La purga por siempre (The Forever Purge, 2021) es la quinta y más reciente entrega de la franquicia que inició en 2013 con La noche de la expiación (The Purge, 2013). Todas las películas que la componen parten del hecho de que durante 12 horas la ley no se aplica, por lo que las personas pueden cometer cualquier delito, incluido el asesinato, sin consecuencia alguna. Más o menos lo que sucede en México todo el año (acá habría que ver cómo nos iría si se aplicara la ley durante 12 horas). En ese período la sociedad se divide claramente entre victimarios y víctimas; los que no participan han de encerrarse para protegerse.
La purga por siempre es el segundo largometraje del mexicano Everardo Gout, quien obtuvo el Ariel a la mejor ópera prima por Días de gracia (2012) y ha participado en la realización de numerosas series televisivas. Acompaña a una pareja también de origen mexicano: Adela (Ana de la Reguera) y Juan (Tenoch Huerta), quienes han ingresado a Estados Unidos de forma ilegal y trabajan en Texas y viven su primera purga. La noche pasa sin novedades para ambos, pero al día siguiente el país descubre que mucha gente no terminó la matazón a las 12 horas y sigue delinquiendo. Para ellos la purga no termina; de ahí el apellido de esta secuela: por siempre.
Gout entrega cuentas aceptables con la cámara y el ritmo. A medio camino entre el thriller y el terror, el cineasta registra la acción con resultados contrastantes: por momentos es clara y genera adrenalina; en otros es confusa y reiterativa. En el terreno del terror las cuentas no son mejores, pues echa mano de los sustitos habituales y genera más de un sobresalto. Nada memorable en ninguno de los dos géneros, pues.
Justo es comentar que el guión, cortesía del creador de la franquicia, James DeMonaco, está lleno de buenas intenciones y de abundantes dosis de moralina. Pero también de detalles apreciables (algunos de los cuales tienen que ver con cuestiones idiomáticas). Pone en pantalla de forma esquemática la animadversión –o el franco odio– que genera la inmigración en una parte de la población en Estados Unidos, la que apoyó al presidente anterior e hizo eco de su discurso. El mensaje habría sido más oportuno hace dos años, pero no pierde vigencia. De hecho, se hace sensible una preocupación y se lanza una advertencia a los estadounidenses –paradójica, pues proviene de mexicanos–: si siguen por esta ruta van a terminar por aniquilar las maravillas del sueño americano. Así ya no van a dar ganas de ir de ilegal ni de shopping. Los nacionalismos que se traducen en violencia son contraproducentes, nos dicen. Es una pena que la sustancia se diluya en largos pasajes de acción medianamente insulsa y un reguero de sangre genérica (porque tanto el terror como el thriller suelen alimentarse de hemoglobina).
En la ruta aparecen abundantes dosis de humor ¿involuntario? Como el hecho de que tanto Adela como Juan sean habilísimos manejando todo tipo de armas y pareciera que tienen instrucción militar porque acá formaban parte de un grupo de autodefensa; o el ranchero texano que reconoce los derechos de los pueblos originarios; no faltan los “líderes” oportunistas (que lanzan órdenes a diestra) y siniestra y siempre saben qué hacer; y la cereza del pastel: México abre sus fronteras para albergar a los que huyen de la matazón. Esperemos que los norteamericanos atiendan el mensaje. El mundo los necesita. Sí, pues.