Maxxxine: la cara oculta de Hollywood

Maxxxine (2024) arranca con un epígrafe, cortesía de Bette Davis: “En este negocio, hasta que no seas conocido como un monstruo no eres una estrella.” Conforme avanza la película caemos en la cuenta de que la frase de marras es una hipótesis, y que el propósito de la historia es hacer la demostración…

Maxxxine es la más reciente entrega de Ti West, quien es también responsable de X (2022) y Pearl (2022). Todas ellas conforman una serie que va del suspense al terror y del pasado al presente. En Maxxxine seguimos al personaje epónimo (Mia Goth), una joven que se gana la vida “actuando” en películas porno. No obstante, su afán por la fama la conduce a un casting para una película de terror de la serie B. Todo parece marchar bien, pues le dan el papel, pero entonces comienzan a irrumpir los fantasmas de su pasado (de lo cual dan cuenta las pasadas entregas de la serie y ahora atestiguamos por medio de flashazos, no de flashbacks), y descubrimos que tiene más de un cadáver en el clóset.

West entrega una película correcta en términos formales. La puesta en escena se empeña en recrear con rigor los años ochenta –época en la que se ubica la acción– mientras que el registro emula la pátina cinematográfica de esos años, a lo cual contribuye, para empezar, el uso de película: sí estamos ante una filmación en 35 mm. Gracias al buen uso de escenarios, luces, vestuarios y maquillajes se construyen atmósferas inquietantes que instalan cierto malestar a lo largo de toda la película. Con la cámara West es eficiente, y si bien en algunos momentos hay más de un lucidor plano largo en movimiento, y casi un planosecuencia –que trae a la memoria un pasaje de Buenos muchachos (Goodfellas, 1990) de Martin Scorsese–, la puesta en cámara no alcanza el lucimiento que sí consigue en la puesta en escena. Las músicas y las canciones, que son abundantes (entre otras Self Control de Laura Branigan y la que “obligatoriamente” cierra la cinta, Bette Davis Eyes de Kim Carnes), apoyan las atmósferas y contribuyen a la emoción.

Este dispositivo estilístico es pertinente para matizar y hacer avanzar la demostración de la hipótesis: la trayectoria del monstruo que con destino a las estrellas (como ilustra el plano final). West exhibe el lado B de Hollywood (lo cual es ilustrado con literalidad hacia el final, cuando la acción va del frente al trasero del famoso letrero instalado en el cerro) y a la mente vienen películas que exploran el lado oscuro de la ruta al estrellato, como Mulholland Drive. Sueños, misterios y secretos (Mulholland Drive, 2001) de David Lynch.

Al final se juntan de manera reveladora el fervor religioso (que ve en Hollywood una sucursal del infierno) y el fervor por la fama cinematográfica: a Satanás es conveniente combatirlo con sus propios medios y en su propio terreno. Llama la atención que Maxxxine haga eco de los fanáticos que, en la cinta, satanizan al sexo; la cinta es puritana en este terreno, y a pesar del oficio de Maxxxine no hay escarceos sexuales en pantalla; vaya, ni siquiera desnudos. Pero, eso sí, es hasta pornográfica en un par de escenas violentas, sangrientas, explícitas (al estilo gore): una emasculación y una cabeza que se desparrama después de recibir un balazo a quemarropa. Al final la crítica al mundillo del cine hollywoodense es mucho menos poderosa que la que hace Babylon (2022) de Damien Chazelle, por citar un ejemplo; al final la cinta es más demostración que revelación, y adolece de un simbolismo más bien simplón.

Calificación 70%
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