Actuación y suplantación: Close-Up (1990) de Abbas Kiarostami

CINESCOPÍA/José Javier Coz

Abbas Kiarostami (1940-2016) fue un prolífico cineasta persa. Fue guionista, documentalista, productor y fotógrafo, con alto reconocimiento internacional por una obra de gran valor poético con presupuestos limitados y con una censura a cuestas por parte del régimen de la Guardia Revolucionaria (Pasdaran) que vigila el cumplimiento de los preceptos islámicos en la vida social y en la producción cultural de Irán. Desde 1973 realizó alrededor de 40 cintas entre largometrajes, documentales y cortos. Su película más conocida es El sabor de las cerezas (Ta’m e guilass, 1997) que compartió la Palma de Oro en Cannes con La anguila de Shohei Imamura. Entre otras célebres cintas suyas, tenemos la entrañable ¿Dónde está la casa de mi amigo? (Khane-ye doust kodjast?, 1987), Y la vida continúa (Zendegi va digar hich, 1992) y A través de los olivos (Zire darakhatan zeyton, 1994), cintas que la crítica ha agrupado como la Trilogía de Koker, pueblo en el que se filmaron. También Close-Up (1990), El viento nos llevará (Bad ma ra khahad bord, 1999) y su antepenúltima película Copia certificada (Copie conforme, 2010) filmada en Francia y la penúltima Como alguien enamorado (Like Someone in Love, 2012) rodada en Tokio y Yokohama y titulada como la famosa canción.

Close-Up, escrita, dirigida y editada por Abbas Kiarostami, recrea un increíble caso real de suplantación de persona y recrea también el –más increíble aun– juicio que se le lleva a cabo al impostor. Los personajes no los encarnan actores profesionales sino las mismas personas que estuvieron involucradas en el caso y con sus nombres reales. Se le considera una docuficción por la recreación. Algunas escenas, como las del juicio, están filmadas emulando un registro in situ et in tempora, es decir, como si se hubiera grabado en el lugar y en el tiempo en que ocurrieron, recurso más socorrido por el documental. Close-Up oscila entre este género y la ficción. Para otorgarle más veracidad, no faltan la detención, la cobertura mediática y la sentencia del juez. Como Una separación (Jodaeiye Nader az Simin, 2011), dirigida por Asghar Farhadi, exhibe el estado de derecho de un país a medio camino entre la teocracia y una incipiente democracia parlamentaria.

En Irán coexisten instituciones derivadas del sistema parlamentario y el poder fáctico decisivo que ejerce el clero musulmán de corte fundamentalista, y por ende el sistema de derecho no está todavía del todo diferenciado de la religión. El credo islámico genera interferencias en las salas procesales. La fe irrumpe hasta en las declaraciones de los acusados. Asistimos a juicios con tintes comunitarios, de flexibilidad moral frente a la rigidez y seguridad legales, como si estuviéramos frente a un consejo de ancianos en una comuna rural rarámuri que consulta al sacerdote misionero.

Una película extraordinaria, de muy bajo presupuesto y que prueba una vez más que con poco se puede hacer mucho, que el cine inteligente depende menos del dinero que de la ideas claras, concisas y profundas.

Hossain Sabzian es un desempleado, de extracción social baja. Está en un autobús leyendo la publicación en libro del guion de la película El ciclista (1989), escrita y dirigida por Mohsen Makhmalbaf (Teherán, 1957-), y de quien es un gran admirador. A su lado lo observa la señora Ahankhah, quien también gustó de la película y le pregunta dónde lo compró. Sabzian escribe una dedicatoria en el libro y se lo regala. Le dice haberlo escrito. La señora Ahankhah se sorprende y queda muy agradecida y lo invita a su casa a comer.

Inicia una historia en la que Sabzian involucrará a varios miembros de la familia Ahankhah para un proyecto de una película. Entre citas y ensayos, lo invitan a comer, incluso a dormir y hasta le prestan dinero en una ocasión. Un día el señor Ahankhah ve en una revista una foto reciente del aclamado director Makhmalbaf, con quien Sabzian tiene mucho parecido, pero no lo suficiente. El señor Ahankhah empieza a sospechar que están siendo blancos de una impostura. Se pone en contacto con el periodista Hossain Farazmand que conoce en persona al afamado director. El periodista llega a la casa de los Ahankhah para confirmar que Sabzian efectivamente no es el director Mohsen Makhmalbaf. Luego se dirige a una comisaría y se pone de acuerdo con la policía para arrestarlo. La detención se realiza sin resistencia en el propio domicilio de los Ahankhah y con el testimonio del periodista. Éste se dirige con apremio a las oficinas del periódico a darse la tarea de redactar un reportaje que llamará la atención pública. Los Ahankhah interponen una demanda por fraude e intento de robo. Sabzian pasa dos semanas en los separos mientras se decide su situación legal.

