El terror ocupa hoy día un lugar importante en la cartelera comercial. Cada semana aparecen nuevos títulos; en conjunto es el género más taquillero. Me imagino que a ello contribuyen diferentes factores, pero aventuro que, tal vez, se explique en buena medida a que la pandemia nos dejó el hábito de mirar el mundo por medio del miedo. Si antes nos asustábamos a menudo, ahora parece que no sabríamos vivir las experiencias más cotidianas sin sospechas, sin temblores. Es lamentable, por otra parte, que habiendo un terreno tan fértil y una oferta tan abundante, la cantidad no vaya de la mano de la calidad: es bastante raro que aparezcan propuestas valiosas, que vayan más allá de los sustitos y los sobresaltos y que aborden con profundidad los temas a los que se asoman. Por eso merece particular atención Boogeyman: tu miedo es real (The Boogeyman, 2023).
Es ésta la más reciente entrega de Rob Savage, también responsable de Host (2020), y cuyo guión surge de un cuento de Stephen King. El argumento da cuenta de los padecimientos de los Harper: Will (Chris Messina) es un psicólogo que no atina a procesar el fallecimiento de su esposa, por lo que tampoco puede apoyar a sus hijas, Sadie (Sophie Thatcher) y Sawyer (Vivian Lyra Blair). El paisaje se nubla aún más cuando aparece un hombre atormentado que es acusado de matar a su familia y que habla de un monstruo que está en el origen de su desgracia: el boogeyman. Los Harper pronto sabrán de los alcances de éste, pues se ha hospedado en su casa.
Savage toma distancia con la estridencia que hoy día es habitual en el terror y apuesta por un estilo discreto. Su propuesta avanza con una cámara que acompaña y sólo en algunos momentos cobra protagonismo para dar énfasis a situaciones puntuales (como sucede cuando Sawyer se asoma debajo de su cama: la cámara sigue la acción y gira vertiginosamente para hacernos testigos de lo que ella descubre). La puesta en escena tampoco es particularmente llamativa; la luz va de la oscuridad total (hábitat natural del boogeyman) a la luz radiante, pero a menudo nos instala en una penumbra provechosa. Es pertinente subrayar que el monstruo se va insinuando y sólo hace su aparición del todo hacia el final. La sugerencia muestra ser más poderosa que la evidencia, lo cual no es del agrado de los fans de los sobresaltos, los que valoran las películas de este género igual que los parques de diversiones extremas o las casas del terror de las ferias. Y pierden de vista el valor de la cinta, que lo tiene…
Savage explora lo que sucede a los miembros de la familia que no procesan el duelo que los aqueja, y que en el camino se alejan. El padre, como de hecho confiesa, tiene miedo de hacerse cargo de sus hijas, porque su esposa era la que tenía mayor comunicación y cercanía con ellas. Éstas, por su parte, no consiguen la atención ni el apoyo de él, a pesar de manifestar el deseo de hacerle saber cómo se sienten o qué las atormenta. Entonces aparece el boogeyman, el cual como se dice en la cinta, se hace presente “cuando volteas para otro lado”: el ensimismamiento es tal, que a pesar de que él es psicólogo, ni siquiera muestra disposición para escuchar, y le “endilga” a sus hijas a una colega. En la cinta el miedo y el monstruo están asociados a la muerte reciente de la madre, pero percibo atisbos para hacer extensivo el tema a las consecuencias de encerrarse en el dolor y perder de vista a los otros que muy probablemente están sufriendo de igual forma: sí, el dolor nos hace (más) egoístas.