Cinco años después de 12 años esclavo (12 Years a Slave, 2013) el británico Steve McQueen vuelve a las pantallas. Cuatro años después de Perdida (Gone Girl, 2014), dirigida por David Fincher, la novelista norteamericana Gillian Flynn vuelve a escribir un guión para cine (a partir de una novela de Lynda La Plante, de la que surgió una miniserie para la televisión en 1983). Los buenos resultados que entregaron en las cintas mencionadas alimentan las expectativas para el encuentro de ambos en Viudas (Widows, 2018).
Viudas acompaña a Veronica (Viola Davis), una mujer negra que trabaja en la educación. Su marido, Harry (Liam Neeson), es un ladrón de altos vuelos. Pero apenas inicia la cinta, la susodicha alimenta el título: Harry y sus compañeros son asesinados por la policía después de un golpe. Todo empeora para Veronica cuando Jamal (Brian Tyree Henry) pasa a visitarla para reclamar los millones robados por el difunto y su banda. Y la amenaza. Entonces ella convoca a las viudas de los cómplices de Harry para solucionar el “asuntito”, lo que provoca más de una sorpresa y un giro dramático.
McQueen imprime músculo a su propuesta y se ejercita en registros no muy frecuentados por él. Construye una cinta en la que conviven con fortuna la espectacularidad y la intimidad, la acción y la pausa dramática, la cámara en mano y estable. El ritmo, así, va del frenesí a la calma. La puesta en escena contrasta clases sociales y ánimos. El montaje, que al inicio establece paralelismos gracias a la alternancia, contribuye a imprimir vigor a la propuesta. Este dispositivo es pertinente para entregar una cinta que avanza con fuerza y solvencia. La sustancia es otra cosa…
McQueen nos había acostumbrado a explorar a profundidad diferentes facetas de la prisión. Del encarcelamiento de Bobby Sands (Michael Fassbender) en Hunger (2008) a la esclavitud de Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor) en 12 años esclavo, pasando por la adicción al sexo de Brandon (Fassbender) en Deseos culpables (Shame, 2011), el cineasta londinense ha revelado las contrariedades de la sujeción involuntaria, las consecuencias que provocan las restricciones sociales y personales. Por su parte, Flynn, en Perdida, hizo apuntes valiosos sobre las ataduras de la vida en pareja, la jaula en la que puede convertirse el matrimonio. De todo esto hay algunos esbozos en Viudas. Veronica experimenta con amargura el abandono y si bien su relación con Harry parece apasionada y ella luce enamorada, superarla demanda algo más que el proceso de luto. Para mal más que para bien, los recuerdos se hacen presentes y se convierten en presente. Otra viuda en la cinta va del amor violento al descubrimiento de su propia fuerza; una más recupera su independencia. La sumatoria de los casos de las tres ofrece un mapa del femenino empoderamiento (esa palabreja tan de moda hoy día): el cine parece empecinado en probar que las mujeres pueden hacer todo lo que los hombres han hecho previamente en pantalla. Por otra parte, hay unos comentarios más bien adocenados sobre la colaboración entre el crimen y la política.
Estos asuntos tienen su valor, pertinencia y oportunidad, pero no se exploran a profundidad. Viudas no tiene el rigor de las cintas previas de McQueen, ni la agudeza de Perdida. Es un ejercicio de estilo y de género que provoca emoción y mantiene la atención, pero que se contenta y se contiene en la forma.