Una película es calificada como “dominguera” cuando no ofrece realmente nada valioso, salvo pasar el tiempo (si acaso ése puede ser un valor): en el mejor de los casos son buenas como pretexto para salir de casa, distraerse y combatir el aburrimiento dominical. Nada más: el lunes ni quién se acuerde. Pero hay otras que, aun siendo domingueras –y que merecen algún apelativo: se aceptan recomendaciones–, ni siquiera justifican el pago de un boleto para verlas. En el mejor de los casos habrán de procurarse en la televisión, así sea entre chorromil comerciales si se ve en TV abierta. En esta categoría habría que incluir Más notas perfectas (Pitch Perfect 2, 2015).
Como el título en inglés anota, se trata del segundo rollo de Pitch Perfect, que en español circuló como Notas perfectas (2012) y seguía a Beca (Anna Kendrick), una joven que se une a un grupo musical de su universidad (las Bellas de Barden) y participa en más de una competencia. Ahora, en la nueva entrega, el grupo ha obtenido algunos galardones y tiene una presentación especial en Washington, a la que el presidente y su esposa asisten. Pero las cosas van mal y tienen un accidente bochornoso (algo similar a lo que le pasó a Lenny Kravitz recientemente). Entonces son objeto de burlas. Pero no están dispuestas a rendirse, y se preparan para un certamen mundial de canto.
La responsable de la realización es Elizabeth Banks, quien tiene una larga trayectoria como actriz y aquí entrega pobres cuentas detrás de la cámara. Su labor se concreta a unir una serie de chistes –la mayoría de los cuales se basan en la vejación y algunos son bastante malos– más que en desarrollar las contrariedades de un grupo de jóvenes que encara la incertidumbre al terminar la universidad. Y si el musical –ese género que nació para la felicidad– nos ha entregado maravillas en lo relativo al registro de las coreografías, Banks filma sin ritmo ni gracia: su puesta en cámara perjudica más de lo que aporta, y así los espectáculos escénicos resultan anodinos.
Más notas perfectas tiene un mensaje atendible pero poco audible (para ponernos a tono con los números cantables y bailables). Recuerda entre otras cosas el valor del grupo y la fuerza de la colaboración, así como las ventajas de tomar riesgos y no tomarse demasiado en serio. Pero todo esto se diluye en la estridencia y la constancia de chistes de mal gusto. La emoción aquí brilla por su ausencia: ésta no aparece ni en las competencias, que casi por antonomasia son emocionantes. Y, justo es recordarlo, cuando un tema no va empujado por la emoción transita derechito al baúl de la indiferencia… o de la televisión dominical.
https://www.youtube.com/watch?v=3h6tIlu4bOk
-
30%