¡Nop!: un espectáculo que exhibe al espectáculo

Jordan Peele es un caso extraordinario en el cine norteamericano. Inició como actor y comediante, roles en los que obtuvo cierta celebridad. Pero celebridad no es sinónimo de calidad, y en su filmografía son abundantes los créditos en series de televisión y en películas que, justo es anotar, no alcanzan alturas memorables. Sin embargo, en 2017 pasó detrás de la cámara y descubrimos que, como guionista y realizador, no sólo domina con solvencia los rudimentos de ambos oficios, sino que, aún mejor, en él hay un autor: un cineasta que tiene algo que decir. En su ópera prima, ¡Huye! (Get Out), hace desde el terror una lúcida puesta al día de la relación entre blancos y negros en Estados Unidos. En Nosotros (Us, 2019) vuelve al registro del terror y presenta una inquietante revisión de la familia y los intentos de manipulación gubernamental. En ¡Nop! (Nope, 2022), su más reciente entrega, se consolida como un autor con todo rigor.

¡Nop! acompaña las desventuras de los hermanos OJ (Daniel Kaluuya) y Emerald Haywood (Keke Palmer), quienes heredan el rancho de la familia en California. Los Haywood son descendientes en línea directa del jinete que cabalgó el caballo cuyos movimientos registró Eadweard Muybridge –uno de los personajes clave de la prehistoria del cine– y se dedican al adiestramiento de caballos. Tras la muerte del padre, OJ se hace cargo del rancho. Sin embargo, ahora el negocio va a la baja y, peor, en los cielos de la región permanece al acecho una criatura extraterrestre que se alimenta de las bestias equinas y humanas que la habitan.

Peele construye una película con algunas dosis de terror y hace gala de un estilo lucidor que da particular fuerza los animales que son utilizados en diferentes espectáculos. La puesta en cámara –con movimientos y emplazamientos sugerentes que dan brío a la acción y la extrañeza–, así como el sonido –que da énfasis a onomatopeyas y sonidos incidentales–, dan protagonismo a gestos y acciones, lo mismo de un simio que de más de un caballo, cuya naturaleza salvaje aparece en más de un momento para “arruinar la toma”. La puesta en escena es sugerente y espectacular, en específico el diseño del alien, cuyas formas y comportamiento abren diferentes aristas a la interpretación. El trabajo con la luz, cortesía del cinefotógrafo suizo Hoyte Van Hoytema –colaborador habitual de Christopher Nolan– es plausible y aporta matices emocionales y emocionantes; es notable, para empezar, por la cantidad y calidad de exteriores y planos abiertos registrados (y sólo mantener la continuidad ya es un acierto). 

Peele reúne ingredientes de fantasía y terror que son pertinentes para iniciar la reflexión sobre más de un asunto (y en ¡Nop! el espectador sí es invitado a participar ampliamente; y para llevar a cabo la interpretación, es convocado a recurrir a sus propios referentes, pues si bien la cinta presenta algunas claves, no hay una sola ruta). Por ejemplo, Ian Cooper, que es coproductor de la cinta, encuentra una vía en el nombre de “la criatura”: Jean Jacket (Chaqueta de jean o de mezclilla). A él le parece que nombrar así a “la entidad”, es “una alteración de la cultura pop. Además, es obvio que hay una evocación de una chaqueta de tela de jean o mezclilla, que es esencialmente un cascarón vacío. Así que creo que hay algo pop y jodido en nombrar a esta entidad Jean Jacket”. Tal vez.

Por su parte el realizador comenta que “el ADN” de su película cuestiona la “adicción humana al espectáculo” y la necesidad de formar parte de él, “de ser vistos, de ser el centro del espectáculo”. Y en su cinta, en efecto, algunos personajes se arriesgan para formar parte de él y lucrar con la “entidad”; otros comparten el afán de grabarla para ganar dinero. El espectáculo, sin embargo, ha venido a menos y no es frecuentado por mucha gente que digamos. Además de este dato, habría que considerar otros elementos que pueden llevarnos a lo que bien podría ser el asunto principal: el rancho se ubica en las cercanías de Hollywood, los protagonistas son descendientes de alguien involucrado en los inicios del cine, se convoca a un realizador-fotógrafo petulante, enigmático y obsesivo, que declara a los humanos indignos de “capturar la maravilla” y filma, “al estilo Lumière”, con una cámara que él mismo construyó. Con todo esto en mente, cabría pensar que el espectáculo aludido va más allá de la televisión o la feria (que son los shows que aparecen en la cinta), y que se coloca al cine en el centro. En la ruta es provechoso el contraste entre los hermanos Haywood: OJ es serio y reflexivo, y asume con responsabilidad la herencia familiar; Emerald es extrovertida y, propensa a la exacerbación, da vida al personaje bufonesco y estridente típico de la comedia protagonizada por afroamericanos. Distantes, no dejan de ser cercanos, y se complementan de buena forma, como la tradición y la innovación en el cine, como la gravedad y la frivolidad.

Lo cierto es que en ¡Nop! los pretextos para la reflexión están garantizados, así como… el espectáculo. La cinta es un espectáculo que exhibe al espectáculo asumido como frívola fuente de renta, el que trata a las bestias (al misterio y la maravilla) sin el respeto necesario: aquí animales y alien se rehúsan a formar parte de él, se rebelan y rebasan a los protagonistas; los atacan cuando primordialmente se busca manipularlos y lucrar con ellos. Y aventuro que –de acuerdo con lo que veo e infiero… y quiero– para poder registrar lo extraordinario es necesario regresar al origen. Perdón por la libertad de mi interpretación (ya advertía líneas arriba que el espectador es invitado a echar mano de sus referentes), pero ahí veo una crítica a Hollywood. Una crítica valiosa, en conclusión.

Calificación 75%
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