A lo largo de su filmografía, el británico Tom Hooper ha alimentado un estilo rico en sutilezas. Con la cámara y la luz cuenta e informa, matiza y puntualiza. La puesta en cámara y la puesta en escena subrayan o mesuran lo que aparece en diálogos: lo que sabemos y sentimos por lo que vemos es a menudo más relevante que lo que sabemos y sentimos por lo que nos dicen. En esos detalles –que no son nimios y demandan un ojo atento– aparece una buena parte de la riqueza. Así sucede con La chica danesa (The Danish Girl, 2015), su más reciente entrega.
Como en El discurso del rey (The King’s Speech, 2010), su tercer y multipremiado largometraje, Hooper mira al pasado y se ocupa de un personaje que no está a gusto con quién es y se ve rebasado por las circunstancias. Ahora se inspira en una novela de David Ebershoff (que a su vez se alimenta de los diarios de Lili Elbe) y volvemos a los años veinte, a Copenhague, para acompañar a una pareja de pintores: Einar (Eddie Redmayne) y Gerda (Alicia Vikander) Wegener. Como podemos ver en el tráiler –que revela al menos el primer acto de la cinta– Einar accede a posar para su esposa con atuendos femeninos. Pronto él comienza a vestirse como mujer por su cuenta, bajo el nombre de Lili, y entonces ésta se “impone”. El asunto deja de ser un juego y se convierte en un asunto de suma gravedad.
Hooper utiliza una vez más el encuadre para anotar y connotar. A menudo rompe con la ortodoxia, en particular en el manejo del espacio negativo o aire. Cuando aparece un sujeto a cuadro que mira en una determinada dirección, el aire aparece en la dirección de su mirada. Pero en algunos pasajes Hooper hace lo opuesto y deja el espacio negativo detrás o por encima (de forma ostensible) de él. Esto, que se utiliza primordialmente en algunos diálogos, genera una incomodidad con lo que se expone, “habla” sobre la situación que se desarrolla y matiza la relación entre los personajes. Asimismo, el cineasta apuesta por el contraste mediante el uso de lentes de distancia focal distantes, y no es raro presenciar la yuxtaposición del angular y el telefoto. La profundidad de campo contribuye a la expansión de Lili: si Einar se ve constreñido por la sociedad y por él mismo, como Lili “respira” mejor. Y eso lo vemos, está en la claridad de la luz, en la nitidez del encuadre. Hooper también utiliza el cuadro para unir y separar: es notable cómo en más de un momento coloca en el plano a Einar y a Gerda, juntos pero separados por algún elemento de la escenografía. En otros momentos propone símbolos provechosos, como el sangrado (nasal) de Lili después de besar a un hombre (después se hace hincapié al señalar incluso la frecuencia del flujo sanguíneo, por si no habíamos entendido), o cuando Gerda corta rabiosamente una zanahoria.
El dispositivo es efectivo para ir reforzando la feminidad de Einar y, en menor medida, para abordar el conflicto de él y su esposa. Al inicio vemos que en la pareja hay hasta cierto punto una inversión de roles: él es delicado y sensible; ella muestra seguridad y determinación; luego nos cuentan que fue ella la que tomó la iniciativa para que la relación iniciara y avanzara. Pero la apuesta no consigue ir más allá de la superficie, lo cual podríamos endilgar al pobre desarrollo que propone el guión. Hooper hace hincapié en gestos y movimientos para dar cuenta de lo femenino: ser mujer, aquí, es tan sólo parecer mujer (la nominación al Óscar de Redmayne es lo mismo un reconocimiento a su desempeño que una constatación de esta superficialidad). Mejor fortuna corre al mostrar cómo el matrimonio se alimenta por una suma de egoísmos que a ratos es un choque: el interés por el otro está en función del interés por uno; la capacidad de dar depende de lo recibido. La búsqueda de la identidad es fundamental –aquí y en todas partes– y es inevitable hacerlo con los otros, y a veces contra los otros. Pero tampoco aquí Hooper es contundente. Pareciera que éste, en su tratamiento de la transexualidad, no quisiera incomodar o intranquilizar a su espectador. Al final tanta suavidad informa más de lo que emociona. La forma elegida es agradable y suave a la vista, lo que resta fuerza a los asuntos que se abordan. Se diría que a su cinta le sobran órganos y le faltan vísceras.
https://www.youtube.com/watch?v=3qUjqMnBLHQ
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