En los créditos de producción de La civil (2021) aparecen los nombres de Luc y Jean-Pierre Dardenne, Cristian Mungiu y Michel Franco. En el curso de la cinta es apreciable la influencia estilística que la realizadora rumana Teodora Mihai tiene con estos realizadores: un acercamiento a la historia sin maquillaje, un naturalismo palpable, un seguimiento epidérmico al personaje principal, un mundo nuboso alrededor de éste.
La civil es el primer largometraje de ficción de Mihai y ubica la acción en México. Sigue las vicisitudes de Cielo (Arcelia Ramírez) tras el secuestro de su hija adolescente. Antes de ir con las autoridades, busca a su esposo (Álvaro Guerrero), quien ahora vive con otra mujer. Ambos deciden pagar el rescate que les piden, pero los delincuentes no liberan a su hija. En su afán por encontrarla y ante la inacción de las autoridades, Cielo contacta a un grupo de militares, y con ellos hace más de una pesquisa.
Con la cámara a menudo en mano, poca profundidad de campo y planos cerrados, Mihai nos permite un acompañamiento, cercano y constante, a Cielo. El buen uso del fuera de campo contribuye a dar presencia a lo que sucede alrededor, y en más de un momento genera curiosidad (práctica que tiene su culminación en el plano final). La puesta en escena construye un pueblo del Norte mexicano con algunos tintes urbanos y más de un matiz hostil. El ritmo va del frenesí a la tranquilidad para dar cuenta de la intranquilidad de la protagonista.
Mihai entrega buenas cuentas al singularizar, al dar cara y voz a un fenómeno creciente en México: la desaparición forzada. Ofrece un panorama amplio a partir de la gesta de Cielo, que condensa la voluntad de miles de madres que buscan a sus hijos desaparecidos. La realizadora rumana es sensible a cada gesto de una madre que muestra una fortaleza extraordinaria. Asimismo, ilustra un abanico desolador de posibilidades para las mujeres: otra madre, cuyo hijo está desaparecido, es extorsionada por un grupo criminal; la dueña de una funeraria trabaja de gratis para el estado y para la delincuencia; entre los militares también hay una mujer, que se mimetiza con sus compañeros; uno de los grupos delincuenciales es encabezado por una joven. Somos testigos, además, de cómo sufre la madre de uno de los asesinos (porque si se puede decir en lenguaje coloquial que éstos “no tienen madre”, sí tienen progenitora). Por otra parte, muestra cómo las posibilidades de hacer justicia son escasas o terribles. La autoridad civil es nula o está coludida con los criminales; el ejército apoya a Cielo, pero los milicos se comportan como otro cártel violento, pues también secuestran, torturan y matan. Las posibilidades de hacer justicia por propia mano no sólo conllevan un riesgo enorme, sino que implican inevitablemente salpicarse de sangre.
Mihai reserva un final abierto para su propuesta. Invita, como dice ella, a que lo cierre “el corazón” de cada espectador. Lo cierto es que en la sonrisa discreta de Cielo se pueden observar rayitos de luz, atisbos de solidaridad, de un futuro. Lo cierto es que como Mungiu en 4 meses, 3 semanas y 2 días (4 luni, 3 saptamâni si 2 zile, 2007), los Dardenne en Rosetta (1999) y Franco en Después de Lucía (2012), cuyas protagonistas encaran con enjundia y coraje las situaciones adversas que se les presentan, La civil hace una denuncia contundente y no se acaba cuando termina: invita a una reflexión y, con suerte, a algo más.
La civil participó en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes. Obtuvo el Prix du courage (que bien se podría traducir como Premio del coraje, del valor, de la valentía).