Mientras somos jóvenes (While We’re Young, 2014) es la penúltima entrega del neoyorquino Noah Baumbach, quien ha colaborado como guionista en algunas películas de Wes Anderson (La vida acuática con Steve Zissou, El fantástico Sr. Zorro) y como realizador es conocido en México por películas como Historias de familia (The Squid and the Whale, 2005) y Frances Ha (2012). En todas ellas la juventud cobra protagonismo y es sujeto reflexivo y objeto de reflexión, pero en Mientras somos jóvenes cambia la perspectiva y se impone una visión madura, maduramente desencantada. Veamos…
Josh (Ben Stiller) y Cornelia (Naomi Watts) conforman un matrimonio de cuadragenarios y atraviesan una etapa en la que les resulta difícil encajar: sus amigos más cercanos son padres y ellos no se han reproducido; asimismo descubren que su relación y su vida diaria ya no son las de pocos años antes. Josh es documentalista, y después de un primer largometraje exitoso lleva años trabajando en su siguiente película. Su rutina cambia cuando conoce a Jamie (Adam Driver), un joven que manifiesta entusiasmo por su película. Entonces Josh y Cornelia comienzan a convivir, cada vez con mayor frecuencia, con Jamie y su pareja, Darby (Amanda Seyfried): salen con ellos y se involucran en sus actividades. Recuperan así su aliento juvenil. O al menos eso quieren creer.
Baumbach, también responsable del guión, hace guiños al cine neoyorquino –que es ya un género aparte–, en especial a las películas de Woody Allen y en particular a Crímenes y pecados (Crimes and Misdemeanors, 1989): Josh comparte hábitos, fobias y modos de actuar con el documentalista de la cinta de Allen, que es interpretado por él mismo. Manifiesta la voluntad, al menos por momentos, de hacer un relato sincero del paso por la madurez no buscada: explora la cotidianidad a esa edad y exhibe los miedos que crecen en una etapa en la que parece que la vida pasa la factura por las decisiones (mal) tomadas en el pasado. Porque si bien Josh y Cornelia parecen conformes con no ser padres, de pronto parece imperioso reconsiderarlo. En este paisaje, que sin ser oscuro tampoco es luminoso, cobran desmesurado valor las señales del exterior: lo que hacen los jóvenes –que hasta cierto punto es lo que la pareja ha dejado de hacer– y lo que hacen sus coetáneos. Y si subestiman y hasta se burlan de la actitud –el exacerbado entusiasmo– ante la paternidad de sus amigos, sobreestiman –idealizan–lo que hacen Jamie y Darby: aplauden su espontaneidad y se enganchan en actividades “extravagantes”. Baumbach exhibe en la ruta a un grupo de adultos egoístas y acomodaticios, laxos en sus principios y en sus conductas (y aun así, la insatisfacción es el común de los cuadragenarios): en algún momento toma distancia con los padres new age y muestra cómo la reproducción también es un buen medio para el autoengaño: en una escena reveladora en la que el padre, con chamaco colgado al pecho, tiene un arranque de honestidad y se queja de las contrariedades de su nueva vida, concluye: “yo sigo siendo la persona más importante para mí”. En otro momento Baumbach denuncia la insinceridad de un decano del documental (que, como la filosofía, tradicionalmente ha hecho suya la búsqueda de la verdad), sus laxas convicciones. Pareciera que el rigor y la exigencia de congruencia es sólo un arrebato de los inconformes. Al final ensalza la espontaneidad de los jóvenes y se muestra blando y comprensivo con ellos, pero también exhibe su hipocresía y la estupidez que cabe en las actividades en las que se embarcan y en las que ponen todo su entusiasmo, algo que justamente se hace evidente desde una perspectiva externa, la de alguien que ya no se siente tan joven, de un Baumbach cuadragenario, crecido (y acaso no tan maduro).
Como puede apreciarse, Mientras somos jóvenes es habitada por un ánimo reflexivo en cuestiones de moral. Y lo que muestra revela y rebela, aun con el mencionado ánimo laxo de Baumbach. La cinta genera cierta incomodidad, en parte porque lo abordado lo es –por más que sea en tono de comedia– y en parte porque no termina de cuajar la propuesta narrativa ni terminan por ser queribles los personajes. El resultado no es redondo, pero sí da suficientes atisbos como para comprender que hay un autor abrumado del otro lado que se muestra con autenticidad, actitud vanidosa y valiente que no vemos muy a menudo.
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