Y ahora viene el lado documental que a mi parecer merecería un análisis profundo sobre la relación, por un lado, entre el derecho y la religión y, por otro, entre los protocolos de un proceso y el ruido que genera la intersubjetividad en el conjunto formado por el juez, los afectados y el ofensor. Tomemos en cuenta que este caso se inserta en un contexto jurídico y político muy complejo, como es el persa, en el que todavía coexisten el derecho civil, el sistema electoral, el poder judicial, bajo una teocracia que encabeza el líder Supremo de Irán o ayatolá, perteneciente al clero chiita, heredero de la Revolución Islámica de 1979. También en una sociedad altamente religiosa que practica el islam, cuyos imanes (funcionalmente equivalentes a sacerdotes) son guardianes de los hadices o libros que explican (no interpretan) el Corán, apegándose al texto y sin cabida a interpretación simbólica alguna. La creencia directa en una lectura literal y textual sin exégesis es lo que constituye al fundamentalismo. Vemos que, al igual que en Una separación, las creencias, sustentadas en citas textuales del Corán, todavía permean al sistema jurídico que –dato irónico– históricamente y desde un punto de vista de la evolución social, se ha diferenciado del sistema religioso. En Irán, el código legal / ilegal no se ha diferenciado totalmente del código bueno / malo perteneciente a la moral religiosa. Digamos que la diferenciación del sistema de derecho está aún en transición. Por ejemplo, en la película asistimos a peticiones de clemencia y de perdón a los ofendidos, peticiones no exentas de reverencias a Alá o al Corán del que citan y declaman aleyas (o versículos) reiteradamente, y también vemos al juez que delibera en torno a las intenciones y no a las acciones o testimonios ni a las evidencias materiales.

De esta parte del juicio se desprende otra de carácter psicológico y que orientará el curso y el desenlace del juicio, algo impensable en Occidente: los motivos. Los límites de la psicología del criminal los definen los motivos, a los que después de muchos intentos por dar con ellos se termina declarando que son inextricables. En el juicio, los motivos que condujeron a Hossein Sabzian a usurpar la persona de Mohsen Makhmalbaf no se tratarán en ningún momento como delirios –por más que lo parezcan a ojos clínicos– ni serán razón para derivar al acusado a una evaluación psiquiátrica, sino que se toman como evidencia para explicar las causas de un genuino comportamiento, entre ellas, algunas de orden social como el desempleo, la pobreza, la situación económica del país, la desigualdad y la indiferencia e insensibilidad de los ricos hacia los pobres, algo muy enraizado entre los iraníes.

Kiarostami le saca todavía más provecho a este caso cuando toman un lugar central las digresiones que el acusado hace en torno al arte que supuso interpretar el papel de Mohsen Makhmalbaf, arte que, por demás, levanta suspicacia en uno de los ofendidos. Éste pone a dudar al juez alegando que el acusado “está actuando” y “sigue actuando” en el proceso para despertar conmiseración entre los presentes. Y aquí entran asuntos ajenos al derecho como la sinceridad y la necesidad de creer en las palabras sin tener que recurrir a interrogatorios con trampas.

Finalmente, el juez suelta una disertación acerca del perdón con el consecuente compromiso de parte del acusado de no volver a cometer la falta y el acto de fe que implica para los demandantes, para el juez ¡y para el espectador! de creerle al acusado.

Como digo arriba, el acusado justifica sus acciones apelando al desempleo, la pobreza y la crisis económica el país, tópicos que darían motivo suficiente para que los censores Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica actuaran de inmediato. En varias entrevistas que concedió Kiarostami en el extranjero, nunca faltaba que le lanzaran la pregunta sobre la situación del cine iraní frente a la censura. Kiarostami nunca se expresó en contra de la censura y, por el contrario, afirmó repetidas veces que la censura podría capitalizarse como un estímulo para la creatividad, crear recursos alternativos que permitan sortear la censura maquillando o mitigando lo proscrito. Kiarostami recurría a niños para ponerlos a representar una problemática social. En Close-Up, recurre a alguien que no está en sus cabales. No podemos tener acceso a los verdaderos motivos de Hossein Sabzian porque sus facultades mentales están mermadas por la miseria.


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