American Fiction (2023) es un verdadero OVNI (o para ponerlo en los términos de moda, un FANI: fenómeno anómalo no identificado). Es una cinta que exhibe y denuncia el “buenaondismo”, que hace una crítica a conductas inspiradas en la corrección política de los tiempos que corren, y también lleva a cabo algo muchísimo menos frecuente: una autocrítica. Esperemos que los académicos de Hollywood (y también los otros), que son un blanco ad hoc de esta cinta concebida por un negro, se vean reflejados en este espejo y que se den por enterados. Ya veremos…
American Fiction es la ópera prima de Cord Jefferson, quien comparte el crédito del guión con Percival Everett. Acompaña a Thelonious Ellison (Jeffrey Wright), mejor conocido como “Monk” (en referencia, por supuesto, a Thelonious Monk, uno de los más grandes pianistas de jazz de la historia). Él es un escritor que pasa por una mala racha y que se gana la vida como profesor. Pero su sinceridad no es apreciada por sus estudiantes ni por la institución y debe tomarse un descanso forzado. Viaja entonces a Boston, a una feria literaria. Por allá vive su familia, y el reencuentro con su hermana y su madre tendrá consecuencias irreversibles.
Jefferson apuesta por un estilo convencional que resulta funcional para dar cuenta de las contrariedades y afinidades del protagonista. La luz aporta calidez y las lentes claridad, por lo que Monk aparece en cuerpo y alma sin dobleces ni zonas oscuras. Sólo en algún pasaje rompe con esto, en una escena que recuerda a Más extraño que la ficción (Stranger Than Fiction, 2006) de Marc Forster: mientras Monk escribe, aparecen en el espacio de su estudio los personajes de la ficción, los cuales representan lo narrado y cuestionan al escritor. En la ruta el realizador aporta valiosas dosis de humor, pertinentes para dar densidad a la (auto)crítica mentada párrafos arriba. En ésta reside una buena parte del valor de la cinta, y merece comentarse ampliamente. Es inevitable, así, que se ventilen pasajes relevantes de la historia, es decir, en adelante habrá algunos spoilers.
Jefferson exhibe lo que es un antirracismo bien intencionado pero que termina convirtiéndose en otra especie de racismo. Monk se ocupa de los grandes temas de la humanidad, pero los editores no están interesados en lo que él escribe porque buscan explotar el cliché que los blancos tienen sobre el statu quo de los negros. Así, una novela a todas luces folklórica y mediocre, como We’s Lives in Da Ghetto, de la escritora negra Sintara Golden (Issa Rae), es un éxito de ventas. Monk, entonces, se da a la tarea de concebir una broma: escribe, con un seudónimo, una novela –a la que titula Fuck– a partir de los parámetros que aprecia el mercado, con gángsters malhablados y familias conflictivas. Para seguir con la broma, pide a su agente que la presente a los editores, diciendo que se trata de un autor negro que es buscado por la policía. Inesperadamente, éstos quedan encantados y ofrecen un jugoso anticipo. Monk, que reconoce que la novela “es una porquería”, se niega a seguir con la broma, pero su agente, que originalmente coincidía con él, cambia de parecer, pues, según dice, violó “la primera regla del vendedor: jamás subestimes la estupidez humana”. Para convencer a Monk de la publicación le recuerda sus necesidades y su precaria situación económica. El escritor insiste en que “no quiere hacer más estúpida a la gente”. Y duda aún más cuando hay un productor cinematográfico interesado en llevar la novela a la pantalla.
El curso de American Fiction presenta eventos que obedecen más a la oportuna casualidad que al progreso de la causalidad, como la muerte de la hermana de Monk. No obstante, lo que parece pereza de los guionistas se explica cuando descubrimos que la película que hemos visto es la que se está rodando a partir… de un guión de Monk. Éste complace al director, que empuja la historia en la dirección del prejuicio antes mencionado, el que exalta las miserias de “la vida en el ghetto”. De esta tendencia, la de favorecer cierto tipo de autores y obras, da cuenta el escritor y crítico francés Pierre Jourde en su libro valiente y oportuno La tyrannie vertueuse (que se traduciría como “La tiranía virtuosa” y es un “panfleto” que no tiene desperdicio), en el que exhibe cómo los ciudadanos contribuyen a la pérdida de la libertad de expresión, cómo el “wokismo” es un gran censor. Él es “un hombre cisgénero”, y apunta que no ha sido traducido en Estados Unidos porque, según han respondido a sus solicitudes, “quieren sobre todo mujeres, negros, transgénero, lesbianas, o si es posible una mezcla de todo eso”.
American Fiction redondea la autocrítica en un diálogo revelador que sostienen Monk y Sintara Golden. Ambos coinciden como jurados de un premio literario, y en el momento de las deliberaciones Monk le reprocha a ella que escriba para “satisfacer el gusto de los blancos culposos” y sacar provecho de ello: “Escribes la pornografía traumática negra que le interesa a los editores blancos”. Ella responde que “le parece bien darle al mercado lo que quiere”. Él replica: “es la excusa de los narcotraficantes”, y muestra su disgusto sobre alimentar la imagen de los negros como víctimas; “somos más que eso”, concluye. La autocrítica alcanza a Monk, pues ve en los negros “un potencial”; y, como le revira Sintara, “potencial es lo que uno ve cuando cree que algo no es lo suficientemente bueno”. Al final Fuck, que es una “porquería”, que es un “chiste”, gana el premio literario aun con la oposición férrea de Monk. Este resultado alimenta una sospecha sobre los premios literarios y cinematográficos, chiquitos y grandotes, que se vienen entregando desde hace algunos años por acá y por allá: ¿realmente son buenos libros o buenas películas, o el premio obedece a otros criterios? En todo caso, American Fiction exhibe que la «buenaondez» no sabe ocultar su hipocresía, que hay empatías lucrativas; que los que se ofenden “de prestado” pueden y suelen reaccionar con mayor vehemencia que las víctimas que sufrieron la ofensa en primera persona; en todo caso, Jourde tiene razón: “Lo que se perfila es la sumisión a la tiranía de los incultos y de los imbéciles”.