En El expreso del miedo (Snowpiercer, 2013) y en El huésped (The Host, 2006) el coreano Joon-ho Bong (o Bong Joon-ho si, a la usanza coreana, se escribe primero el apellido y después el nombre) se mueve entre la alegoría y la metáfora. En ambas ofrece un diagnóstico emocionante del funcionamiento de la sociedad –de su país, pero no solamente –, en particular ilustra las inequidades que de forma natural provocan los abismos entre las clases sociales y la cuestionable labor del gobierno. En Parásitos (Gisaengchung, 2019), su más reciente entrega (cuya fuerza y lucidez alcanzaron para ganar la Palma de oro en Cannes, el mayor premio en el mundo al que una película aspira), extiende las reflexiones iniciadas en las películas de marras. No es gratuito que uno de los personajes mencione ante determinados acontecimientos y con cierta frecuencia una frase que aplica a la cinta: “Esto es tan metafórico”.
A partir de una historia escrita por él, Bong acompaña a Ki-taek Kim (Kang-ho Song), un hombre desempleado que habita con su mujer y sus dos jóvenes hijos en un semisótano. Todos están desempleados y viven en la precariedad: “gorrean” Wifi de los vecinos y ocasionalmente hacen trabajos varios. Todo cambia cuando el hijo ingresa como maestro de inglés en la casona de un burgués. Para bien y para mal.
Para no variar, Bong ofrece una prodigiosa puesta en cámara. Con angulaciones sugerentes y movimientos elegantes subraya y matiza, focaliza y conduce; establece además un ritmo provechoso para hacer fluir el relato. La puesta en escena –con un trabajo de arte plausible– es provechosa para establecer los matices y las distancias entre clases. La luz, el color y las cosas hablan de los ánimos de los personajes y del lugar social que ocupan (asunto que es incluso aludido en la banda sonora, con comentarios a los olores). La música, cortesía de Jaeil Jung, irrumpe ocasionalmente y aporta ligereza –pues en algunos pasajes Parásitos se inscribe en la comedia–, y extrañeza, que puede generar incluso un distanciamiento.
Tanta maravilla audiovisual alcanza para empujar un relato vigoroso que reserva algunas vueltas de tuerca notables. La historia multiplica la emoción, avanza y progresa con brío (como el expreso de la película mencionada al inicio) y va desarrollando asuntos que, diría el buen Karl, son el resultado de la lucha de clases. Aquí va cobrando sentido un rico simbolismo: Ki-taek y los suyos viven al margen, son los damnificados permanentes (hay una escena elocuente en este sentido que remite a El huésped); y si la patria es un pedazo de tierra, ellos no aspiran a la superficie, viven en el subsuelo y forman parte de los que no la tienen (los proletarios no tienen patria, decía Ricardo Flores Magón). Por otra parte, los gestos amables de la burguesía –que, a pesar de cierta estupidez, goza de los privilegios legales aunque inmorales que concede el capitalismo– no tienen mucho valor, pues en su situación no supone ningún esfuerzo. La relación entre burgueses y proletarios es cubierta por un manto sutil que permite la convivencia (en una relación amo-sirviente), pero la violencia y la transgresión están permanentemente latentes. La conclusión que lanza Bong es contundente: el proletario no tiene en sus manos su futuro, de ahí que Ki-taek diga que es mejor no tener ningún plan, porque la vida nunca funciona de acuerdo con él. Así, la liberación para el proletario no se habrá de dar en la convivencia, sino ocupando el lugar del otro. Si el plan de ganar dinero, mucho dinero, funciona…
Bong ha lanzado en más de una ocasión críticas claras al gobierno y a la sociedad coreanas. Su desigualdad (que también abordada de forma contundente por Chang-dong Lee en Burning), su hipocresía y su admiración (¿servilismo?) por los norteamericanos y su forma de vida están en el origen del statu quo, del malestar social. Y como toda crítica que se respete, Parásitos nos hace ver un paisaje de injusticia que normalmente no queremos ver, que resulta incómodo pero nos ofrece abundante material para la reflexión. ¡Bravo!
https://www.youtube.com/watch?v=RPCINaD2cnQ
2 respuestas a “Parásitos: esto es tan metafórico”
Como las feministas que no tienen una propuesta sino que detentan el poder machista, los pobres en Parásito quieren tomar el lugar del rico. No formar una sociedad sin clases. Esto queda claro cuando los Park salen de campamento. Tienen sus (más de) 15 minutos de experimentar la opulencia.
Después de tanto comentario positivo, que si obra maestra, que si los Óscars… Estoy por hacerme un chequeo, un TAC cerebral o algo así. No entiendo tanto revuelo. Hay pelis españolas con 50 años, que hablan prácticamente de lo mismo, con menos medios y con censura. Quizá sea yo el bicho raro tirando a parásito. Lo que tengo claro es que cuando la hagan en televisión no volveré a verla, prefiero cualquier documental de La2. Una peli más. De 0 a 10, un 6 raspadito.