Hasta hace poco tiempo, no tenía ninguna duda al respecto: para ver cine el mejor lugar es el cine. Sin embargo, cada vez me resulta más difícil sostener este principio rector de mi consumo cinematográfico. El problema, lo tengo claro, son los otros: no faltan los inoportunos que a cada rato nos endilgan sus “sesudos” comentarios, los que se pasan la función “mensajeando” e iluminan las pantallotas de sus celulares –y los que además contestan las llamadas con el infaltable “Estoy en el cine” (como desafortunadamente los que estamos alrededor podemos constatar)–, los que llegan tarde y pasan con sus estorbosos alimentos obstruyendo la visión, sin siquiera decir “Con permiso”, los que no son conscientes de sus dimensiones y patean toda la función el respaldo de adelante (que para acabarla a menudo es el del sillón en el que yo estoy sentado); no menos hostil es el constante mal olor, a comida –entre la mantequilla reciclada y la escandalosa cebolla–, a limpiador de motel de paso, el ser obligados a salir por la ruta más larga. Todo esto, que se traduce en una serie de distracciones, hace que la experiencia no sea tan positiva: la maravilla de la pantalla grande y la nitidez y fuerza del sonido envolvente, resulta a veces, así, una seducción insuficiente. El desencanto comenzó, justo es comentarlo, cuando el cine se convirtió en una mercancía más que había que procurar en un centro comercial (pero esto es material de otro texto). En fin: a estas alturas prefiero no ir al cine. Si bien, tengo que ir…
Aun consciente de mi misantropía (paradójicamente, valoro las respuestas del público), caí en la cuenta de que el problema no necesariamente está en la sala de cine, sino en mí. Para tomar distancia, entonces, me di a la tarea de consultar a amigos y conocidos sobre su experiencia en la sala oscura. Les pedí que señalaran las cinco razones por las que aprecian (les gusta, valoran, aman) ir al cine y las cinco cosas que les disgustan (detestan, odian). También les pregunté su preferencia entre ver una película en el cine o en otro lugar y otros medios. Sus respuestas han sido reunidas de acuerdo a cinco categorías: comunicadores, cineastas, escritores, cinéfilos y académicos. Hoy presento la primera parte del primer grupo (mañana aparecerá la segunda). Los resultados no tienen valor estadístico –no lo pretenden– pero sí mucho valor anecdótico: son bastante ilustrativos y alcanzan a dar cuenta de los diferentes acercamientos y formas de vivir la experiencia de asistir al cine. No me queda sino agradecer a todos los que se tomaron el tiempo y la molestia de atender a la consulta: en verdad, muchas, muchas gracias. Como podrá ver en seguida el paciente lector, los apuntes de los consultados no tienen desperdicio:
Soy Alfredo Sánchez, tengo 58 años y soy comunicador y músico.
Me gusta «ir al cine» –esto es, asistir a las salas cinematográficas– aunque cada vez lo hago menos.
1. Me gusta porque aprecio la calidad de la imagen en el cine.
2. Me gusta disfrutar del trabajo de los diseñadores de sonido y músicos que, lo sé por experiencia propia, invierten mucho trabajo y talento –y recursos económicos– en cada detalle sonoro de las películas y es en las salas donde mejor se aprecia (aunque a veces a los exhibidores se les pase la mano con el volumen y conviertan la sesión en casi una tortura).
3. Me gusta también el ritual de entrar a la sala oscura y poder concentrarme casi sin distracciones en la trama de la película y sus valores de imagen y sonido.
4. Las facilidades actuales para elegir desde antes la butaca preferida y para comprar los boletos con anticipación.
5. No se me ocurre la quinta ventaja, lo siento.
Dije que cada vez voy menos y ello se debe a falta de tiempo por una parte, pero también a las facilidades que ahora existen para ver «cine en casa» y que resultan seductoras. Pero también hay otros ingredientes que lo desaniman a uno, a mí al menos, de la experiencia de ver «cine en el cine»:
1. El precio, no solamente el de la entrada –que ya de por sí es alto– sino el de todo lo que está alrededor: el estacionamiento, las golosinas y refrescos que se venden a un costo injustificado. Todo ello constituye una aventura costosa que no siempre estoy en ánimo y posibilidades de emprender.
