A propósito de la entrega anterior de Ridley Scott, Éxodo: Dioses y reyes (Exodus: Gods and Kings, 2014), subrayamos en este espacio la irregularidad de la filmografía de este cineasta británico, en la que son ostensibles los altibajos. Si bien es cierto que nunca ha perdido la pericia narrativa y la solvencia técnica, en las últimas dos décadas cabría incluso afirmar que son más abundantes los “bajos” que los “altis”. Este panorama cambia con Misión rescate (The Martian, 2015), su más reciente entrega, que supone un ligero repunte. Ligero…
Misión rescate se inspira en una novela de Andy Weir y sigue las contrariedades que experimenta el astronauta Mark Watney (Matt Damon) cuando él y su equipo son sorprendidos por la fuerza de una tormenta mientras llevan a cabo una misión en Marte. Sus compañeros lo pierden de vista, lo dan por muerto y regresan. Pero él sobrevive, y tiene que ingeniárselas para aferrarse a la vida, ya que está completamente aislado y son escasas las posibilidades de apoyo. Pero su voluntad, su inteligencia y sus conocimientos –¡la ciencia!– lo ayudan a resolver el problema de la alimentación y, posteriormente, el de la comunicación.
Scott se lanza una vez más al campo de la ciencia ficción (un terreno que conoce muy bien, como puede constatarse en Blade Runner y Alien, dos de sus más célebres entregas), y para no variar propone una puesta en cámara que da claridad y por momentos emotividad al relato. Por su parte, la luz de su cinefotógrafo de cabecera, el polaco Dariusz Wolski, contribuye a matizar espacios y situaciones: más allá del previsible tono rojizo que caracteriza la atmósfera marciana y el azul de la terrestre, ilumina los estados anímicos del personaje, que si bien no son extremos sí ofrecen una gama atendible. (En lo técnico, lo confieso, soy un incondicional de este cineasta británico: en este renglón no hay decepción por ninguna de sus películas.) No obstante, Scott apuesta principalmente por el desarrollo de su protagonista y, gracias a que consigue un buen desempeño de Matt Damon la narración avanza con ligereza, y no está de más anotar que la cinta tiene una duración de 141 minutos. La estrategia para crear empatía con el personaje principal pasa por su simpatía: Watney –a quien escuchamos no desde su conciencia sino desde los parlamentos que graba a modo de bitácora: forma verosímil de comunicar qué pasa por su cabeza– toma las cosas sin dramatismo excesivo, con calma… y con humor. Un humor que, justo es puntualizar, tiene sus virtudes pero también sus bemoles: porque uno se involucra en lo que pasa con él, celebra sus ocurrencias y respeta su conocimiento, pero también podemos anticipar que no ha de pasarle nada significativamente grave. (Sería casi impensable desde los esquemas de Hollywood, por lo demás, una película sobre un personaje pasivo y depresivo que para acabarla vive una desgracia.)
Scott da forma aquí a un sentido y optimista homenaje a la humanidad y sus más excelsas virtudes (de las cuales, algunas son verbalizadas en el tráiler): inteligencia, pasión, solidaridad, creatividad, tesón, imaginación. Conforme avanzaba la cinta esta postura me generaba una gama de reacciones: entre la franca admiración y la insidiosa “ternurita”. Los seres humanos que habitan Misión rescate tienen buen corazón (¡hombre, hasta los chinos, cuya tecnología es calificada como anacrónica, “se ponen guapos”!); algunos están dispuestos incluso a arriesgar su vida para materializar el título de la cinta en español (el original, El marciano, tiene ecos colonizadores). Así, cabría ver la cinta como una fantasía o una fábula, pero también como un recordatorio de lo ingenioso y maravilloso que puede ser el individuo y lo solidaria que puede ser la especie cuando enfrentan un enemigo común (la muerte) y se embarcan en aventuras que lo hacen crecer y buscan ensanchar su conocimiento, en este caso del universo. Parafraseando la célebre rúbrica con la que Neil Armstrong inmortalizó su contacto con el suelo lunar (“Un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”), y pensando que con la cinta Scott repunta –como anotaba al inicio del texto– y que ésta deja una gran tarea moral al espectador (estar a la altura si no de lo más alto que ha alcanzado el ser humano, sí de sus medianas y hoy lejanas potencialidades), la conclusión sería: Misión rescate representa un pasito para Ridley Scott y un gran salto para la humanidad.
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