Del exilio a la indigencia: La vida de la joven Oharu (1952)

CINESCOPÍA/José Javier Coz

Después de casi 30 años de carrera como director, en 1952 Kenji Mizoguchi lleva a la pantalla la novela corta titulada La vida de una mujer amorosa, escrita por Ihara Saikaku en 1686. La adaptación la escribió en colaboración con Yoshikata Yoda con el título de La vida de Oharu (Saikaku Ichidai Onna, 1952)

Kenji Mizoguchi (1898-1956) es considerado como uno de los pilares que dio empuje e imprimió un estilo al cine japonés. Esto afirmado por directores japoneses emblemáticos como Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa, y por otros menos conocidos, pero no menos importantes, como Kaneto Shindo, Nagisa Oshima, Hayao Miyasaki y Shohei Imamura.

De su extensa filmografía, 28 películas suyas hechas entre 1923 y 1925 se perdieron. Le siguen otras 28 películas mudas que se lograron rescatar, de las cuales 6 se han restaurado. Su primera película sonora se titula Aizō tōge que se tradujo como El puerto de montaña de amor y odio (1935).

Durante la ocupación estadounidense de 1945 a1949 se prohibieron las películas de época para evitar cualquier reactivación de sentimientos nacionalistas. La vida de Oharu constituye una de las primeras del regreso a las películas que retratan al Japón pre-moderno (antes de 1868). Recibió el Premio Internacional en la Muestra Internacional de Arte Cinematográfico de la Bienal de Venecia en 1952. Kenji Mizoguchi sería galardonado con el León de Plata en los siguientes dos años consecutivos con dos largometrajes que junto con La vida de Oharu engrosan la lista de las mejores películas de todos los tiempos: Ugetsu (1953) y Sansho (1954).

La vida de Oharu narra un episodio de decadencia y caída en la vida de una joven de nombre Oharu (Kinuyo Tanaka). Ella es hija de un samurái de alto rango. Un día se topa con un criado de la corte, Katsunosuke (Toshiro Mifune), quien se enamora inmediata, definitiva y obstinadamente de ella –tanto como Morito en La puerta del infierno (Jigokumon, 1953) dirigida por Teinosuke Kinugasa. Renuente al principio, Oharu termina por aceptarlo y reconoce que también alberga sentimientos genuinos de amor hacia él. El amor entre ellos sube rápidamente a una pasión tal que deciden huir. Son perseguidos y cuando los alcanzan Katsunosuke es ejecutado.

La relación entre dos personas de castas diferentes constituía una violación al código de honor no sólo de la persona, sino que se hacía extensiva a la parentela de primer grado. Son castigados con la pobreza en el exilio. Como compensación, Oharu contrae el compromiso de sacar a la familia de la pobreza. A partir de este momento, el espectador asistirá al declive de Oharu en todo el escalafón social. Primero es vendida como amante y posible candidata a darle un heredero al daimio Matsudaira. Un daimio era el equivalente a señor feudal y gobernador en Japón desde el siglo X hasta entrado el siglo XIX. Una vez que da luz a un niño, se lo arrebatan, la segregan y opta por regresar a su casa. Entretanto, su padre se había hecho la expectativa de que Oharu sería retribuida con una cantidad considerable de dinero y contrajo deudas. Para saldarlas, él la vende a un prostíbulo. Después consigue un trabajo de sirvienta con una señora que termina comida por los celos y la corre. Se casa con un fabricante y comercializador de abanicos. Al poco tiempo, enviuda. Se hace monja budista, pero las monjas la encuentran desnuda con un hombre que dice haberle querido comprar el vestido. Se sobreentiende que la violó. La corren del templo. Luego se entera que el padre de su hijo falleció y se dirige al palacio para conocerlo, pero la aceptan con la condición de que nunca se le acerque porque no quieren que se entere de que su madre es una prostituta. Finalmente, decide abandonar el palacio y termina de mendiga errante.

La preocupación de Mizoguchi por la opresión de la mujer a lo largo de la historia del Japón supuso una constante en su filmografía.

Una particularidad de Mizoguchi en esta cinta se nota en la puesta dramática casi siempre en interiores minimalistas que lindan con una escenografía teatral. Otra característica pertenece a la sintaxis visual: la mayor parte de la película se filmó desde una grúa. En las escenas donde los personajes no se desplazan, la cámara se mueve levemente de la cintura hacia arriba. Al menor desplazamiento horizontal de los personajes, los planos se abren y en el rango horizontal de los planos la cámara se desplaza verticalmente con mayor holgura.

Mizoguchi no usa contraplanos ni primeros planos (close-ups) a fin de tomar distancia y dejar claro que la cámara es la que narra, no un narrador omnisciente que nos señale que hay una cámara entre los personajes.

El historiador de cine David Thompson afirmó de Mizoguchi: «El uso de la cámara para expresar ideas emocionales o sentimientos inteligentes es la definición de cine que se deriva de las películas de Mizoguchi. Lleva estados internos y puntos de vista externos a su máxima expresión”.

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