Por José Javier Coz
Un año después de que el director Otto Preminger estrenara su popular y premiada película Laura en 1944, de mejor fotografía y en general de mayor producción, hace entrega de otra de bajo presupuesto, Fallen Angel (ángel caído), titulada en España e Hispanoamérica ¿Ángel o diablo?. En ambas actúa Dana Andrews, pero en la primera Gene Tierney le roba cámara a pesar de que se ausenta en un buen tramo de la cinta y en la segunda, el protagonismo no parece vacilar con Andrews que personifica a Eric Stanton. Él viaja en autobús. El chofer hace parada en la carretera, cerca del poblado de Walton, en plena noche y le pide que pague el boleto completo hasta San Francisco o se baje. Stanton no tiene dinero y se baja. Este inicio sorpresivo para el protagonista y el espectador es como una desviación repentina hacia lo desconocido. Eric camina a oscuras hacia el pueblo y llega a un hotel donde ve un anuncio de unas sesiones espiritistas que dirigirá el vidente profesor Madley (John Carradine). Pregunta por él en la recepción. Le informan que sí está alojado. Sube ignorando la prohibición del recepcionista y en la habitación se topa con el asistente del profesor y se hace pasar por su amigo para pedirle prestado dinero. Luego se dirige a una fonda.
La historia se irá cerrando, tanto más tratándose de una pequeña localidad provinciana. Se revelarán las intrincadas relaciones entre los lugareños y el pasado al que nuestro protagonista pronto se irá atando irremediablemente por no contar ni con morralla en los bolsillos. Pero lo que lo retendrá en definitiva es la presencia de dos atractivas damas. Sin ser un infierno grande pero sí un pueblo chico, en menos de 24 horas conoce al profesor vidente y a las hermanas June (Alice Faye) –la primera dama que llama su atención– y la mayor Clara (Anne Revere), una mujer muy influyente en Walton por su finado padre ex alcalde del condado. Clara había boletinado y censurado las sesiones espiritistas por atentar contra ciertas proscripciones religiosas. Eric Stanton logra disuadirla. También conoce a los parroquianos de la fonda, entre los que figuran el dueño, Pop (Percy Kilbride), Mark Judd (Charles Bickford) ex policía de Nueva York y finalmente la segunda dama que no llama su atención sino arrastra sus pasiones, la cajera y mesera Stella (Linda Darnell), una joven de una hermosura arrolladora.
Bastará ese reparto para una historia que va destejiendo secretos albergados en complejas personalidades, cuya moral quedará exhibida y puesta a prueba en momentos críticos. Directa o indirectamente, poco o mucho, todos los personajes sufrirán cambios con la presencia de Stanton mientras que él se debatirá entre conquistar a Stella o dejarse conquistar por June. June es apacible, tímida, sencilla y diáfana, y su genuino amor comprensivo es sacrificado. Stella, en cambio, tiene rasgos encontrados pues es directa y honesta y al mismo tiempo suspicaz e impaciente.
Los críticos no han destacado con justicia la actuación de Linda Darnell. Creo que su belleza deslumbra a tal punto que no deja ver su resuelta entereza dramática. Personalmente me parece la actuación más fresca, solvente y verosímil, de un personaje femenino con visos de ser fatal, pero no lo es. Los hombres se arrodillan ante ella, se desviven por atenderla o ganar un lugar en su mirada, pero Stella no acepta rodeos y es capaz de seducir con uso y sin abuso de su belleza, poniendo las cartas sobre la mesa: ella quiere matrimonio y casa y lo dice con todas las letras y oportunamente desde el primer flirteo de quien sea que la aborde. Es huraña y se sabe irresistiblemente atractiva, es sincera en sus intenciones, pero su candor y ternura no duran nada, combinaciones difíciles que Darnell despacha de manera convincente.
No se encuentra una película de Otto Preminger que se acerque a lo mediocre. Fallen Angel pertenece a esas joyas del cine negro que no se superarán jamás. Dos razones: no pretendía ser artística ni taquillera. Poco dinero y tiempo condicionaron su producción, como gran parte del cine que se clasificaba como B, es decir de bajo presupuesto y distribución limitada. Lo que en su tiempo fue un mero producto de la industria del entretenimiento ahora se puede considerar una obra de arte. Y es que, con todas las limitaciones financieras y de límite de entrega, las cintas de cine negro tuvieron un cuidado minucioso en aspectos técnicos y dramatúrgicos.
Por Alejandro Estrada
Con Fallen Angel (1945) me pasa lo mismo que con Martha Ivers: el protagonista es un vago profesional. Eso que Jean Luc Godard se propuso hacer con Al final de la escapada, traducida como Sin Aliento en 1959. En Godard se trata de una sobre reflexión que lleva a lo contrario que el crítico Jean Duchet decía del Godard: Evita las películas que se dirigen a su fin. Guillermo Del Toro dijo del crítico: tiene razón salvo que la primera película en forma de Godard adolece de lo que él critica: se dirige a su fin como en Hollywood.
Creo que eso no tiene importancia ahora que volvemos a ver Fallen Angel; el protagonista no tiene ni un clavo y se queda en la localidad por azar. Conoce a una bella tendera en una cervecería y se enamora de ella a primera vista. Ella es la fatal. Para conquistar las ansias de matrimonio de ella, él está dispuesto a ser un golfo cínico. Sin embargo ella es más fuerte. Pero la mujer que usa el protagonista para lograr sus fines es más noble que los dos. No se trata, como en Martha Ivers o en Sorry, Wrong Number, de una mujer rica que compra a un arribista, sino de una mujer rica que comprende a un arribista y oportunista, y lo perdona.
La seducción de la mujer fatal lo es todo. Llega semi ebria al lugar donde trabaja Stella (Linda Darnell). La espera el dueño del lugar, un amante secreto y el casual protagonista, que como dijimos no trae ni una moneda y que interpreta Dana Andrews. Éste se involucra con un predicador sabelotodo como aquella película de Huston sobre el predicador o aquella otra con Burt Lancaster y Jean Simons de Richard Brooks. Una estafa propia para un vividor. Da para irse con la más chula, casi una prostituta en nuestro caso. Resulta que la rica señorita June Mills (Alice Faye) vive con su hermana mayor, Clara, aquella mamá judía en Body and Soul.
Una rubia ya entrada en años (Faye), que fue una actriz sin mucha carrera en Hollywood pero con mucho talento, protegerá a nuestro héroe hasta el final, pues lo culpan de un asesinato que no cometió.
Recordamos aquella película con Cornel Wilde me parece –no estoy nada seguro– donde un policía oscuro está enamorado de la modelo (quien me parece que es el protagonista de Hangover Square), y el protagonista es un promotor que está justo en el lugar para ser acusado, también hay una hermana, en este caso de la mesera. El culpable es ese policía que es quien oculta la infamia y la ignominia de no soportar que no lo pelen.
Linda Darnell no parece tener mucho éxito en Hollywood a pesar de imponerse en el rango de mujer fatal y de belleza en las encuestas. Pelo negro, labios gruesos, y ser más fatal que lo fatal aunque en escala menor que las demás mujeres fatales por excelencia. Una mesera con ambiciones también.
Otto Preminger en el recuento del libro de Selby tiene las siguientes películas dentro del ciclo noir: Laura (1944), Fallen Angel (1945), Whirlpool (1949), Where the Sidewalk Ends (1950), The Thirteenth Letter (1951), y Angel Face (1953).