la siguiente entrega.

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