Jarmusch tiene un lado europeo; su visión de las cosas y
su sentido del humor son muy importantes porque muestra
una América completamente reinventada
Emir Kusturica
Sucias calles recorridas por taciturnos individuos. Imágenes que se prolongan con acciones imperceptibles, frecuentemente inexistentes. Diálogos que acaban con apenas un par de frases. El tiempo que transcurre llenando los múltiples momentos de ocio, entre un cigarro y otro. El viaje para comprobar que en el destino las cosas son exactamente iguales que en el origen. Historias que no lo son, personajes que permanecen inalterables, la dramaturgia cuestionada, relegada. La América del Atlántico, la silenciosa América en blanco y negro, Nueva York a ocho horas de Europa. Universo que es el resultado de un cineasta independiente, vivo, que se arriesga por terrenos no comerciales, lejos de las recetas made in Hollywood.
La formación
Jim Jarmusch nació en Akron Ohio en 1953. Estudió literatura en la universidad de Columbia y cine en Nueva York. Se reconoce como alumno de Nicholas Ray, todo un mito del cine norteamericano, con quien trabajó en los finales de su carrera. De él aprendió que “debía trabajar una escena haciendo abstracción de la anterior y de la siguiente, ya que una sucesión de buenas escenas dan por resultado una buena historia. Si mientras se filma una escena se piensa en otras, se pierde intensidad en lo que se está haciendo, en la actuación, en el relato”.
Empieza a trabajar en el cine como actor y sonidista del director independiente Eric Mitchel. Asimismo colabora como fotógrafo y asistente de dirección en diversas producciones.
El cine de Jarmusch es un puente que va a Europa, en donde se conecta con cineastas como el alemán Wim Wenders y el finlandés Aki Kaurismaki (para quien actuó en Los vaqueros de Leningrado en América). Bebe de la misma fuente que Wenders, el ya citado Nicholas Ray, pero sobre todo el japonés Yasujiro Ozu. La percepción del cine del realizador oriental ha dejado una huella muy marcada en el estilo de Jarmusch: muy simple en lo visual, la cámara no juega un rol preponderante, sólo registra la acción. Esto da por resultado un ritmo sin prisa, el apacible transcurrir del tiempo.
La otra América
Su primer largometraje, Permanent Vacation (Vacaciones permanentes, 1980), dejó ver su habilidad para llevar al cine a terrenos en donde la poesía transita con libertad. Posteriormente trabajó en The Garden of Divorce (El jardín del divorcio), historia que sigue el errar de Caín, quien luego de salir de la prisión se encuentra en la calle con un enorme pescado. Este proyecto fue abandonado para trabajar en la primera versión de Stranger Than Paradise (Más extraño que el paraíso, 1982), que comprende el episodio El nuevo mundo.
La versión larga, en la cual se incluyen varios episodios más, fue concluida en 1984. En esta cinta Jarmusch nos presenta la mínima historia de Willie (John Lurie), un neoyorquino de origen húngaro cuya existencia transcurre entre el ocio de las cuatro paredes de su departamento y las apuestas en el hipódromo y las cartas. De Hungría llega su prima Eva, cuya estancia transcurre en medio del aburrimiento total, frente a la televisión, fumando un cigarro tras otro. Un año después, Willie y su amigo Eddie parten con Eva hacia Florida. Eva corrobora que la vida en el paraíso es tan aburrida como en cualquier (otra) ciudad de Estados Unidos.
En 1986 Jarmusch filma Down by Law (Bajo la ley), cinta en la que seguimos a Zack (Tom Waits) y Jack (John Lurie), quienes se encuentran encerrados en la monotonía de la prisión. La llegada de un nuevo preso, el italiano Roberto (Roberto Benigni), les hace ver la posibilidad de escapar. Pero el escape, al igual que el viaje de Stranger than Paradise, termina por mostrar que el encierro se lleva dentro, que no importa que tan lejos se vaya el tedio irá con el viajero.
En 1987 y luego de que se dio una campaña para evitar que en las películas se presentara a los actores fumando, Jarmusch realiza Coffee and Cigarettes (Café y cigarros), cortometraje en el que el realizador asume una gozosa actitud rebelde y nos presenta una mínima historia que transcurre frente a la mesa en un Café. A ella se sientan los personajes, interpretados por Tom Waits e Iggy Pop y dialogan sin mucho ánimo. Sabemos que ambos acaban de dejar de fumar, pero finalmente y como sin darle importancia, terminarán por encender un cigarrillo y fumar.
