Escobar (Escobar: Paradise Lost, 2014) es el primer largometraje como director del italiano Andrea Di Stefano, quien posee una larga filmografía como actor. Sigue los pasos de Nick (Josh Hutcherson), un joven canadiense que se instala con su hermano, en 1983, en una playa colombiana con el propósito de practicar el surf. Por allá conoce a María (Claudia Traisac), quien colabora en una clínica patrocinada por su tío, el narcotraficante Pablo Escobar (Benicio del Toro). Éste está en campaña política cuando se hace público su pasado criminal. Decide, entonces, entregarse a las autoridades. Pero antes lleva a cabo un plan para esconder su riqueza, y Nick es convocado para participar en él.
Di Stefano concibe una película para un público angloparlante que sirve como divulgación. La estrategia de insertar a un extranjero ingenuo en la mecánica del narcotráfico y el seguimiento de una historia de amor son ingredientes provechosos para involucrar al espectador. Consigue así individualizar el paisaje que presenta y ofrecer una mirada desde adentro que resulta verosímil (a esto contribuye, también, el apego a la lengua, que los personajes hablen el idioma que hablan en la realidad) y que además aporta dosis valiosas de tensión.
Escobar da cuenta de más de una pérdida (no en vano el subtítulo original es “Paraíso perdido”) y exhibe el terror que supone vivir bajo las reglas del crimen organizado. Como en segundo plano ilustra el poder que tenía Escobar, quien incluso podía disponer de las fuerzas del orden para sus fines. Al final por más que el personaje epónimo parece un hombre de familia y un ferviente creyente, resulta ser un embaucador, un asesino desalmado para el que sólo la vida de su parentela cercana es respetable.
Di Stefano muestra con éxito cómo el narcotráfico acumula víctimas colaterales y sale bien librado en su labor de divulgación, pero no profundiza en la complejidad de la situación que aborda y menos en los diferentes matices de Escobar, con todo y que Del Toro resulta verosímil aun bajo una facha similar a la que le vimos como Che Guevara. En conclusión: Di Stefano entrega una visita que no va mucho más allá de lo turístico.
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