Hijos de perra: correcta película incorrecta

Hijos de perra (Strays, 2023) cumple con creces y con muchas heces lo que promete. En el tráiler se anuncia con claridad que se trata de una road movie, y que la ruta se alimenta de harta incorrección, de ostensible vulgaridad, de abundante lenguaje soez. Y así es: la cinta se surte con desparpajo del exceso, de la desmesura, y encadena una serie de situaciones más o menos grotescas. No hay engaños ni secretos, por lo que los estómagos débiles y los oídos sensibles están groseramente invitados a pasar de largo. 

Hijos de perra es la más reciente entrega de Josh Greenbaum, quien, de acuerdo con la Interent Movie Database, posee casi una treintena de títulos como realizador entre largos, series y cortometrajes. Y francamente no ubico ninguna película suya. El argumento da cuenta del trayecto que recorren tres perros y una perra de diferentes razas y tamaños. Uno de ellos, Reggie, ha sido abandonado por su amo por enésima ocasión, aunque él piensa (bueno, tampoco es que piense mucho, no es muy listo que digamos) que es un juego que aquél hace con él. Cuando finalmente entiende que busca deshacerse de él, hace lo que está a su alcance para regresar y vengarse. 

Greenbaum entrega una cinta con abundantes dosis de incorrección, pero correcta en términos formales. No hay apuestas singulares ni notables en la cámara o en la puesta en escena. No obstante, es justo subrayar la fluidez de los movimientos caninos: se diría que son perros de verdad la mayor parte del tiempo. Por otra parte, mención aparte merece un pasaje en el que los estados alterados de los personajes se materializan y son visibles gracias al diseño de la imagen o el uso de animación. En la banda sonora se concentra la mayor parte de la irreverencia. El doblaje al español mexicano (los insultos tienen raíces y delatan el gentilicio) es acertado porque es un gesto de congruente exacerbación. Acaso ahí reside la mayor parte de la desmesura y la gracia. El planteamiento de origen, para llegare a esta apuesta, debió ser algo más o menos así: ¿Por qué decir con un insulto lo que se puede decir con site u ocho? 

Si bien es cierto que no hay mayor ambición en reflexionar sobre la vida canina ni sobre la relación entre amos y amas con las bestias ladradoras (por mi espíritu hablará la raza de mi perro), sí se hacen presentes atisbos de la antropomorfización que es producto de la domesticación. Es decir, los perros son humanizados, muestran rasgos humanos. Como el afán de Reggie por llevar a cabo un acto humano, demasiado humano: vengarse. Asimismo, Bug, el perro callejero que es el más malhablado, pero también el que tiene mayor claridad sobre su condición y su relación con la especie que compra las croquetas y recoge los excrementos de sus mascotas, quasi crías (bueno, tampoco toda la especie, como podemos constatar en cualquier banqueta de Guadalajara, en la que abunda el estiércol), hace ver la condición servil de los que otrora fueron animales salvajes. Sobre este punto la cinta pierde la oportunidad de hacer un comentario verdaderamente valioso: en algún momento los perros destazan a unos conejos, lo cual pudo abordarse como una reivindicación de animales que cazan y consiguen su propia comida, pero la cinta termina por caricaturizarlo (en el peor sentido) y otorgarle cierta gravedad. Peor, esboza el asunto como un juego realizado por los canes (algo que harían con sus amos) y al final en lugar de comerse a los conejos, los entierran: sugiere que los perros experimentan algo cercano a la culpa (como el león de Madagascar, que se siente culpable por seguir su instinto y querer comerse a una cebra).  

Hijos de perra es una comedia excesiva. Estos términos acaso se neutralizan: si la comedia nació para hacernos ver cosas que de otra forma no querríamos ver y para reflexionar sobre ellas, esta cinta es más bien una sucesión de chistes inconsecuentes. Y si la risa y la sonrisa surgen ante una propuesta inteligente, acá la apuesta es por la carcajada. Eso sí, en tiempos de obligatoria corrección política se agradece el desparpajo. 

Calificación 65%
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