Pocas veces la estupidez y el absurdo resultan tan hilarantes

Bob esponja: un héroe fuera del agua (The SpongeBob Movie: Sponge Out of Water, 2015) se parece bastante a un capítulo de la serie de televisión protagonizada por el personaje epónimo. Felizmente, pues en ella abundan los pretextos para la risa.

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Dirigida por Paul Tibbitt y Mike Mitchell (el primero ha realizado algunos capítulos de la serie; el segundo es responsable de Alvin y las ardillas 3, entre otras) y escrita por un equipo de guionistas en el que figura Glenn Berger (coautor del texto que dio origen a Kung Fu Panda), la cinta sigue las aventuras de Bob esponja y sus amigos en su hábitat natural y fuera del agua. Para no variar Plancton busca robar la fórmula de la cangreburguer, pero ésta desaparece misteriosamente y el diminuto malvado se ve en la necesidad de hacer equipo con Bob para recuperarla.

Bob esponja Patricio

Tibbit y Mitchell entregan una cinta correcta en lo formal. No es particularmente virtuosa en la animación ni en el diseño (ni siquiera cuando la acción sale del agua y Bob y sus amigos se convierten en súper héroes tridimensionales); es decir, el resultado es muy cercano, también en este renglón, a lo que puede verse en televisión. Este fondo, no obstante, es pertinente para empujar una historia que exhibe la fragilidad del orden social y de la lealtad, mientras esboza el escenario resultante de la pérdida del elemento que da cohesión a la convivencia pacífica. Ilustra además las consecuencias del egoísmo y el valor del trabajo en equipo. Vista así, cumple una función educativa que no necesariamente busca con vehemencia, no sólo para un público infantil, sino también para el adulto.

Bob esponja caos

El mérito de todo esto está en la frescura y desfachatez del abordaje. Lejos de tomarse algo en serio (ni siquiera a sí misma) o de adoptar un tono solemne, la película de Tibbit y Mitchell deja ver un acercamiento sin inhibiciones que en algunos momentos coquetea con la incorrección y en otros con el cinismo. Los realizadores juegan con la lógica del relato (y de la física) y proponen más de una digresión para hacer chistes que se agotan en sí mismos. Así aportan dosis constantes de humor. Habría que señalar, eso sí, que los pasajes de acción viva, sobre todo en los que aparece un pirata (que es un pirata “moderno”: roba propiedad intelectual ajena y lucra con ella), al que da vida Antonio Banderas, rebasa el límite; aquí el exceso que caracteriza a Bob esponja no funciona tan bien y hay pasajes que son más bien antipáticos y aun irritantes. El resultado, no obstante, es bastante afortunado: pocas veces la estupidez y el absurdo resultan tan hilarantes.

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