El hombre detrás del arma

Hay hombres que para lidiar con el cruce del umbral de los 50 años se compran un automóvil deportivo; hay actores que comienzan a andar con mujeres más jóvenes que ellos (actrices célebres por su belleza, de preferencia); también hay los que se prueban a sí mismos –y de pasada al mundo– que “todavía las pueden”, y dan vida en pantalla a un action man. Pero si te llamas Sean Penn no tiene sentido verte en el apuro de tener que elegir… si puedes tomar –y de seguro habrás de tomar– todas las opciones. Así lo podemos confirmar en En la mira: The Gunman (The Gunman, 2015).

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La cinta es una coproducción de Estados Unidos, España, Reino Unido y Francia, se inspira en una novela de Jean-Patrick Manchette y en la escritura del guión participó el actor y director norteamericano. Es el más reciente largometraje del francés Pierre Morel, uno de los “hijos” consentidos de Luc Besson y responsable del primer rollo de Búsqueda implacable (Taken, 2008) y París en la mira (From Paris with Love, 2010). La historia recoge las contrariedades de Terrier (Penn), un asesino que trabaja para una empresa que presta sus servicios en la República del Congo. Ocho años atrás ha dado muerte a un ministro de ese país africano y ahora los fantasmas regresan, por lo que es perseguido muy de cerca. Entonces regresa con sus ex compañeros para esclarecer las cosas. Y lo que consigue es empeorar todo… y dejar un apilo de cadáveres a su paso.

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Morel entrega una cinta rutinaria que pretende hacer revelaciones sobre la forma de trabajar de organizaciones que hacen el trabajo sucio para empresas transnacionales que muestran un rostro falso: la corporación disfraza sus actividades y utiliza un brazo armado para conseguir explotar los recursos de los países pobres. La cinta se mueve entre África y Europa, siguiendo al personaje principal, para iluminar ese modus operandi y emprender una denuncia que de tan vaga resulta insulsa. En la ruta presenta una serie de paralelismos ramplones, como los que tienen lugar en una plaza de toros, que se sustentan en un simbolismo elemental y son de una grosería insultante. También se encadenan las infaltables escenas de acción, filmadas con abulia pero pertinentes para que Penn en acción luzca, descamisado, su musculatura y su fuerza (histriónica, se entiende). Al final importa poco el esclarecimiento de lo que previsiblemente era un juego de traiciones, si bien plantea un dilema que abandona sin mayor desarrollo: ¿la mujer seguirá queriendo a su macho aun cuando descubre que es un asesino? Un asesino con causa, eso sí: no esperábamos menos del militante y activista Penn.

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En los créditos de En la mira: The Gunman no aparece Luc Besson. Pero parece una película suya: por su elementalidad y superficialidad merecía firmarla.

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