Treintona, soltera y ¿fantástica?

De Chava Cartas había visto la ópera prima, Amor xtremo (2006). De ella recuerdo la ostensible falta de habilidad para emplazar la cámara –lo cual redunda en un montaje errático, caótico–, las malas actuaciones, el inocultable afán de emular el cine de acción al estilo norteamericano. Una película fallida, para decirlo amablemente. Diez años después, y luego de una participación regular en series de televisión (según puede constatarse en la Internet Movie Database), Cartas vuelve con Treintona, soltera y fantástica (2016), su más reciente entrega. En ella –en la película– hay constancia del aprendizaje: la puesta en cámara es correcta; la cinta está lejos de ser notable.

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Treintona, soltera y fantástica se inspira en la novela de Juana Inés Dehesa y registra las contrariedades y contradicciones de Inés (Bárbara Mori). Ella es una columnista que habla de sí misma, y como subrayan la primera y la segunda palabra del título rebasa los treinta y es soltera. Después de romper con su novio de siete años, decide estar bien sola. No obstante, a lo largo del resto de la cinta, sin contar el último minuto, somos testigos de su incapacidad para ser congruente con lo que postula. En la ruta despacha al insulso mejor amigo, quien dice vivir enamorado de ella, y se reencuentra con un viejo conocido español.

Cartas propone una puesta en escena y una puesta en cámara correctas pero insípidas, al más puro estilo de la televisión más insípida. La cámara, con todo y su manido uso en mano, es pertinente para la exposición, pero de ahí no surge mayor emoción. La puesta en escena es meramente funcional y hay algunos pasajes resueltos casi con desidia. (Justo es comentar que Guadalajara no tiene mayor peso en esta cinta; ofrece un telón de fondo neutro: se nota a leguas que la razón para ubicar algunos planos ahí es aspirar a los fondos de la Comisión de Filmaciones del Estado de Jalisco.) Toda posible emoción recae en la actuación de la Mori y del resto del elenco, que se esfuerzan por imprimir vida y convicción a lo que dicen sus personajes. Ella personifica el feminismo más rancio y encarna una serie de hipótesis más que un conflicto real; sus acciones parecen demostraciones. De ahí resulta un personaje esquemático (como la mayoría de los que habitan esta cinta, dicho sea de paso) que emprende la ruta de manual de superación personal. El resultado es turístico, superficial.

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Como la saga de Crepúsculo, Treintona, soltera y fantástica deja constancia de la forma de concebir la feminidad adolescente hoy día. Se propone una independencia cómoda y convenenciera, que pide aplausos para su indecisión y su falta de convicción; e Inés, como Bella en aquella franquicia, mantiene al alcance de la mano los machos que sean necesarios para alimentar el ego. Cartas tenía la posibilidad de hacer una crítica al yuppie en femenino, a su insatisfacción crónica; podía exhibir sus contradicciones y sacar consecuencias de ello. Pero el guión es complaciente y, como apuntaba líneas arriba, superficial. Hay algunos cambios de tono poco afortunados –va de la ligereza a la gravedad de forma recurrente– y todos empujados por la música, lo cual me hizo recordar aquello que dice un personaje de la cinta española Madrid, 1987, quien apuntaba que en el cine la música es como un semáforo: ahora llorad, ahora sonreíd. Cartas da un giro, pero chiquito, al clásico confidente de la comedia mexicana. No falta la amiga, pero en lugar de un homosexual es ahora un pretendiente, un pusilánime personaje funcional que no tiene mayor densidad y que se contenta con una puesta en escena del paquete matrimonial, un sujeto-objeto que bien podría hacer suya la letra de “¡Ay, Inés!”, la canción del genial Jaime López.

Al final y en conclusión, fuera de la ruta de la superación personal no termino de ver la explicación de la tercera palabra del título. No me extraña ni tantito, eso sí, que la cinta sea un éxito: es otra película mediocre que sigue una fórmula probada.

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    Calificación – 40%
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