Con Soul el alma regresa al cuerpo de Pixar

Después de una década de películas que rebasaron apenas la medianía (que inicia con Cars 2, en 2011, y en la que se salvan Intensa Mente y Coco), Pixar regresa con una entrega cercana al nivel de las que realizó en sus inicios: el alma vuelve al cuerpo del estudio de animación californiano con Soul (2020) con una aventura que se ilumina con la chispa de la vida. Debido a las alteraciones que ha provocado la covid-19 a la producción y distribución cinematográficas, la película fue lanzada en la plataforma de streaming de Disney, donde puede verse. Y, claro, en muchas plataformas de distribución alternativa.

Soul es la más reciente realización de Pete Docter, responsable de títulos emblemáticos de Pixar como Monsters Inc. (20001), Up, una aventura de altura (Up, 2009) e Intensa Mente (Inside Out, 2015). Acompaña a Joe Gardner, un pianista de edad madura cuya pasión es el jazz. Se gana la vida como maestro de una banda de música de secundaria, pero su ambición es ser un gran jazzista, como su padre. Un buen día la escuela le ofrece la planta, lo que supone seguridad y complace a su madre. Pero también recibe una llamada de un exalumno para un gig (una presentación) en el cuarteto de la prestigiosa saxofonista Dorothea Williams. Pero el destino le hace una mala jugada, y ese día muere en un accidente. Su alma, en el Gran Más Allá, hace todo lo que está a su alcance para regresar a su cuerpo y conseguir la gran meta de su vida.

Para no variar, Docter y compañía ofrecen resultados maravillosos en lo relativo al diseño de la imagen y la calidad de la animación. Soul presenta una paleta de colores vívida y llamativa; una recreación de espacios prodigiosa, pertinente lo mismo para dar calidez al Half Note (un club de jazz que hace un homenaje al memorable Blue Note) que para imprimir monumentalidad al Gran Más Allá –que es una banda suspendida en el vacío y alberga un archivero enorme con los nombres de los seres humanos muertos– así como al Gran Antes –una especie de jardín del Edén–: Pixar añade asombrosos portales a su ya valiosa galería, que ofrecen un atisbo del infinito y en la que figuran las bandas transportadoras de maletas en Toy Story, las guías que mueven las puertas en Monsters Inc. o el “almacén emocional” en Intensa Mente). Asimismo, es fascinante el movimiento –que oscila entre la caricaturización y el hiperrealismo– de las diversas figuras que aparecen en escena: hay humanos, pero también un gato y seres espirituales, los Jerry. En la banda sonora coexisten las músicas con toques electrónicos de Atticus Ross y Trent Reznor (líder de Nine Inch Nails), que hacen las veces del score, con las de Jon Batiste, quien aporta la síncopa a las escenas en las que se ejecutan piezas de jazz.

Fiel al estilo Pixar, Docter parte del lugar común para llevar la cinta a un terreno singular que paradójicamente es una suerte de recordatorio. Retoma la parafernalia sobre el alma, que proviene de diversas tradiciones (de Platón al budismo, pasando, por supuesto, por la judeocristiana), y saca un buen provecho. No para reflexionar sobre el más allá, sino sobre el más acá: el aquí y el ahora. La separación de cuerpo y alma permite a Joe y a Docter una visión desde afuera de las miserias interiores. La aventura es pertinente para reflexionar sobre los extravíos que se pueden tener en la vida, sobre lo que es y significa la chispa de la vida. Ésta se confunde a menudo con el propósito que cada quién inventa –o se cree a partir de lo que le dice o le impone alguien más– para su vida. Joe acompaña en la Tierra a un alma renegada que encuentra emoción en las cosas nimias, y la mentada chispa no en el jazz, sino en el jazzear, una forma de ser sensible a lo que le rodea. Él ha perdido todo esto de vista, y se empeña sin éxito en conseguir sus metas, en alcanzar su propósito. De ahí su infelicidad.

Soul tiene más de una reminiscencia beatlesca: por una parte, el viaje se parece por momentos a El submarino amarillo (Yellow Submarine, 1968), la magnífica cinta animada de George Dunning; por otra, el recordatorio de Docter remite a Beautiful Boy, la canción de John Lennon, aquella que reza que “la vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes”. Joe lo sabía en su infancia, y la aventura le ofrece la posibilidad del redescubrimiento de esta lección, lo cual le permite vivir más ligero; asimismo, cae en la cuenta de cuál es el propósito de ser mentor: no imponer al discípulo sus propias metas o ambiciones, sino contribuir a que aquél, el alumno, descubra y alimente su chispa. Noble labor, cómo, no, a la que Soul hace un reconocimiento en la dedicatoria final: “a todos los mentores en nuestras vidas”. La comunión de la chispa y el propósito provoca la pasión y hace posible el ingreso a “la zona”, un espacio entre lo físico y lo espiritual, que en la cinta es ilustrado con particular belleza.

Calificación 85%

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