Eclecticismo con unidad: La venganza de un actor (1963)

CINESCOPÍA/José Javier Coz

La venganza de un actor, originalmente titulada Yukinojo, el fantasma (Yukinojo henge), de 1963, dirigida por Kon Ichikawa (1915-2008), es quizá la película más ecléctica del cine japonés. Escapa a todo intento de clasificarla dentro de un género. Se trata de una tragicomedia que toma prestado convenciones del cine de acción de samuráis, del melodrama telenovelesco con convencionales intrigas y de la caracterización travesti del onnagata, actor masculino que representa personajes femeninos en el teatro kabuki a partir de la década de los treinta del siglo XIX. El guion, a cargo de Natto Wada, la esposa de Ichikawa está basada en una novela de Otokichi Mikami y, también, en su primera adaptación cinematográfica: una trilogía dirigida por Teinosuke Kinugasa entre 1934 y 1936. En esta trilogía aparece el mismo actor, Kazuo Hasegawa, en el papel igualmente del protagonista Yukinojo.

Entre la extensa filmografía de Kon Ichikawa destaca especialmente la célebre película El arpa birmana (Biruma no Tategoto, 1956) ganadora en el Festival de Venecia y nominada al Oscar en la categoría de mejor película extranjera. También dirigió otra famosa cinta antibélica, Fuego en la llanura (Nobi, 1959), igualmente galardonada. Finalmente, es de mención especial su documental Las Olimpiadas de Tokio (1965) premiada por la BAFTA (Academia Británica de las Artes Cinematográficas y de la Televisión, por sus siglas en inglés) y que registra las Olimpiadas de Verano celebradas en Japón.

Yukinojo es, desde el inicio, el mayor atractivo de la compañía de teatro kabuki para la que trabaja. La película abre en su debut en Edo (renombrada después Tokio) donde conquista al público capitalino. En Nagasaki, cuando Yukinojo tenía siete años, sus padres se vieron orillados al suicidio por culpa de tres hombres. Huérfano, es entrenado en las artes dramáticas como onnagata y en las artes marciales. Durante el estreno, Yukinojo reconoce entre el público a dos de los tres hombres: Kawaguchiya (Saburo Date), un exvendedor, ahora un comerciante ambicioso, y Sansai Dobe (Ganjiro Nakamura), exmagistrado de Nagasaki y ahora miembro del séquito del shogunato. La hija de Dobe, la joven y hermosa señorita Namiji (Ayako Wakao), asiste también a la función. Bajo el consentimiento de su padre es la concubina favorita del shogun (el shogun es el jefe militar de Japón que, junto al mikado o emperador, estaba controlado por toda la estructura de gobierno feudal). Ella es cautivada desde una primera impresión por los encantos ambivalentes –masculinos y femeninos– de Yukinojo, por la virilidad atravesada por la afectación y el amaneramiento. Dado que los onnagata visten prendas de mujer y maquillaje en la vida diaria como parte de su continuo entrenamiento, ni Kawaguchiya ni Dobe pueden reconocer al niño que condujeron a la orfandad allá en Nagasaki. Pero Yukinojo sabe todo acerca de ellos, así como del tercer villano, Hiromiya (Eijiro Yanagi), un rico mercante. Bajo el consejo y presión de su maestro, Yukinojo se decide por la venganza. Es tal la pasión de Namiji por Yukinojo que, por conducto de su padre, es invitado con insistencia a la residencia de los Dobe. Yukinojo se dejará seducir por Namiji quien le termina despertando culpa dada la inocencia y nula implicación de la jovencita en el suicidio de sus padres.

Esta película es un deleite estético no sin una alerta social. El contexto de la venganza es la Gran hambruna de Tenpō (1833-1837) cuando Japón fue asolado por sequías. Los almacenes se convierten en blancos para las turbas famélicas. Además de jugar con los sentimientos de Namijii, Yukinojo conspirará intrigas personales y cálculos en torno a los precios en el mercado del arroz para hacer que sus tres enemigos terminen traicionándose. Al darse cuenta de que Kawaguchiya ha acaparado el mercado de arroz, Yukinojo aconseja a su tercer blanco, Hiromiya, de traer su reserva de grano a la ciudad y liberarla. Cuando el infame trío se debilita y discuten acaloradamente entre ellos, todos contra todos, Yukinojo saca adelante dos representaciones primordiales: encarna a su padre muerto frente a Kawaguchiya y recrea el suicidio de su madre delante de Dobe, devastando de este modo la seguridad y la cordura de sus antagonistas.

Para la paleta del film, Ichikawa hace resaltar el color rojo, el rosa, el dorado, el blanco y el morado. Ichikawa es obligado por sus financiadores a utilizar el cinescopio. El cinescopio consistió en un doble sistema de lentes que se usó entre los años 1953 y 1967 en las cámaras cinematográficas y en los proyectores. Comprime imágenes panorámicas muy anchas, las adapta al ancho del fotograma convencional y el proyector de pantalla ancha las descomprime. Ichikawa aprovecha este sistema óptico y pone a prueba los límites de los encuadres. Juega con el amplio escenario de la sala de teatro combinándolo con el ancho de la pantalla de cine. También rompe el espacio con una división del cuadro en la forma de una película dentro de una película. Por último, centra la atención en sus personajes al ubicarlos en espacios inciertos de oscuridad total o de completa y enceguecedora blancura.

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