En su penúltima película, La mujer de al lado (La femme d’à côté, 1981), el francés François Truffaut esbozó los inconvenientes de tener al amante como vecino. La historia presentaba las numerosas complicaciones que esto provoca y la conclusión no era particularmente halagüeña. Ahora Cercana obsesión (The Boy Next Door, 2015) parte de un pretexto similar. Con ánimos más tremendistas que intimistas; y con resultados pobres, justo es anticipar (no falla: cuando la película es floja, en el título aparece invariablemente, para imprimir algo de morbo, la palabra “obsesión”).
Cercana obsesión es la más reciente entrega de Rob Cohen, también responsable de Rápido y furioso (The Fast and the Furious, 2001) y xXx (2002), entre otras. Recoge los infortunios de Claire Peterson (Jennifer Lopez), una mujer madura que es maestra de preparatoria y atraviesa una crisis matrimonial: se ha separado de su marido y vive un período de confusión. Entonces conoce a Noah (Ryan Guzman), el joven sobrino de su vecino, que luego se inscribirá en su clase y se convertirá en amigo de su adolescente hijo. Una noche, ebria pero con alguna claridad, Claire tiene relaciones sexuales con Noah. A partir de entonces él se obsesiona, y ante las negativas de ella, comienza un hostigamiento inclemente.
Cohen entrega una cinta predecible (y aún más si se ha visto el tráiler), llena de lagunas que quieren pasar como genialidades (o productos de una calculadora mente capaz de perpetrar maldades extraordinarias). En la ruta Cohen no duda en hacer uso de las estrategias del terror y reservarnos algunos sobresaltos producidos por más de una sorpresa. A medida que la historia avanza la verosimilitud es cada vez más puesta en entredicho mientras el villano se sostiene cada vez menos: para comenzar, con sus supuestos conocimientos literarios, y para concluir, con sus notables habilidades en cuestiones de mecánica (automotriz, justo es precisar). Ayuda poco, además, la actuación demostrativa, pobre, de la Lopez, que nomás no convence.
Acaso lo peor de la cinta está en la moralina que la habita. Si bien Claire tiene ocasión de “escanear” a su joven vecino y desearlo, cuando pasan a los hechos la historia se cuida de hacer ver que no es un desliz producto de la excitación, sino un lapsus involuntario que se explica porque ella “estaba vulnerable”. No obstante, parece que la experiencia fue placentera. Y el castigo a ese “crimen”, que viene a continuación, resulta terriblemente excesivo: la vida de Claire se convierte en un infierno que en algún momento es gráficamente presentado de acuerdo a los parámetros de la iconografía popular, con todo y sus llamas. Si bien la cinta fue escrita por una mujer (Barbara Curry), el acercamiento deja ver claros atisbos de machismo. Pareciera advertir (sustos mediante) sobre lo que puede pasar cuando se cede al deseo y se buscan –y se encuentran– orgasmos extramaritales. ¡En la segunda década del siglo XXI! ¡Ay! Habría que anotar, para terminar, que la lucha por la peor película del año cada vez está más disputada.
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