Pienso en el final: Efímero retornar de una mente que recuerda

Desde ¿Quieres ser John Malkovich? (Being John Malkovich, 1999), dirigida por Spike Jonze, Charlie Kaufman, autor del guión, ha mostrado un interés –una pasión– constante por sumergirse en las profundidades de la mente. Kaufman ha alimentado temáticas que se han convertido en constantes; ha desarrollado un estilo de singular agudeza y lucidez, y es, probablemente, el único escritor de cine que cabe ubicar en el mapa. Por voluntad y por necesidad, desde Nueva York en escena (Synecdoche New York, 2008) ejerce también el rol de realizador. Y si ya se había apropiado con anterioridad de textos que no son de su autoría (Ladrón de orquídeas), en su más reciente largo, Pienso en el final (I’m Thinking of Ending Things, 2020), se inspira en una novela de Iain Reid.

Pienso en el final es una producción de Netflix y acompaña a Lucy (Jessie Buckley), quien hace un viaje con su novio, Jake (Jesse Plemons), para conocer a los padres de éste. En la ruta piensa en el final de la relación; en casa de los padres, que tienen una conducta singular, las cosas comienzan a enrarecerse. Y se enrarecen aún más en el regreso. A lo largo de toda la cinta se alterna el viaje y la visita con la rutina de un conserje que hace la limpieza en una escuela.

Kaufman propone una cinta en un formato (aspect ratio) 1.33:1, que resulta opresivo, y se diría que juega con los emplazamientos de la cámara, que focalizan y significan. Por momentos los movimientos separan; en otros se rompe la cuarta pared y el personaje hace un guiño destinado al espectador. La puesta en escena es austera y reveladora; establece diferentes épocas y matices, tanto mentales como emocionales. Comentario aparte merece la labor del cinefotógrafo polaco Lukasz Zal (responsable de la luz de Ida y Cold War de Pawel Pawlikowski), quien luce sus habilidades técnicas para sacar provecho de la gelidez y de la nieve. El sonido contribuye al enrarecimiento y adquiere matices mentales. El montaje, que alterna la visita de la pareja a los padres con la rutina del viejo conserje, establece diferentes temporalidades y diferentes percepciones del paso del tiempo.

El dispositivo es brillante para recoger la grisura de la vida en pareja, pero sobre todo para hacer una especie de corte final: el título sugiere al inicio el final que Lucy planea poner a su relación con Jake, pero más adelante, con el conserje, descubrimos que éste piensa en terminar otras cosas. Como en todas sus películas –escritas o dirigidas– Kaufman revela el cochambre mental de personajes más o menos atormentados (no es raro que aquí haya una tormenta de nieve a lo largo de toda la cinta), que sufren sus relaciones con los otros, sobre todo las relaciones sentimentales (que son difíciles de conservar, pues ofrecen obstáculos suplementarios). En esta cinta asistimos a la debacle de Jake, quien parece incapaz de tener una relación estable (hablar del “amor de su vida” es hablar de una ilusión, de una batalla que él reconoce perdida) y busca permanentemente “ser visto y aprobado”, por Lucy y por sus padres, incluso en el umbral de la muerte. La visita se convierte en un examen de conciencia, en un afán delirante de establecer un balance final. El desasosiego se impone con algunas dosis de ambigüedad y mucha sinceridad (porque, como dice Lucy al principio: “No puedes fingir lo que piensas”) y las cuentas al final son abrumadoramente desasosegantes para quien sabe que de muchas formas fracasó en la vida. El final, a ritmo de musical (por el que Jake tiene particular gusto), no hace sino subrayar el acercamiento patético (en la múltiple acepción que propone la RAE: “Conmueve profundamente o causa un gran dolor o tristeza”; es “penoso, lamentable o ridículo”) que cabría al revisar en retrospectiva la vida y al no poderse o no quererse engañar sobre el mentado balance final.

Kaufman ofrece múltiples puentes con la literatura y el cine que amplifican el campo de significación. Es crítico y sarcástico con el cine. Se comentan los efectos negativos que puede tener y se hace un análisis y crítica de la película Una mujer bajo influencia (A Woman Under the Influence, 1974) de John Cassavetes, con cuya protagonista Jake se identifica. Asimismo, se verbaliza la emoción que experimenta Jake por medio de un poema de Eva H.D. que subraya lo miserable que es regresar al hogar; y se habla sobre la catástrofe interior por medio de una novela de Anna Kavan que habla del fin del mundo.

La primera vez que me dispuse a ver Pienso en el final tuve que poner pausa varias veces. El ánimo depresivo de la película puede resultar insoportable si uno no está de ánimo (en los tiempos que corren no hace falta el cine para deprimirse: la vida provee pretextos en abundancia). Me pareció un tanto confusa y un ejercicio de estilo no muy afortunado. Terminé viéndola en tres sesiones. Al verla por segunda vez, de corrido y hasta el final, me pareció de una lucidez demoledora. Me parece que es una gran película.

 

Calificación 85%

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