Avengers le da la razón a Iñárritu

Avengers: era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015) entrega lo que se espera de una secuela. Ni menos ni más. Es evidente que los productores fueron sensibles a lo que funcionaba bien en el primer rollo (el humor, el sarcasmo, la acción, el humor: el cine de súper héroes ahora parece obligado a hacer reír; parece un género destinado a convertirse en comedia de acción) y desde los minutos inaugurales ofrecen material suficiente para garantizar entretenimiento y diversión. Desafortunadamente no hubo el mismo empeño en lo relativo a la sustancia que porta la historia (porque si bien no faltan los “intelectuales” que sugieren su vacuidad, no es un género vacío), por lo que el balance sin ser negativo tampoco es espectacular.

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Como la primera entrega, Avengers: era de Ultrón es dirigida por Joss Whedon, quien ya había mostrado virtudes artesanales para dar fluidez y solvencia a una súper producción habitada por súper héroes. La nueva intriga inicia con los Avengers en acción, tratando de ingresar a una instalación de Hydra. Ahí hacen un descubrimiento que aprecian en particular los científicos del grupo, Tony Stark/Iron Man (Robert Downey Jr.) y Bruce Banner/Hulk (Mark Ruffalo): avances en inteligencia artificial. Ambos tratan de sacar provecho de ello, pero no contaban con la irrupción de Ultrón, un malo robótico y escurridizo que les plantea más de un conflicto.

De nueva cuenta Whedon entrega buenas cuentas en lo relativo al ritmo y al registro de la acción. Para empezar la cinta propone una presentación en acción y sin cortes que es deslumbrante. Más adelante saca buen provecho de los chistes que se prodigan, si bien no evita que por momentos parezcan rutinarios. El asunto de que el trabajo en equipo es la solución ya estaba en el primer Avengers, y aquí es reciclado y sabe a repetición. No obstante, algunos efectos especiales lucen “chafas” (como sucedía en la primera entrega). Por otra parte, tanta parafernalia apenas disimula la superficialidad con la que se abordan los conflictos verdaderamente importantes que son planteados, como pueden ser: los científicos que procuran el conocimiento incluso si no es lo correcto, el ego sobre el otro en un una relación que se quiere romántica, los productos humanos que salen del control de lo humano.

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Whedon no entrega buenas cuentas en lo relativo al romance que esboza y los conflictos morales que pone sobre la pantalla porque el realizador concibe una cinta light, concebida para llegar al mayor público posible: la película es pertinente incluso para niños muy pequeños. Así, apenas presenta leves atisbos de negrura y antes que mostrar opta por la sugerencia o la omisión. Y si se empata a los héroes con monstruos, de sus monstruosidades tendremos más referencias que evidencias. Se confirma, además, que la idea de que una película de súper héroes es tan buena como su villano. Y Ultrón es un malo simplón, elemental; no encarna conflictos atendibles sino más bien pueriles, algo que hemos visto como nosécuántas veces: la evolución demanda la eliminación de los humanos. Al final Avengers: era de Ultrón no ofrece pretextos para la euforia; sí los hay para la decepción, si se albergaban algunas expectativas. La secuela no hace crecer la franquicia: la deja donde mismo, es decir, representa un retroceso. Para acabarla, cabe dentro de la insignificancia que Iñárritu atribuye al cine de súper héroes.

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