Adiós, maestro

Conocí a Boris Goldenblank en 1991. Yo era, entonces, alumno del Departamento de Televisión y Video de la Universidad de Guadalajara –que coordinaba Daniel Varela–, y él se convertiría en uno de nuestros maestros. Según supimos, era de origen ruso y tenía poco tiempo de haber llegado a la ciudad; contaba la leyenda que había sido profesor en el famoso VGIK, la escuela de cine de Moscú –y que entre sus alumnos había estado Andrei Tarkovski– y que tenía una amplia y diversa filmografía documental. Pero si el currículum le daba prestigio, pronto le dieron notoriedad sus conferencias (porque no cabría hablar de clases en el sentido convencional), en las que sus hijas hacían la labor de intérpretes porque él no hablaba español. En esas presentaciones nos hacía ver qué es un artista, cuál es la particularidad del artista audiovisual, sus herramientas pero también su compromiso, su responsabilidad: para él la realización cinematográfica era más que un oficio; el artista busca algo más que dinero o celebridad, su actividad ha de contribuir a la reflexión sobre los grandes temas de la vida humana. Nos hacía ver que el cineasta trabaja con emociones y procura la verdad: humildad y honestidad deben ser dos de sus características más importantes. Hacía que nos cuestionáramos por qué, para qué y para quién haríamos nuestras películas. Esbozaba ante nosotros los fundamentos del audiovisual y la realización, daba verdaderas cátedras de filosofía del arte –reveladoras, sustanciosas–, pero también se ocupaba de asuntos puntuales sobre lo necesario para materializar un proyecto documental. En las palabras de Boris se configuraba una forma de concebir el cine, una escuela. De ese tiempo conservo fuertes emociones y conceptos claros.

Maestro Boris DIS

Más adelante se instaló en la ciudad e hizo carrera académica en la Universidad de Guadalajara, actividad que no le impidió seguir en la realización: para la posteridad quedan los dos documentales que dirigió por acá: Abril, el mes más cruel (1993), sobre las explosiones del 22 de abril que sacudieron Guadalajara en 1992, y Voces del subterráneo (2010), que registra la tragedia que sufrieron los mineros de Pasta de Conchos y sus familias en 2006, y que realizó con algunos de sus alumnos de la Licenciatura en Artes Audiovisuales (que él diseñó). En ambos queda constancia de su preocupación por los asuntos sociales y las contrariedades que provoca el azar –que en los dos casos se hace presente como accidente– en seres humanos vulnerables.

Posteriormente hubo algunos encuentros fugaces. Nos acompañó en el programa Voces y miradas del ITESO, donde hablamos con otros invitados del documental, sus particularidades y sus maravillas. Coincidimos en alguna función del Festival Internacional de Cine de Guadalajara. En todo momento dejó constancia de su afabilidad.

Boris Goldenblank murió la madrugada del 10 de enero de este 2015 (que alimenta con celeridad el obituario). Tenía 87 años. Sirva este breve texto como despedida y homenaje.

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