Flow: la belleza de un planeta sin humanos

Conforme avanza Flow (2024) se van revelando y acumulando las maravillas. De entrada, sorprende el diseño de la imagen y del sonido. En la primera es perceptible un contraste entre el detalle con el que aparecen los paisajes –que resultan realistas con un toque fantástico– y el trazo no tan fino en el esbozo de los animales y sus movimientos. La cámara, a la que podría atribuirse el punto de vista de un testigo, parece flotar y aporta una respiración al relato. En el segundo cobra presencia el contexto (con particular atención a los elementos que fluyen, el viento y el agua) y las onomatopeyas. Con la música, que por lo general es suave, el balance es agridulce: apoya y anticipa emociones, pero su uso continuo la hace perder valor y la convierte en un “ruido de fondo”. Se agradece infinitamente evitar la antropomorfización de las bestias: si de por sí ya es cansado asistir en la realidad al trato de mascotas como si fueran humanos, es doblemente desagradable escucharlas hablar en pantalla. No hay una sola palabra en la película. ¡Qué belleza! En la ruta va cobrando sentido y densidad la historia, que encadena algunas alegorías y más de una metáfora y van conformando un comentario que alcanza alturas psicológicas y sociológicas… casi humanas.

Flow es una coproducción de Letonia, Francia y Bélgica. Es el segundo largometraje del letón Gints Zilbalodis, quien además colabora en la escritura del guión, en la edición, en la producción y en la música. El argumento acompaña al inicio a un gato en su deambular por el bosque. Lleva una vida apacible en una casa que parece ser un santuario gatuno. Mas pronto descubrimos que no hay humanos alrededor. Pero los peligros no escasean: además de un grupo de perros que lo corretean, pronto debe correr y nadar por su vida cuando se desata un alud de agua y la aldea se inunda (evento que, al parecer, ha sucedido previamente). En adelante viajará a la deriva en un velero que va añadiendo pasajeros: un capibara, un lémur, un perro y un pájaro secretario. Se diría que conforman una comunidad.

Zilbalodis propone una fábula (que, por supuesto, trae a la memoria a Esopo y La Fontaine) de tintes posapocalípticos que alcanza para hacer una reflexión sobre la salud del planeta, a cuyo deterioro los humanos hemos contribuido con fruición. Como en todos los dramas de esta naturaleza, cobra relevancia la necesidad más básica para los que aún transitan por la Tierra: la sobrevivencia. En la ruta hay los que corren por su vida (como el gato), los que no tienen empacho por dejarse llevar por la corriente (como el capibara), aquellos cuya vanidad no permite que vean más allá de ellos mismos (como el lémur), los que son capaces de salir a la defensa de los demás y alcanzar alturas divinas (el ave) y los que pueden tomar distancia con sus montoneros compañeros (como el perro). Lo valioso del viaje que realizan juntos es que van tomando distancia con sus comportamientos atávicos y pueden funcionar como equipo. (No faltará la humana vanidad que, cual lémur, se quiera ver en este espejo y perciba en estos cambios virtudes humanas.) Pero la comunidad también tiene sus inconvenientes, como ilustra el pasaje en el que el líder cede a los impulsos de los otros, decisión que lleva a todos a correr riesgos: la democracia también tiene sus inconvenientes, podemos inferir (y podemos constatar fuera de la sala oscura, de vuelta a las miserias humanas).

Flow seduce por su belleza audiovisual y por una historia de aventuras que tiende un puente con los clásicos del género, en particular con aquellas entregas que se ubican sobre el agua. Como sucede con las mejores películas de Pixar, es pertinente para empujar la reflexión a diversos niveles y para públicos de diferentes edades. En este renglón es pertinente subrayar que todo inicia en la imaginación, que el discurso no se sujeta a palabras dichas por tal o cual personaje. La película cabe en las estaciones del viaje del héroe (que esquematizó Joseph Campbell), mas lo maravilloso es que aquí no hay héroes. Tan sólo un puñado de animales que descubren la conveniencia de estar juntos para garantizar en la medida de lo posible su sobrevivencia. Esperemos que los otros animales –los que se dicen racionales–, conmovidos con tanta maravilla, se enteren y tomen nota…

Flow llama la atención además porque se procesó con programas de uso libre. Asimismo, por su participación en festivales donde normalmente no son consideradas las animaciones (como en Cannes, donde participó en la sección Una cierta mirada); en Annecy, que se especializa en animación obtuvo los premios del jurado y del público.

Calificación 80%
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