Proyecto Géminis (Gemini Man, 2019) tiene casi todos los elementos que se demandarían a una buena película. Casi. Un realizador de probada solvencia, un cinefotógrafo talentoso, un asunto apasionante, una estrella capaz de llenar las arcas de la taquilla. Falla en algo fundamental: el guión. Es decir, es un proyecto con fallas de origen. Veamos…
Proyecto Géminis es la más reciente entrega del taiwanés Ang Lee, en cuya filmografía aparecen bastantes títulos célebres: Sensatez y sentimientos (Sense and Sensibility, 1995), El tigre y el dragón (Wo hu cang long, 2000), Hulk (2003), Secreto en la montaña (Brokeback Mountain, 2005) y Una aventura extraordinaria (Life of Pi, 2012), entre otros. Ahora sigue las contrariedades de Henry Brogan (Will Smith) un agente de habilidades extraordinarias que mata para organizaciones criminales gubernamentales. Hasta que busca retirarse, se entera de cosas que no debía saber y se convierte en una amenaza para sus ex patrones. Para detenerlo, entonces, se envía a un agente con características idénticas a las suyas. Un auténtico clon.
Fiel a su historial, Lee entrega un trabajo de cámara notable. Registra con claridad, elegancia y solvencia las escenas de acción; una de ellas, que da cuenta de una persecución en Cartagena, Colombia, es memorable, una de las más espectaculares que me ha tocado ver. Es difícil hacer una apreciación de la puesta en escena (y del desempeño del cinefotógrafo Dion Beebe), porque la imagen de la proyección a la que asistí fue atípica: utilizamos unos lentes que oscurecían bastante la pantalla y enrarecían las profundidades. La película fue grabada en lo que se conoce como High Frame Rate, es decir, a una resolución de 4K, a 120 frames por segundo (el cine que normalmente vemos está en 2K y a 24fps; Proyecto Géminis se proyecta en la mayor parte de las salas a 60 fps) y en 3D, y no estoy seguro de haber visto lo que el dispositivo contempla. El montaje, así, resulta vertiginoso. No obstante, insisto, la contemplación de la acción resultó ser lo mejor de la película.
Lee vuelve sobre asuntos que le son familiares. Acompaña a un hombre atormentado por lo que ha hecho, por lo que dejó de hacer y por lo que llegó a ser. La historia le da la ocasión de encarar su desencanto poniéndole un espejo, pero un espejo lleno de posibilidades de redención. Al pelear con un joven que es él mismo no sólo enfrenta sus miedos, sino que puede convertirse en un buen padre… para sí mismo. Sigmund Freud y Edipo se habrían dado un festín y habrían sacado conclusiones inquietantes, sobre todo cuando hay una probable amante-madre en la ecuación, pero Lee nos entrega una cinta que se desliza al melodrama con unos diálogos que van de lo explicativo a lo ridículo. Si la apuesta se hubiera mantenido en la acción –como John Woo en la prodigiosa Contra/Cara (Face/Off, 1997)– y los asuntos planteados se hubieran resuelto ahí, Proyecto Géminis habría sido sugerente (habría dejado al espectador la posibilidad de involucrarse más). El resultado, así, ni se redondea en la acción ni cobra densidad en los enfrentamientos verbales. Al final, todo indica que estamos ante un experimento fallido, tanto en lo técnico como en lo narrativo.