2. Las cada vez más abominables sesiones de «cortos» –o lo que antes se llamaba así–, donde tenemos que soplarnos anuncios comerciales diversos –incluidos los de despreciables partidos políticos– y sesiones de «radio en el cine» que son francamente anodinas, cuando no irritantes.
3. Quizás por un asunto relacionado con la edad, pero también por los problemas urbanos –vialidad, inseguridad, lluvias torrenciales– cada vez me cuesta más decidirme a salir de casa y prefiero entonces ver una película en la comodidad de mi habitación.
4. La impertinencia de muchos de quienes asisten y que por mala suerte le tocan a uno de vecinos de butaca, que tienen conversaciones por celular, que hablan en voz alta, que piden permiso para entrar o salir a mitad de la película, etc.
5.Para estar parejos, dejaré también en blanco la quinta desventaja.
En cuanto a qué prefiero entre ver una película en el cine o en casa, creo que se responde en parte con todo lo que escribí antes, así que mejor cuento una anécdota personal. Tengo un amigo que posee un buen proyector y hemos organizado desde hace tiempo en mi casa algunas «sesiones de cine club» los fines de semana. Despojamos a una pared blanca de los cuadros que habitualmente están ahí y proyectamos películas y series acompañadas de bebidas y bocadillos ricos. Habitualmente nos reunimos unos seis u ocho amigos y nos la pasamos muy bien, vemos lo que se nos antoja, comentamos al final y la experiencia es muy sabrosa y se prolonga por un buen rato ¿Respondo con esto a la pregunta?
Ernesto Urzúa. 47 años. Conductor de El Tintero en Radio UdG.
Cinco razones del por qué me gusta ir a las salas de cine.
1.- Pantalla. Nada va a substituir el tamaño de la misma. Ni una smart tv de 100 pulgadas.
2.- Calidad del audio. Ni el mejor home theater (y vaya que tengo uno muy bueno) iguala la calidad del sonido de una película en una sala de cine en donde la banda sonora está diseñada para soñar en un espacio de esas características.
3.-Definición. Aún cuando tengamos acceso a una pantalla de 4k no existe nada aún que reproduzca con mayor nitidez lo que vemos en una sala de cine y en el formato en el que está pensado. Es decir, a pesar de que las tvs actuales venga en un formato 16:9 no logran igualar mi la resolución ni el formato en el que filman las cintas a pesar de que ya todas se hagan pensando en el formato casero.
4.- El transfer. Por más que busquemos la edición especial de mayor calidad o encontremos esa rareza que editó The Criterion Collection siempre se pierde calidad en el transfer al formato casero.
5.- Porque siempre me va a gustar ver una película en el cine a pesar de que la tenga en casa y ya la haya repasado cuadro por cuadro, visto con los comentarios del director o tenga la versión extendida y el director’s cut o la edición con el libro y los muñecos y todo lo demás que pueda resultarme atractivo; a pesar de todo ello, siempre voy a querer ver una película en el cine.
Por qué odio ir a las salas de cine.
1.- El público. No soporto la idea de pasar dos horas rodeado de una bola de imbéciles de cuyas conversaciones no tengo por qué enterarme ni de escuchar a la gente comer a pesar de que yo mismo lo hago.
2.- Las proyecciones. Es bastante molesto pagar una buena cantidad de dinero para ver tu película esperada y que falle la proyección de la cinta sólo porque a un muchacho con espinillas se le ocurrió dejar su puesto de trabajo o peor aún, porque el diseño de las proyecciones está pensado para que sea unas pocas personas las que se hagan cargo de todas las salas.
3.- La poca variedad y los altos costos de los alimentos que se venden en los cines.
4.- La poca variedad de títulos. Es increíble que en este mundo actual y con acceso a tantos contenidos tengamos que limitarnos a ver en cartelera a dos o tres cintas en 15 o 20 salas. No debería ser al revés?
5.- La gente que va al cine. ¿Ya lo dije? Lo reitero.
Prefiero ver una película en el cine pero si no tengo otra opción no rehuyo ver contenidos en otros formatos como el BD o el streaming, aunque sí tendría que ser a través de mi pantalla gigante y con mi sistema de audio encendido. Intento no ver contenidos en la pantalla de la computadora porque siento que es una falta de respeto tanto al autor como a mi integridad como espectador.