Dirigida por David Dobkin y protagonizada por Robert Downey Jr. y Robert Duvall, la película «El Juez» (The Judge) se suma al catálogo de cintas que exploran la relación entre padres e hijos.
En la literatura y en el cine existe una socorrida tradición que se nutre de las relaciones entre el padre y el hijo. A modo de ilustración, en la primera sería imperdonable no mencionar a Philip Roth (que iluminó con agudeza los padecimientos de un hijo por su madre en la novela El mal de Portnoy), quien entrega un relato demoledor en el libro testimonial Patrimonio. En México bien podría mencionarse La invencible, de Vicente Quirarte, quien hace un ejercicio de memoria luego de la muerte de su padre. El cine vuelve a este asunto con bastante frecuencia. Tim Burton abandonó un poco su habitual fantasía en Big Fish (2003); Will Smith actuó como padre de su hijo en la vida real en En busca de la felicidad (The Pursuit of Happyness, 2006); Marlin buscó a su hijo Nemo por más de un océano en Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003); recientemente vimos en la nipona De tal padre tal hijo (Soshite chichi ni naru, 2013) cómo el hijo repite el patrón del padre, aun contra su voluntad. El juez (The Judge, 2014), que llega esta semana a la cartelera, se suma de forma agridulce a este subgénero.
Dirigida por David Dobkin (quien habitualmente ha transitado por la comedia: Si fueras yo, Los cazanovias), este drama sigue a Hank Palmer (Robert Downey Jr.), un cínico abogado que es famoso por defender culpables y ganar cuanto caso toma. Un mal día se entera que su madre ha muerto y viaja a su pueblo natal. Sus hermanos lo reciben con extrañeza; el padre, con frialdad. Pronto descubrimos que su relación con su progenitor (Robert Duvall), un juez que goza de prestigio en el pueblo, ha sido bastante conflictiva. Hank encara un dilema cuando su padre es detenido luego de un accidente vial.
Dobkin conduce con altibajos una cinta contrastante. Por un lado apuesta por sugerir rasgos de la relación, por dosificar la develación de los fantasmas familiares del pasado y por explorar con respeto (casi se diría que con cariño) la distancia entre Hank y su padre, pero, por el otro, se dispersa en subtramas que más bien distraen (y hacen que las casi dos horas y media de duración resulten pesadas), no evita reproducir abundantes clichés que hacen que la historia resulte predecible (y así baja la intensidad de la emoción) y el drama, recargado (va de lo sensible a lo sensiblero de forma artificiosa). Como Roth, presenta una escena bastante fuerte entre padre e hijo en el baño, pero el cineasta elude la sordidez y hace de las miserias casi un pretexto para el humor. Por otra parte, El juez hace varias visitas al cine de juzgados, recurso poco imaginativo para ventilar el bien y el mal. Pero ahí se descubren las razones del padre y el hijo comprende la dureza que padeció, en una escena que si bien parece una estación obligada en el curso de los eventos, tiene fuerza emotiva.
El director también entrega cuentas disparejas en lo relativo al desempeño de sus actores. Downey Jr. por momentos resulta convincente, pero en otros parece empeñado en hacer presente a Tony Stark, al que dio vida en la saga de Iron Man, con sus chistes y su agudeza incorrecta. Duvall entrega un balance mejor, pues transmite parte de sus tormentos tanto por la mirada y los gestos como por los diálogos.
Si bien El juez ofrece material para reflexionar sobre los casi inevitables conflictos entre padre e hijo, reproduce más de lo que aporta, recicla más de lo que propone: muchas deudas y emulaciones para ser del todo inocente.
Publicado originalmente en Magis.