Home: no hay lugar como el hogar (Home, 2015) es la más reciente entrega de animación tridimensional de Dreamworks y el primer largometraje en solitario de Tim Johnson, quien previamente compartió el crédito de realización en Hormigaz (Antz, 1998), Simbad: la leyenda de los siete mares (Sinbad: Legend of the Seven Seas, 2003) y Vecinos invasores (Over the Hedge, 2006). La cinta no es un franco retroceso en el ascenso que ha venido mostrando la animación, pero casi.
Home: no hay lugar como el hogar reúne los destinos de Oh y Tip. El primero es un alienígena que se ha ganado ese nombre entre los suyos porque nadie lo soporta por su constante inoportunidad. Y aunque todos le hacen el feo, él sigue siendo amable y procura a sus semejantes. Tip es una niña de origen caribeño que vive en Nueva York y ha tenido múltiples problemas para ser aceptada. Se conocen luego de que los extraterrestres se han apoderado de la tierra y han mandado a los humanos a Australia. Pero Tip se queda en su casa y busca entonces a su mamá. Ella y Oh se unen para encontrarla. Sin embargo, ambos son prófugos de la ley, lo que dificulta las cosas.
Johnson muestra cómo en todos lados hay gente que tiene dificultades para encajar –y que en todos lados el bullying es una práctica cotidiana– e ilustra el valor de la amistad. Aceptar al otro como es ofrece la posibilidad de conocerlo mejor mientras se le brinda la oportunidad de mostrar sus virtudes. Al final la colaboración permite que se consigan metas cuyo alcance es difícil de forma individual. Pero, acaso más valioso, ofrece la posibilidad de querer y ser querido. Los beneficios de la convivencia en la diversidad es, pues, el gran asunto que habita la cinta.
Si bien este mensaje no es original, tampoco es despreciable. No obstante, la estrategia empleada para presentarlo no es particularmente afortunada. Johnson regresa a una serie de hábitos que parecían haberse ido del cine de animación para no volver. Para empezar, la estridencia: entre los muchísimos diálogos, los desastres frecuentes y los gritos abundantes, la moraleja apenas encuentra espacio para hacerse audible y sensible. (Además, como tanto le gusta al cine norteamericano, una vez más París es destruido –aunque sólo parcialmente, habría que apuntar–; Hitler no maltrató a la Ciudad Luz, pero los estudios cinematográficos estadounidenses no pierden oportunidad de hacerlo.) Johnson vuelve también sobre ese mal hábito que manifestaba el género al proponer una sucesión de chistes más que el desarrollo de una historia de amplio alcance. Y si recientemente nos habíamos acostumbrado a encontrar sustancia y entretenimiento para diversas edades, Home: no hay lugar como el hogar habrá de ser mejor apreciada por los más enanos de los enanos. Los adultos no la padecen, pero tampoco encuentran los atractivos que, insisto, hoy ofrece la animación. Pareciera que para Dreamworks los riesgos son indeseables y, parafraseando el subtítulo añadido en español, no hay nada como el seguro territorio conocido.
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