Conforme avanzaba Insurgente (Insurgent, 2015) no podía dejar de reparar en el sufrimiento que reflejaba permanentemente el rostro de Tris (Shailene Woodley), la protagonista: ¿cómo puede soportarlo? ¿Insurgente es deliberadamente sufriente? Tampoco hay que darle muchas vueltas para dar con la respuesta. Ésta está en la venganza, ese gran asunto del cine norteamericano, que para ella es una meta y da sentido a su vida. ¿Insurgente es transparente? Conforme seguía la cinta y ella seguía culpándose por las muertes que sus acciones provocan, me surgía otra pregunta: ¿le importa verdaderamente? ¿Insurgente es indiferente? Pero la pregunta que me hacía más a menudo era: ¿Insurgente es diferente? No mucho, me temo.
Insurgente es la segunda entrega de la serie que inauguró Divergente (Divergent, 2014) de Neil Burger. La secuela es responsabilidad del alemán Robert Schwentke, también director de Plan de vuelo (Flightplan, 2005) y R.I.P.D.: Policía del más allá (R.I.P.D., 2013). La acción inicia con un mensaje de Jeanine (Kate Winslet), la líder del pacífico mundo ordenado de acuerdo a virtudes –osadía, erudición, cordialidad, verdad y abnegación–, justo después de acabar con la última sección, en la que “militaban” los padre de Tris. En el video-mensaje ésta es inculpada de la aniquilación de “abnegación”, y ahora ella y Cuatro (Theo James) son fugitivos. En su ruta de regreso a la ciudad amurallada (a la que viajan con el propósito de matar a Jeanine) se unen y se enfrentan a facciones disidentes. Mientras tanto, la jefa de gobierno, irónicamente, descubre que para cumplir sus objetivos necesita a Tris, la 100% divergente.
Schwentke sigue el “librito” de la secuela y ofrece más acción y un poquito más de romance de los que había en el rollo inaugural. El registro de la primera va de lo correcto (con claridad y buen ritmo) a lo contraproducente (cuando presenta planos abiertos, en los que se ve a los personajes de cuerpo entero en diferentes geografías, es difícil creer en las habilidades –velocidad, fuerza– de Tris en su fase osada, pues luce un tanto lenta y no muy fuerte que digamos). En cuanto al romance, pareciera que éste ha entrado en una fase de normalidad (hasta se diría que Tris y Cuatro llevan años de matrimonio) y el clímax de este apartado es más sugerido que sugerente o cachondo. Por su parte, la ruta para hacer ver que Tris puede cambiar la sociedad cuadrada en la que creció, sólo por momentos es estimulante. En otros renglones la cinta reserva algunas sorpresas (como el hecho de que Cuatro tenga un nombre: Tobias Eaton) y propone algunos giros que evitan que la trama sea del todo predecible. Como película de aventuras Insurgente funciona relativamente bien: no es extraordinaria pero tampoco es un desastre.
La consecuencia de esto es que el tema, que no es original pero tampoco es desdeñable, pierde fuerza y resulta rutinario. Schwentke esboza las contrariedades que supone la singularidad (a Tris se refieren como “la muy especial” o el “espécimen perfecto”), lo que a fin de cuentas se traduce en la famosa frase que el Tío Ben le receta a Peter Parker en Spider-Man (2002): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Habría que añadir que también tiene sus bemoles, su lado oscuro, y conlleva un gran sufrimiento, como mencionaba párrafos arriba y nos recuerdan constantemente. Crecer supone hacerse cargo de las consecuencias de tomar decisiones, así como constatar que no es posible quedar bien con todos, lo que provoca alegrías pero también harto dolor: crecer también es decepcionar a los otros y ser decepcionado por ellos. Todo esto merece atención, pero las cosas se vuelven pretensiosas –y cuestionables– cuando se hacen algunos paralelismos con Jesús (que omito para evitar spoilers). (¿El Mesías ama a Tobias?; este mal chiste, ¿es pertinente?) Además, por los fundadores de la pacífica sociedad del futuro, que hacen las veces de la divinidad, da la cara una mujer. ¿Insurgente es irreverente?
Insurgente exhibe al opresivo poder uniformador que alienta –y del que se beneficia– la burocracia más rancia y manipuladora (¿hay otra?); invita al adolescente a luchar por ser él mismo, a hacerse cargo de la diferencia que, se da por supuesto y nos quieren hacer creer, hay en cada ser humano. Pero contradictoriamente y como diría el pequeño Dash Parr en Los increíbles (The Incredibles, 2004): la divergencia democratizada, la diferencia generalizada, es otra forma de la uniformidad.
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