En Mistery Train (El tren del misterio, 1989) asistimos a varias historias que transcurren de manera simultánea (aunque esto lo descubriremos hasta el final), que funcionan como una repetición. De nueva cuenta se nos presenta la llegada de extranjeros, en este caso una pareja de japoneses llega a Memphis, a las raíces del rock and roll. Jarmusch presenta una película en donde la estructura contribuye al humor.
Night on Earth (La noche en la tierra, 1991) trabaja sobre un principio similar a Mistery Train. El protagonista es la noche, en la cual transcurren varias historias simultáneas pero en diferentes ciudades de América y Europa.
Luego vendrían cuatro años de inactividad, período en el que sólo filmó cortometrajes debido a que se dio cuenta que “no tenía nada que decir”. En 1995 realiza Dead Man (Hombre muerto), cinta en la que Johnny Depp da vida William Blake (homónimo del poeta inglés que vivió entre los siglos XVIII y XIX), personaje que nos conducirá a los orígenes mismos de Estados Unidos, en donde la violencia y la muerte serán el sello de la casa.
El cineasta más lento del mundo
El ritmo de las cintas de Jarmusch es similar al de producción: seis largometrajes en diecisiete años le han valido que su amigo Aki Kaurismaki lo llame “el cineasta más lento del mundo”. Pero Jarmusch no vive obsesionado con hacer una película por año, para él la gestación de una película es un proceso lento.
En su cine la poesía aparece ahí donde las imágenes nos muestran lo invisible, dejándonos la sensación de estar frente a lo que ya pasó; películas que nos remontan a la era clásica, en la que el cine dio el brinco hacia la modernidad. El blanco y negro confiere sobriedad a su obra, pertenencia al pasado. Es a través de la mirada de un personaje extranjero que tomamos distancia sobre lo que vemos: inmigrantes que llegan a la tierra de las oportunidades para corroborar que el entusiasmo no existe, que la vida transcurre en un bostezo permanente.
La música tiene un papel muy importante, ya que trabaja como contrapunto al ritmo de las imágenes y contribuye a crear una atmósfera enrarecida, extraña. Sus personajes son generalmente interpretados por músicos underground, como John Lurie, Tom Waits e Iggy Pop.
Jarmusch se ha convertido en un cineasta de culto, lo cual tiene dos caras: reconocido por los más asiduos cinéfilos y desconocido por la mayor parte de la gente. Y es que desde los primeros tiempos los poetas están predestinados a llegar tan sólo a un selecto grupo de lectores (cinéfilos).
Texto publicado en el periódico Siglo 21, enero de 1998
El cineasta más lento
En este condenado mundo, no hay paraje más extraño que una ciudad.
Haruki Murakami
En el paisaje del cine independiente estadunidense brilla desde hace más de 30 años la luz de Jim Jarmusch (Ohio, 1953). A diferencia de muchos realizadores que abandonan las filas de la independencia para hacer carrera en Hollywood, Jarmusch ha sido fiel a su forma de concebir el cine y ha sabido mantenerse lejos de la industria para conservar el control total de sus películas —tiene claros los límites del control, como sugiere su más reciente entrega—, que, por lo general, no generan mucho dinero.
Para él, el cine es un asunto de amistad, un buen pretexto para convivir con la gente que quiere y aprecia. Por eso, en el reparto de sus películas a menudo los roles protagónicos son cubiertos por amigos (Bill Murray, Isaach De Bankolé, Roberto Benigni), a menudo músicos (John Lurie, Tom Waits, Iggy Pop, Jack y Meg White, The Gza y Rza). Lo mismo ocurre detrás de cámara, y el cinefotógrafo alemán Robby Müller ha sido el responsable de la luz en la mayor parte de sus cintas. Como la amistad, el cine también requiere tiempo, por lo que filma con una lentitud inusual en su país (once largometrajes en 30 años). De hecho, Aki Kaurismäki, su amigo finlandés, lo considera “el cineasta más lento”. Los cortometrajes que conforman Café y cigarrillos, por ejemplo, comenzaron a aparecer en 1986, y el largo que los congrega fue concluido 17 años después.
Jarmusch estudió cine en Nueva York, y parte de su formación la tuvo, como Wim Wenders —cuyo cine ha dejado una huella perceptible en el de Jim—, en la Cinemateca de París. De su vena “europea” da cuenta Emir Kusturica: “Jarmusch tiene un lado europeo; su visión de las cosas y su sentido del humor son muy importantes porque muestra una América completamente reinventada”.
Texto publicado en la revista Magis, agosto de 2011