Septiembre 5: 10 en manejo de tecnología; 5 en manejo de información

Septiembre 5 (September 5, 2024) es el sexto y más reciente largometraje del suizo Tim Fehlbaum, quien ofreció pobres cuentas en su futurista largometraje anterior: Éxodo: la última marea (Tides, 2021). Ahora ubica la acción en el pasado: en los Juegos Olímpicos de 1972 en Múnich. Se instala en el estudio de la cadena de televisión norteamericana ABC Sports y desde el interior del estudio lleva a cabo la crónica de la toma de rehenes –un grupo palestino secuestró a algunos atletas y entrenadores de Israel– por la que estos juegos pasaron a la posteridad. El asunto cobró mayor relevancia porque entre los rehenes había un norteamericano que competía por Israel.

Fehlbaum concede especial atención a la puesta en escena. Reproduce con rigor la época: vestuarios, maquillajes, pero sobre todo los artefactos. El registro, que propone abundantes atmósferas oscuras, también reproduce la pátina del cine setentero, con todo y el grano en la película. El cineasta, además, mueve constantemente la cámara: en desplazamientos o en mano (a menudo ambos a la vez), con lo que busca multiplicar la adrenalina que de por sí provocan los acontecimientos.

Fehlbaum nos lleva a los tiempos previos a la tecnología digital, en los que los teléfonos servían para hablar (por teléfono) y las cámaras utilizadas para la transmisión televisiva eran voluminosas y pesadas; tiempos en los que el registro se hacía en película de cine, los súpers y las marcas de agua (letreros “sólidos” o transparentes que aparecen en pantalla) se construían físicamente. Los técnicos y los reporteros muestran sus habilidades, extraordinarias, para resolver las contingencias que supuso dar cobertura a una serie de eventos imprevisibles: desde cómo interconectar diferentes teléfonos hasta cubrir los eventos con una cámara de televisión en vivo y las filmaciones de la cámara de cine. Es valioso, también, empatar lo que se vio en la pantalla con todo lo que hubo que hacer detrás de las cámaras. En el manejo de tecnología y en la resolución de problemas el equipo técnico y reporteril se llevan un 10 de calificación. En lo relativo al despacho de los asuntos éticos no hay tanto que celebrar.

La cobertura realizada por la gente de ABC plantea una serie de dilemas que se deben resolver en el momento. Para empezar, porque el jefe se aferra a mantener bajo el control de ellos la cobertura del evento. Dice que es “su historia”. Y aquí ya hay bastante material para el análisis ético, pues encaran el asunto como si se tratara de “una historia”, como si de una película de ficción se tratara. (Ambos, cine y noticias, no está de más subrayar, son vistos como espectáculos lucrativos más que como instrumentos comunicativos.) Enseguida, es cuestionable el hecho de concebir que la historia tiene una propiedad, aunque los que la reclaman no tienen experiencia ni conocimiento para hacerse cargo de ella.

Más adelante hay dos eventos que son singularmente reveladores: la cobertura permite que millones de personas sigan los eventos a distancia, pero también la sigue el grupo palestino, al que, así, aportan información valiosa para su accionar. Ante esto la policía alemana trata de detener la transmisión (lo que tendría que haber hecho la propia cadena, si su motivación fuera hacer lo correcto y no obtener rentabilidad de él), pero aquí aparece una de esas típicas escenas del norteamericano embravecido que “defiende” a los suyos y “corre” a la policía de “su estudio”. Horas después surge el rumor de que todos los rehenes se han salvado. El que está a cargo de la transmisión sabe que, antes de divulgarla, debe corroborar la información con al menos otras dos fuentes, pero le ganan las ganas y le dice al presentador que lo diga, con el subterfugio introductorio de “hemos escuchado el rumor”. Aquí se ventila un asunto de nuestros tiempos: el comunicador en cuestión cree lo que quiere creer, no lo que el correcto manejo de información demanda. Estamos ante un ejemplo burdo de posverdad. Por supuesto que la credibilidad del medio se aniquila cuando se revela la verdadera suerte de los israelíes secuestrados.

El asunto presenta aristas agridulces, pero al final se trata de hacer un homenaje al equipo de ABC mencionando que la transmisión fue vista por más personas que el alunizaje de 1969. Lo cierto es que queda claro que en la prensa deportiva de allá –y de aquí–, acostumbrada más a opinar que a analizar y pensar, se ubica uno de los gremios menos sólidos del periodismo.

Calificación 70%
,

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *