Espías a escondidas: buenas intenciones y un poco más

Como una buena parte de las películas de animación que nos llegan, Espías a escondidas (Spies in Disguise, 2019) se inscribe en los terrenos del cine familiar, de la parodia y la comedia, y porta un mensaje atendible para más de una generación. Como en algunos casos, la cinta de marras resulta divertida y sus buenas intenciones son inocultables y valiosas. Pero la historia no alcanza para generar la emoción necesaria para que el arsenal significativo explote del todo y resulte memorable.

En la producción de Espías a escondidas participaron los estudios Blue Sky, responsables de las sagas de la Era del hielo y Río, así como de Robots (2005) y Horton y el mundo de los Quién (2008). Dirigida por los debutantes Nick Bruno y Troy Quane, la cinta acompaña a Lance Sterling (quien habla con la voz de Will Smith), un espía engreído que cae en bancarrota cuando se sospecha de su participación en actividades ilícitas, y a Walter Beckett (con la voz de Tom Holland), un joven genio que trabaja para la misma agencia que Lance. Ambos terminan haciendo equipo, contra su voluntad, después de que Walter convierte a Lance en una paloma.

Bruno y Quane entregan una cinta atractiva en el terreno visual. Con un colorido llamativo, una puesta en escena que presenta un amplio abanico (en la luz, las escenografías, los vestuarios) y una puesta en cámara ágil (que saca provecho humorístico del gran angular), el relato avanza con fluidez. Por momentos el ritmo sigue las prerrogativas del thriller y el frenesí se instala.

Espías a escondidas hace guiños humorísticos al 007, y la parodia funciona en algunos momentos. Pero el afán de caricaturizar el género de espías (y una vez más no se toman molestias en construir un villano digno), de privilegiar el pastelazo para armar los chistes, alcanza a los personajes y se lleva entre los gadgets el curso de la narración. Como anticipaba párrafos arriba, la historia no presenta una progresión sólida y más bien se apuesta por hacer funcionar situaciones concretas: es claro que hay una especie de mapa para ir del punto a al punto B, pero la ruta no presenta un desarrollo plausible. La película, así, es un compendio de anécdotas más o menos graciosas. En la ruta recibimos una invitación a dejar de lado los prejuicios y ver al otro, asistimos al elogio de aquél al que a menudo se cuelga la etiqueta de freak, se refrenda el valor de la humildad, la amistad y el trabajo en equipo; al final, como las historietas de Stan Lee, la mente científica recibe los honores. Tan meritoria moraleja es oportuna en tiempos de individualismo exacerbado y prejuicios a raudales. Lástima que se diluya en las escondidas.

Calificación 65%

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